Las brechas de género en el mercado de trabajo, tanto en concepto de acceso al mismo como de remuneración salarial, constituyen uno de los problemas irresueltos en las economías avanzadas. Según el informe ‘Mercado de Trabajo y Pensiones en las Fuentes Tributarias’, publicado por la Agencia Tributaria, los hombres percibieron una media de 25.137 euros anuales en 2022, lo que representó 5.000 euros más que los 20.130 euros que cobraron, como promedio, las mujeres. 

En un artículo publicado en el blog del Banco de España, los investigadores Laura Hospido y Manuel Rojo reflexionan acerca de esta cuestión y citan un trabajo de la economista estadounidense Claudia Goldin -último Premio Nobel en este apartado-como una de las claves que explican cómo el proceso de convergencia, tanto en participación laboral como en salarios, se ha frenado en los últimos años. Los principales motivos, según Goldin, son la maternidad, las tareas de cuidados y la mayor remuneración de los trabajos que dificultan la conciliación familiar.

Hasta la llegada, en la primera mitad del siglo XIX, de la primera Revolución Industrial, la mujer formaba parte de la fuerza laboral “de manera masiva, en torno al 60%”, subraya el artículo de los investigadores españoles. Los ingresos de las familias se sustentaban, sobre todo, en la economía agrícola. Con la llegada de la tecnología, las industrias tomaron el relevo de la agricultura como base de la estructura productiva, convirtiéndose en un sector en el que la presencia masculina era mucho mayor. “Esto se debe a que, a medida que los ingresos familiares aumentaron y eran suficientes para mantener su nivel de vida, ya no era necesario que las mujeres tuvieran que trabajar fuera del hogar”, apunta el artículo.

UN NUEVO INCENTIVO SOCIAL

A juicio de Goldin, es necesario repensar la estrategia para lograr une igualdad efectiva en el mercado de trabajo. “La solución no tiene que venir -necesariamente- de una intervención gubernamental”, explica la economista en su trabajo ‘A Grand Gender Convergence: Its Last Chapter’ (Una gran convergencia de género:el último capítulo’, publicado en el año 2014 en American Economic Review. Según Goldin, lo que se requiere es un cambio en el mercado laboral. “La brecha de género se podría reducir si las empresas no tuvieran incentivos para recompensar de forma desproporcionada a los trabajadores que hacen las jornadas más largas y horas extra”, indica.

Para Goldin, hay dos acontecimientos esenciales para comprender de qué modo, a partir de la década de los 60 del siglo pasado, la mujer se reincorpora con fuerza al mercado laboral. Por un lado emerge un sector servicios con empleos de corte administrativo. Por otro, la aparición de la píldora anticonceptiva permite que las mujeres pudieran fácilmente planificar su futuro, retrasando la edad del matrimonio y del primer hijo. 

“Al tener el control sobre la maternidad, se crearon los incentivos adecuados para invertir en su educación y en su carrera profesional”, exponen los investigadores. Una “revolución silenciosa”, en definición de Goldin, que impulsó las economías occidentales en las últimas décadas del siglo pasado, suponiendo un avance, en términos económicos, similar al de la globalización. Sin embargo, todo ese proceso, apuntan los expertos a partir de los estudios de la Premio Nobel, se ha ralentizado en los últimos años. El artículo, de hecho, recoge que desde el año 2010 la tasa de participación de la mujer en el mercado laboral se ha estancado en un valor cercano al 55% e incluso cayó antes de la pandemia, mientras que su cuota en el terreno formativo ha seguido creciendo. Es decir, que cada vez hay más mujeres con estudios superiores, pero su presencia en el empleo no crece igual. 

Hospido y Rojo resaltan la tesis de la Premio Nobel, por la cual la brecha en el empleo y en los salarios se sustenta en que los hombres son mayoría en sectores como las finanzas, los negocios, el derecho y el mundo académico, empleos “que recompensan desproporcionadamente la total disponibilidad horaria, así como las jornadas laborales más largas”. Esto perjudica a las mujeres, que interrumpen en mayor medida que los hombres sus carreras profesionales para realizar, al mismo tiempo, tareas de cuidados de hijos u otros familiares.