La cita tiene lugar a las once de la mañana de ayer en el exterior del campo de Rivas, en Portugalete, y a pocos metros del parque de Las Camporras, en Sestao. El sitio elegido ofrece su explicación. Está cerca de la residencia familiar de Unai Nuñez, en el barrio jarrillero de Repelega, y de las campas, hoy en día urbanizadas, donde el actual jugador del Celta, cedido por el Athletic, organizaba un montón de partidos junto a Antonio Salado, sestaorra y futbolista del Gernika. Los dos son amigos íntimos desde críos, incluso desde que nacieron. “Tengo una relación magnífica con Unai y de hecho nos consideramos mejores amigos. Podemos decir que nacimos hasta juntos, yo nací el 29 de enero de 1997 y él un día después, el 30 enero, y nuestras madres coincidieron hasta en el hospital. Una vez que fuimos a Lezama con diez años la relación se hizo más cercana e hicimos el bachiller juntos en Portugalete, en Las Javerianas (como se conoce popularmente al centro Xabier Ikastetxea)”, desvela Salado, un fino centrocampista zurdo que entró en Lezama junto a Unai Nuñez en alevines y que tuvo que salir en el verano de 2020 tras agotar su ciclo en el Bilbao Athletic.

“Los ojeadores del Athletic nos captaron con gente de la zona de ocho y nueve años. Tuvimos esa suerte y ya con diez años íbamos juntos en el autobús a Lezama. Al alcanzar la mayoría de edad, Unai se sacó unos meses antes que yo el carné de conducir, así que hizo de chófer (risas). Cuando yo llegué al Bilbao Athletic él ya estaba en el primer equipo, con el que entrené en varias ocasiones en la etapa de (Eduardo) Berizzo y con (Gaizka) Garitano. Le evitaba, porque cualquier duelo contra él salía perdiendo (más risas). Tenemos alguna foto”, que Salado muestra en su teléfono móvil.

Antonio y Unai se reencontrarán el jueves en el histórico duelo de la segunda eliminatoria de Copa que disputarán el Gernika y el Celta en Urbieta, un emotivo encuentro para ambos. No en vano, han conversado al respecto en varias ocasiones en los últimos días, la más reciente ayer mismo a primera hora de la tarde, en una videoconferencia ideada por el club vigués. “Hemos hablado más de las entradas, porque no sabíamos si podíamos conseguir todas las que queríamos. Al final ha sido posible”, dice Salado, que ya se ha apostado algo con su amigo y con el que comparte cuadrilla. “Le he dicho que quien pierda tiene que pagar una cena a la cuadrilla”, dice, para remarcar que dejarán de ser amigos durante los 90 minutos del partido.

Ya lo sabe, ni mirarnos a la cara. Cuando pite el árbitro nos abrazaremos, nos intercambiaremos las camisetas, porque ya tengo ganas de tener la suya. No le tengo miedo, ya le he dicho que no se equivoque, que si me la pasa, no perdono”, indica en tono distendido para recordar pasajes de la infancia y más inmediatos en el tiempo. “¿Traviesos? Parecidos. Alguna que otra pira hicimos (risas). Físicamente Unai era de los más poderosos de pequeño, como el primo de Zumosol. Siempre estábamos jugando al fútbol, con un balón en la mano, aquellos partidos que jugábamos en Las Camporras... y ya de mayores andábamos en ocasiones por La Pela (zona céntrica y de ambiente de Sestao)”, declara el jugador del Gernika, que no olvida “el bonito recuerdo del viaje a Udine (Italia) cuando ganó el Europeo sub’21 con la selección española”.

Opciones del Gernika

Unai Nuñez pudo saltar al primer equipo rojiblanco, sueño que no se cumplió en el caso de Salado, que en su época en Lezama compartió también vestuario con los hoy leones Unai Simón, Guruzeta, Vencedor, Villalibre, Morcillo o Julen Agirrezabala. Antonio Salado reconoce que tiene envidia sana de su amigo. “Sí, y él lo sabe. Toda la cuadrilla disfrutamos de lo que ha vivido y está viviendo Unai”, del que afirma que está a gusto en el Celta y en Vigo. “La ciudad le ha encantado, yo ya la conocía porque me acerqué en varias ocasiones cuando estaba en el Compostela. Le dije que estuviera tranquilo, que iba a estar cómodo. Allí la gente es maravillosa. Además, está jugando, quería ser protagonista y en ese aspecto está satisfecho”, especifica Salado, que tras abandonar la factoría rojiblanca jugó en el Portugalete en la extinta Segunda B (2020-21), en el Compostela, en Segunda RFEF, el curso pasado; y en el Gernika, en el actual.

El sestaorra, que se define como un futbolista “bastante dinámico, que puedo amoldarme a distintas posiciones y al que le gusta la cercanía en el área rival porque puedo sumar”, avisa que el Gernika, que está de dulce en liga tras encadenar cinco jornadas sin perder y en las que ha sumado 13 de los 15 puntos posibles, quiere repetir la machada en la eliminatoria anterior, cuando apeó al Leganés. “Somos un equipo ambicioso y estamos con mucha ilusión para este partido. Muchos no han jugado un partido de esta talla y puede pasar cualquier cosa”, subraya un futbolista que es un fijo para Aitor Larrazabal, que apostó fuerte por su fichaje, y que ha firmado hasta la fecha tres goles con su equipo. Unai Nuñez es consciente de lo que es capaz su amigo. Desde que jugaban en Las Camporras.