Nadie está a salvo de los depredadores sexuales. El horror y el infierno puede tocar a cualquiera. La maldad existe, insertada en los lados más oscuros del ser humano, donde las sombras se apoderan de las luces y en ocasiones las apagan. Nada más inocente que la infancia. La ingenuidad, la ilusión y la fantasía como motor vital. Por eso, la profanación de la infancia resulta nauseabunda. Esa sensación recorrió el cuerpo y la mente de Bradley Wiggins. Aún reverbera ese episodio tan oscuro en Wiggins, que lo escondió en lo más profundo de su alma durante años. El campeón del Tour de 2012, el hombre que supo que era la gloria eterna, recorrió el averno cuando era un niño.

Wiggins confesó que sufrió abusos sexuales por parte de un exentrenador cuando tenía apenas 13 años. El mentor deportivo del británico aprovechó la relación de confianza y de poder sobre él para adentrarse en su intimidad. “Un entrenador abusó sexualmente de mí cuando era joven. Tenía 13 años y nunca lo acepté por completo. Me impactó como adulto", confesó Wiggins, campeón olímpico contrarreloj en los Juegos de Londres en 2012, en una entrevista concedida a la revista Men's Health UK.

PADRASTRO AGRESIVO

La infancia de Wiggins resultó traumática, una experiencia vital muy dura, compleja, repleta de conflictos y aristas. Ausente la figura paterna, que abandonó la familia, la presencia de un padrastro agresivo, marcó al muchacho, que nunca se atrevió a confesar aquellos abusos que le atormentaron la existencia. Su padrastro le aterrorizaba. “Mi padrastro era muy agresivo. Me llamaba marica porque llevaba ropa de ciclista muy ajustada. No creo que pudiera decirle nada de ese episodio, así que intenté olvidarlo”, contó el exciclista, que masticó la bilis del abuso durante décadas.

Expone Wiggins, que se describe como “un niño solitario” y que se” sentía muy solo”, que fue en la bici donde encontró su ruta de huida de la realidad de un entorno que le oprimía. “Quería alejarme de mi entorno y creo que eso me llevó a rodar en bicicleta". A través del ciclismo, Wiggins salió a flote. Pudo respirar al fin en libertad. Se convirtió en una celebridad al conquistar el Tour de Francia de 2012. Ese mismo verano, se proclamó campeón olímpico contrarreloj en los Juegos de Londres.

FAMA Y DESCONTROL

El logro disparó la fama de Wiggins, al que la reina de Inglaterra nombró Sir. El inglés era una estrella rutilante. Lo más parecido a una estrella del rock. Eso le alteró. Le cambió. También las expectativas que crecieron a su alrededor. La presión también le pinzó. Esa época la describe Wiggins como la peor de su vida. Una avalancha le aplastó.

"Después de ganar el Tour y el oro olímpico en contrarreloj en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, mi vida cambió por completo. Me arrastraron la fama y el éxito pese a que soy una persona cerrada. En los años posteriores a ganar el Tour no sabía quién era. Actuaba como una estrella de rock, no era yo mismo. Creo que fue el periodo más infeliz de mi vida. Se esperaba que ganara más, tenía más presión y tuve que luchar con eso".

PADRE BIOLÓGICO

En la entrevista, Wiggins también recuerda la figura de su padre biológico, que abandonó a la familia, de ahí la posterior relación con su padrastro. Wiggins conoció a su padre cuando tenía 18 años. Desde entonces mantuvieron una buena relación aunque no pudo verle durante años. Su padre biológico falleció en 2008 en extrañas circunstancia en Australia.

"Mi padre era mi héroe y quería demostrarle que yo también valía. Le conocí por primera vez cuando tenía 18 años y desde entonces tuvimos buena relación pero estuve sin verle años antes de que muriese en 2008. El que fuera campeón del Tour, describe a su progenitor como “un buen ciclista pero desperdició su talento. Tenía depresión, era adicto al alcohol y tomaba muchas drogas". El horror toca a Wiggins.