EDDY Merckx construyó su mito con anécdotas como aquella Vuelta a España de 1973 en la que esprintó bajo una pancarta del Partido Comunista pensando que era una meta volante o aquel año en que en plena Navidad ganó una carrera de pueblo para acabarlo como el ciclista con más victorias. Pero la leyenda del Caníbal, la de un corredor ambicioso, valiente, voraz y competitivo al extremo, empezó antes, en el Tour de 1969. Fue la primera de sus cinco victorias en la ronda gala, pero no solo eso. Ganó seis etapas, fue líder durante veinte días y terminó primero en todas las clasificaciones: la general, la de la montaña, la de la regularidad, la de la combinada, la de la combatividad e, incluso, la de equipos que se llevó el Faema. Además, en ese Tour, Merckx realizó la que él mismo ha reconocido como su mayor locura sobre una bicicleta.

Se corría la decimoséptima etapa, un recorrido pirenaico de 214 kilómetros entre Luchon y Mourenx. El belga tenía más de ocho minutos de ventaja sobre el segundo, Roger Pingeon, y tenía la carrera perfectamente controlada. Pero a Eddy Merckx no le pareció suficiente. Tras pasar el Peyresourde y el Aspin, su compañero Van den Bossche atacó en el Tourmalet, pero como iba a dejar el equipo al año siguiente el Caníbal saltó a por él, cuentan que para darle un escarmiento y, cuando le atrapó antes de la bajada, se quedó en cabeza en solitario a 140 kilómetros de la meta con el Soulor y el Aubisque aún por delante. Lejos de atender a los consejos de su director de aflojar el ritmo y acomodarse en el pelotón en el largo descenso hasta Mourenx, el belga pensó que era mejor ir solo que mal acompañado y decidió seguir con una cabalgada legendaria mientras, a su espalda, sus rivales penaban en las míticas cumbres de los Pirineos. Txomin Perurena, el ciclista vasco con más victorias de la historia, corrió aquel Tour con el Fagor -también el de 1970 y 1974 con el Kas que ganó Merckx- y no olvida esa durísima etapa porque “la mayoría del pelotón nos agarramos a lo que pudimos en el Soulor para no llegar fuera de control. La organización solo nos puso una multita de diez francos porque no quiso perder a la mayoría de los corredores”.

Más de 60 ciclistas, entre ellos el oiartzuarra, entraron a meta a más de media hora de Merckx, que pese a que rodó los últimos 20 kilómetros en plena agonía, sacó casi ocho minutos a sus perseguidores y dobló la ventaja que llevaba en la general a Pingeon. Algo así es impensable en estos tiempos de pinganillos, potenciómetros y pulsómetros, menos aún en un líder. “Pero eso demuestra lo que era Eddy Merckx”, añade Perurena. Quizás tocado en su amor propio por haber sido descalificado del Giro por un falso dopaje, el Caníbal se tomó aquel Tour como una afrenta y sumó la primera de sus cinco victorias (1969, 1970, 1971, 1972 y 1974), que al final solo son una pequeña parte de su amplísimo palmarés. Por ejemplo, ese mismo año ya había ganado el Tour de Luxemburgo, la Vuelta a la Comunidad Valenciana, la París-Niza, la Milán-San Remo, la Lieja-Bastogne-Lieja y el Tour de Flandes. Y lo habría hecho en el Giro de no haber mediado esas extrañas circunstancias que acabaron con su expulsión.

TODo bajo control Luis Zubero también corrió la ronda gala en tres de los triunfos de Merckx (1970, 1971 y 1974) y recuerda la figura de un ciclista que marcaba su terreno con su desmedido deseo de ganar. “Imponía mucho, pero casi se corría mejor cuando estaba él que cuando no estaba. Estaba todo mucho más controlado. Si él faltaba estaba todo más abierto y libre y se andaba siempre a hachazo limpio”, cuenta el excorredor de Zeberio, que añade que las posibilidades de sus rivales eran escasas ya que “tenías que estar en muy buena forma, tanto como él, y calcular muy bien todos los esfuerzos para poder hacerle daño”.

El vizcaino y el guipuzcoano, coetáneos de Eddy Merckx, disfrutaron y sufrieron a la vez de un corredor que muchos consideran el mejor de la historia. “Es una referencia incluso para los ciclistas actuales. Para mí, el mejor y alguien difícilmente superable. Merckx estaba desde el principio hasta el final. Lo ganaba todo. Eso es lo que marca la diferencia”, afirma Zubero con convencimiento. Perurena refrenda esa opinión: “Merckx ganaba en todos los terrenos, lo disputaba todo y era el claro número uno. Lo ideal sería poner a Coppi, Bartali, Anquetil, Hinault, Indurain, Merckx y Froome en la misma época, pero como eso no es posible hay que destacar su palmarés y en eso no hay nadie que le iguale”.

El excorredor de Oiartzun, que también vivió el Tour como director de equipo, destaca la mentalidad de Eddy Merckx, pero matiza que “no habría servido para nada sin las cualidades que le distinguían”. “No vale decir ataco en el primer puerto y me voy solo si no te acompañan las piernas. Ahora una gesta parecida a esa de Mourenx solo recuerdo la de Froome en el Giro”. Luis Zubero destaca otra cualidad de la leyenda de Bruselas en aquellos años en que el ciclismo era puro instinto. “Siempre iba en cabeza del pelotón y pendiente de todo y dando la cara. Aparte del apoyo que tenía del equipo, él controlaba siempre perfectamente. No le habría hecho falta ni pinganillo”, afirma.

Perurena y Zubero pertenecieron al Kas, un equipo al que, según el de Zeberio, Merckx “respetaba mucho por la guerra que le dábamos. Siempre estaba muy atento a lo que hacíamos”. Perurena aporta que el belga “intimidaba y era capaz de buscar los puntos débiles del rival porque no desistía”. “Por eso, a los que más temía era a los ciclistas con mucho carácter. Gente como José Manuel Fuente, sobre todo en el Giro, y Luis Ocaña se lo pusieron difícil”, dice.

Total, que Eddy Merckx se retiró con cincos Tours, una cifra que permanece como una barrera que Luis Zubero cree difícil de superar, sobre todo ahora que Chris Froome y el Ineos “parecen gafados. Si no lo hace él no veo quién puede hacerlo porque ahora el nivel general es muy alto y hay más igualdad”. “Froome tenía muchas opciones de ganar su quinto Tour, pero ya se ha visto que no se pueden hacer pronósticos porque en un día puede cambiar todo por una desgracia”, lamenta Txomin Perurena. En lo que también coinciden los dos exciclistas es en considerar a la Grande Boucle como la carrera que está por encima de las demás. “El Tour siempre es el Tour. El Giro y la Vuelta aún están por detrás en cuanto a trascendencia como prueba deportiva. Si hablamos de pasión, el Giro está por delante, pero el Tour como carrera es incomparable”, asegura Perurena. Para Zubero, “el Tour es la carrera donde se cuece todo. Lo que marca la diferencia es que los equipos no suelen guardarse nada. Van a tope, allí se hace y se deshace, el calor eleva la dureza y para el ciclista ganar una etapa en el Tour supone muchísimo”. Bien lo supo Eddy Merckx, el Caníbal que marcó una época que este año, con la salida en Bruselas, será recordada y homenajeada como merece.