BILBAO -La desaceleración económica es una realidad y las autoridades económicas europeas temen un cambio de ciclo tras un lustro de crecimiento económico. Para intentar impulsar la actividad económica el Banco Central Europeo ha dado una nueva vuelta de tuerca a la política monetaria al decidir cobrar más a los bancos por el dinero depositado para propiciar que el mismo circule y al aprobar inyectar a partir de noviembre 20.000 millones de euros mensuales en el sistema a través de la compra de bonos.

Pero con todo esto encima de la mesa, Mario Draghi reconoce que la política monetaria no da para más y solicita a los países que adopten medidas fiscales, -en referencia sin citarlos expresamente, a Alemania y Holanda, y a que tiene margen para aumentar el gasto público e impulsar inversiones en infraestructuras-, que ayuden a relanzar la economía antes de que se produzca un nuevo parón.

En todo caso, el BCE ha vuelto a reducir las previsiones de crecimiento del PIB para el próximo año en la eurozona hasta el 1,2%, dos décimas menos, mientras que espera que la inflación se quede en el 1%, cuatro décimas menos que sus pronósticos iniciales. El resultado es que los tipos de interés oficiales seguirán bajo mínimos hasta 2022 por lo menos. Ello implica que los ahorradores normales, el grueso de la población, pierde y los que deben dinero o tienen patrimonios elevados en fondos o acciones ganan. En este último caso porque al inyectarse más dinero en el sistema y no ir el mismo a la inversión real por falta de expectativas suficientes se concentra en el mercado financiero generando unas burbujas especulativas.

En concreto, en la reunión de ayer BCE aprobó reducir su tasa de depósito a cobrar a la banca a un mínimo récord de -0.5% desde el -0.4% en el que se encontraba y anunció que reincidirá las compras de bonos por importe de 20.000 millones de euros al mes a partir de noviembre.

En la despedida de Mario Draghi como presidente del BCE, -le queda una reunión más pero será más protocolaria que otra cosa para traspasar poderes a su sucesora Christine Lagarde-, el banquero italiano anunció una batería de medidas como las citadas y reclamó con firmeza a los países que utilicen la política fiscal de forma contracíclica.

El ciclo expansivo que dio comienzo a mediados de 2013 se está desinflando en la zona euro y un mayor gasto público o una rebaja de impuestos puede contrarrestar esta desaceleración.

En todo caso, el BCE ha descargado gran parte de su artillería al lanzar un nuevo programa de compra de deuda aunque por un cuantía inferior a lo previsto. Además se comprometió a no subir los tipos de interés hasta que se cumpla el objetivo de inflación del 2%.

Esto no va a ayudar a la banca que en un escenario de tipos cero, cuando no negativos, no consigue ganar dinero con el negocio propiamente bancario tradicional, un hecho que puede hacer necesario un nuevo ajuste de costes, vía concentraciones y cierre de oficinas y recortes de plantilla.

La posible entrada en recesión de Alemania, los problemas del Brexit y la guerra comercial entre Estados Unidos y China no están ayudando a la economía mundial. De ahí que el BCE actuase ayer.

Una de las medidas más evidentes que ha dejado en la recámara es la opción de volver a recortar la facilidad de depósito antes de finales de año. En la reunión de ayer el BCE aprobó aumentar la tasa que cobra a los bancos por sus depósitos desde el -0,40% previo hasta el -0,50% pero luego matizó la medida al indicar que no afectará a todos los recursos lo que evitó un castigo bursátil al sector financiero.

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