EL Bilbao Basket se ha encontrado de golpe y porrazo con una realidad para la que, en teoría, todo el mundo dentro del club y en su entorno más cercano debería estar preparado. Tras un arranque de curso magnífico pero también irreal, ha llegado el invierno en forma de derrotas, cinco en las seis últimas jornadas, que han ubicado a los hombres de negro más o menos donde se les esperaba atendiendo a su realidad deportiva y presupuestaria. No se trata de una tendencia catastrofista, sino de un descenso a lo terrenal tras aquellas ensoñaciones provocadas por las hazañas ante rivales de Euroliga. El Bilbao Basket es lo que es, un equipo capaz de lo mejor y de lo peor que mezcla brillantes secuencias de juego con otras de total bloqueo, y sus metas son las que son. Si alguien cayó en engaños y pensó que la lucha por la permanencia iba a ser un camino de rosas y no un sendero repleto de trampas, probablemente caiga en la frustración. Pero es lo que hay y lo bueno del asunto es que aquellos briosos inicios permiten aún manejar un colchón de dos victorias con respecto al sótano de la tabla.

En estas últimas jornadas, el equipo de Álex Mumbrú se asemeja mucho al perfil del típico boxeador cabezota y resistente al que resulta muy complicado enviar a la lona por la vía rápida pero que acaba claudicando a los puntos por su falta de sostenibilidad y pegada. Su capacidad de pelea está fuera de toda duda, pero sea por falta de experiencia o por su inferior calidad le cuesta salir victorioso del intercambio de golpes cuando llega el momento de la verdad. Acostumbra a revolverse con fiereza cuando se ve atrapado en las cuerdas, pero por el contrario le falta controlar mejor las situaciones en las que la pugna se pone a su favor con interesantes marcadores, que los tiene en casi todos los choques. Esas ventajas (del 71-64 al 71-73 ante el Andorra, del 25-38 al 47-40 en Badalona...) acostumbran a esfumarse en un abrir y cerrar de ojos en una dinámica tan repetitiva como desesperante por falta de mayor templanza y de una mejor lectura de las situaciones en ambas canastas.

La gestión de esas rentas es uno de los puntos débiles de este Bilbao Basket. También el cuidado del balón. El Bilbao Basket pierde demasiadas bolas, bastantes de ellas en situaciones totalmente evitables (saques de fondo, contraataques, primeras líneas de pase...) que desembocan además en canastas cómodas de sus rivales. El diferencial entre los puntos obtenidos por el Bilbao Basket y por el rival de turno a partir de los balones perdidos por el bando contrario habla por sí mismo: -19 en Zaragoza, -17 en Manresa y Málaga, -15 en la cancha del Joventut, -13 en Santiago, -12 el sábado con el Andorra... Demasiadas concesiones en partidos con finales apretados en una faceta del juego en la que los rivales ya saben que el conjunto vizcaino sufre, por lo que incomodar a sus directores de juego se convierte en una de las principales premisas de sus esquemas. La retaguardia bilbaina también ha perdido solidez e intensidad en las últimas jornadas, algo que choca frontalmente con el ideario que quiere inocular Álex Mumbrú a los suyos. En las seis primeras jornadas de liga, resueltas con balance de 4-2, la escuadra bilbaina encajó 80 puntos de media mientras que en las seis últimas, balance de 1-5, ha pasado a recibir 90. Demasiados a todas luces como para aspirar a sacar partidos adelante porque obliga a niveles de acierto extraordinarios.

Falta de experiencia, rendimiento más flojo de lo esperado en alguna posición, picos y valles en el rendimiento, la presión de no fallar en Miribilla... Al Bilbao Basket no le ocurre nada extraño atendiendo a su condición en el complicado ecosistema de la Liga Endesa. Lo que toca es asumir la realidad que el brillante arranque pudo difuminar y coger pico y pala para mejorar.