En medio del bochorno extremo y las mascarillas del verano más extraño de nuestras vidas, se interpuso un destello. Una luz cegadora que se confundía con imágenes oníricas. Un ser indescriptible que atravesaba los sueños. En ese estado de shock, uno no sabía si aquello pertenecía a la imaginación o a la ciencia ficción. El día, apelmazado y pegajoso por un sol asesino y un viento loco del sur, un crematorio, provocó visiones extraordinarias, cosas nunca antes vistas en el Picón Blanco. Desde su cumbre se veía el futuro. De allí viene Remco Evenepoel. El belga remató a todos en una ascensión brutal, abrupta y saludó su triunfo, incontestable, haciendo ademán de quitarse el polvo del hombro, como si su prodigiosa exhibición no tuviera la menor importancia. Evenepoel levita. El belga, el nuevo líder de la Vuelta a Burgos, niega a todos. Uno por uno los aniquiló en la cresta burgalesa. A Bennett, segundo, lo hizo más flaco. A Landa, tercero, le mostró su supremacía. A Chaves, le borró la sonrisa y a Carapaz, le hizo la guerra.

Evenepoel es alguien extraordinario, de otro tiempo y dimensión. Podría tratarse de un ser de un planeta muy lejano, mucho más avanzado del que habitan los terrícolas. Evenepoel, el hombre que desafía a todos los estándares ciclistas desde sus insultantes 20 años, no responde a ningún arquetipo. ¿Quién es Remco? O mejor dicho, ¿qué es Remco? De su biografía se sabe que Evenepoel fue futbolista. El balón se le daba muy bien, tanto que fue capitán de la selección belga en categoría inferiores. Un buen día se aburrió y agarró la bici. Desde entonces golea sin desmayo. Es un killer, un portento, un ciclista sin parangón. Su fisonomía podría enlazar con la de los clasicómanos y grandes rodadores, aunque no destaca por la talla. Es un ciclista escueto, pero enorme, que tampoco coincide con el aspecto enjuto de los escaladores. Sin embargo, domina categóricamente ambos registros. Ambicioso y valiente, su motor, el mecanismo que empujan sus piernas, es descomunal. Barrilete cósmico.

Evenepoel, ganador en San Juan y el Algarve, advirtió de sus aviesas intenciones el primer día de competición, cuando él solo derrotó a todo el pelotón hasta que el viento giró y le partió la cara. Comprendió el belga que se puede derrotar a los seres humanos, pero que la naturaleza aún le queda grande. Ese día todos corrieron mirando a Remco, que es un fenómeno único. En la Clásica de San Sebastián del pasado año aplastó a todo el pelotón cuando quiso. Esa postal perdura fresca en la memoria del resto. Uno de ellos, que participó en aquella persecución, advirtió: "A nada que afine un poco y si sigue moviendo los vatios que mueve, que se prepare Bernal". La Bestia, apenas 23 años, venció el Tour, pero los datos de Remco, capaces de tumbar a un pelotón del WorldTour chasqueando los dedos, sitúan al belga más allá.

Más acá, en el Picón Blanco, cuando languidecía la aventura en la que participó otra vez con criterio Gotzon Martín (Euskaltel-Euskadi), cuando se habían resuelto los abanicos que destriparon durante unos kilómetros la etapa y cuando Roger Adriá (Kern Pharma) y Nicolau (Caja Rural) eran cazados en plena ascensión, surgió el poder sobrenatural de Evenepoel. El belga se unió al entusiasmo de Chaves y Bennett, los más ligeros en la montaña. Landa recuperó el color después. El de Murgia fue de menos a más y remontó a Chaves. Remco le quedó muy lejos. El belga se deshizo de sus acompañantes poniendo más decibelios a su subida. En la cumbre, de repente oscurecida, envalentonado el viento, amenazaba tormenta. Evenepoel viene del futuro.

Tercera etapa

Mikel Landa

General

Mikel Landa