I alguien pensó que Maialen Chourraut iba a conformarse con la medalla de bronce de los Juegos Olímpicos de Londres es que realmente no conoce a la palista lasartearra. De hecho, fue ella misma, aún subida en el tercer escalón del podio, la que aseguró que sus proezas olímpicas no iban a quedarse ahí. Que iba a por el oro y el laurel. Que su techo sería el cielo. Pero el caso es que los planes de vida de Chourraut no iban solo en torno a la piragua. La guipuzcoana también quería formar una familia. Deseaba ser ama y deportista de alto nivel. Dos cosas que, a la vez, eran -y aún siguen siendo- algo muy complicado de ver. Sin embargo, Chourraut no se amedrentó. Es más, apostó por ello. Y lo hizo fuerte. Con todo. Tuvo a su hija, Ane, en el año post olímpico; y durante el embarazo preparó cuerpo y mente para que ese momento no fuera el punto final de su carrera. De hecho, lo hizo tan bien, que fue el mejor punto y seguido del deporte estatal. Y es que tres años después de la cesárea, con la pequeña Ane animando en la grada del Whitewater Stadium de Deodoro en Río de Janeiro, Chourraut realizó la bajada perfecta, el descenso de su vida, para colgarse el oro olímpico. Se convirtió en la primera deportista estatal que tocaba el cielo tras ser madre. Y demostró al mundo que hay apuestas que se ganan.

Así que un año después de colgarse el bronce de Londres, la lasartearra y su pareja y entrenador, Xabier Etxaniz, se convirtieron en padres. La intención de Chourraut era clara, volver a competir en cuanto el cuerpo se lo permitiera. Por ello, estuvo en la piragua hasta tres días antes de dar a luz y regresó a ella dos meses después de ver a Ane por primera vez. “A los quince días intenté volver a la piragua pero tuve que esperar. Hasta que no dejé de darle el pecho no pude mejorar físicamente. Tras la cesárea parecía que la piragua pesaba 20 o 30 kilos en vez de 9. Y con la pala, lo mismo”, reconoció la propia deportista. Es decir, Chourraut tuvo que cambiar de técnica para volver a ser competitiva y volver a entenderse con las aguas bravas. No tenía tiempo que perder, puesto que Río estaba en la siguiente puerta, así que se puso manos a la obra y se marchó a Abu Dhabi que, en pleno desierto, había erigido uno de los mejores parques acuáticos del planeta. Un canal artificial que le sirvió a la lasartearra para volver a ser la de antes. O incluso mejor.

Y es que después de ello, Chourraut se proclamó campeona de Europa en 2015, mientras que en el año preolímpico se subió al podio de cinco de las siete pruebas de la Copa del Mundo. Ello le hizo aterrizar en los Juegos de Brasil como la segunda en el ránking mundial, solo superada por la australiana Jessica Fox. Es decir, todos los ojos estaban puestos en ella y no defraudó.

mal comienzo

Sin embargo, los Juegos de Río no comenzaron bien para Chourraut. Después de todo lo trabajado, de todo lo sacrificado y con Ane observando desde la grada, la lasartearra estuvo a punto de marcharse a casa a las primeras de cambio. Un error en la ronda inicial la relegó al último puesto con 50 segundos de penalización. Pero donde otros veían una derrota, la guipuzcoana vio una oportunidad. Los focos dejaron de estar en ella y por fin pudo disfrutar sobre la canoa. Pasó a semifinales y a la final sin muchos apuros. Y en esa última bajada daba igual cómo se había empezado la competición porque todas las aspirantes partían de cero.

Chourraut se ajustó el casco y bajó como nunca. Encontró la clave de las 20 puertas, las sorteó con fluidez y paró su reloj en 98.65. Era la única piragüista que lograba bajar de los cien segundos, por lo que nada más ver su tiempo, supo que el oro era suyo. Se llevó las manos a la cara, Etxaniz se lanzó al agua y su hija Ane levantó el dedo índice para indicarle a su madre que sí, que se podía apostar por la maternidad y, a la vez, conseguir ser la número uno.

A pesar de una primera ronda para el olvido, Chourraut fue la única que logró bajar de los cien segundos en la final