bilbao - “Es el año en el que Márquez ha ido más fuerte”, proclamaba Valentino Rossi en el contexto del Gran Premio de Aragón, decimocuarta estación de las diecinueve que conforman el trayecto mundialista. Marc Márquez adelantaba sobre una prueba que ha ganado en cuatro ocasiones en MotoGP -las tres últimas de manera consecutiva-: “Si no gano será una decepción”. Y vaya si ganó. ¡Qué solvencia! Además, lo hizo en una jornada redonda, puesto que alcanzaba los 200 grandes premios en el Campeonato del Mundo. “Ha sido un fin de semana perfecto”. A pedir de boca.

El hecho de conseguir en Motorland cinco puntos más que Andrea Dovizioso, que fue segundo tras una sobresaliente actuación por partir desde la décima pintura, concede al piloto de Cervera la primera oportunidad de proclamarse por sexta vez campeón de MotoGP, lo que sería el octavo título de su carrera, y coronarse más temprano que nunca antes en la máxima cilindrada, a falta de cuatro citas por celebrarse para cerrar la temporada. Tailandia será el escenario para su primera ocasión. Si obtiene dos puntos más que Dovi, el título será de su propiedad.

Ni en 2014, cuando se impuso en las diez primeras carreras, se vio ante semejante tesitura. Aquel curso, junto a 2016 y 2018, se proclamó campeón en Japón, mientras que en 2013 y en 2017 lo hizo en el postrero G.P. de la Comunitat Valenciana. “Sería bonito ser campeón en Tailandia, un sitio nuevo para celebrar el Mundial. Lo quiero cerrar cuanto antes, pero sin volverme loco”, expresó. Como si no se le conociera... “Afrontar un fin de semana cualquiera es, de entrada, pensar en la victoria; luego los rivales nos pondrán en el sitio”, añadió. Si bien, “me siento más completo”, admitió.

En Aragón, Márquez borró la competencia en la primera vuelta, en los primeros metros más bien. Al término del primer giro, su ventaja ya era superior a un segundo. En el segundo abrazo al trazado de Alcañiz, para desazón ajeno, registraba la que sería la vuelta rápida de la carrera, para irse a 1,6 de margen. En cinco vueltas, estaba a 2,8 del segundo, que a esas alturas era Miller.

El catalán ponía pies en polvorosa. Una ruina para los patrocinadores, porque tanta superioridad le resta cuota de pantalla. Su carrera se pudo ver desde una ventanita diminuta en la zona superior izquierda de las pantallas. Mundos paralelos.

sobrado “Estaba convencido de la estrategia”, expresó el catalán. “Salía del box con buenas sensaciones”. Y eso es descorazonador para el resto. “Quería tener una ventaja de 4 o 5 segundos y no empujar más”. Su discurso parece destilar prepotencia, pero es que la superioridad le permite gestionar de semejante modo las carreras. Así de simple. “Parecía sencillo, pero hemos trabajado muchísimo”. Y es que ganar así puede incitar a rebajar el logro. Aunque para cualquier piloto la carrera idílica es aquella en la que nadie huele el rebufo. Esa en la que se lucha contra uno mismo. Su renta llegó a elevarse incluso por encima de los seis segundos. No es descabellado pensar que, de haberlo necesitado, podría haber batido la mayor diferencia que ha establecido en una carrera de MotoGP, que fue en Argentina, con 9 segundos sobre el segundo clasificado.

Esa segunda plaza fue la que se disputaron Dovizioso, Miller y Viñales. Este último parecía que la tenía en sus manos, pero sus gomas desfallecieron y en las tres últimas vueltas los pilotos de Ducati le bajaron del cajón. La máquina italiana servía hasta 14 kilómetros por hora más que la Yamaha. Dovi renació con el paso de las vueltas y, habiendo llegado a ser undécimo en los compases inaugurales, se rehizo con maestría, con una gestión de los recursos impecable. Fue el primero de los humanos. El italiano llevaba dos pruebas sin pisar el podio. “Lo necesitábamos”, confesó. Miller, logró su tercer podio del año; Rossi, desaparecido, fue octavo; Rins, sancionado con una long lap por tirar a Morbidelli, fue noveno; Lorenzo, invisible, acabó en vigésima posición.