Ala hora de diseñar la plantilla del Bilbao Basket de cara al retorno a la ACB, la contratación de Ondrej Balvin era de una importancia capital. El club bilbaino inicio las negociaciones pocos minutos después de la conclusión de la temporada anterior en busca de un pívot que dominara la zona y que contara con experiencia en la competición. Se juntaron así las ganas de un jugador por tener un papel más importante y un equipo dispuesto a ser su pista de despegue. El pasado Mundial de China revalorizó al checo, que con la selección de su país superó todas las expectativas. Sin embargo, la inesperada andadura de la República Checa provocó que Balvin llegara al estreno liguero con muy pocas horas de convivencia con sus compañeros y la necesidad de aprenderse los mecanismos del conjunto dirigido por Álex Mumbrú a marchas forzadas. Le costó hacerse y en los dos primeros partidos dejó una imagen discreta. Pero ayer ante el Monbus Obradoiro demostró la importancia que puede tener en la rotación, siendo el más valorado del encuentro.

El partido de Balvin fue una de las notas positivas de la derrota de ayer del Bilbao Basket ante el Monbus Obradoiro. El pívot checo tuvo que disputar 27 minutos y medio en el agónico encuentro decidido en la segunda prórroga. Mumbrú tuvo que tirar de todas sus piezas y Balvin también tuvo que dar un paso adelante al jugar mermado por un problema en su mano izquierda. En la pelea por un balón dividido, el pívot de los hombres de negro acabó tocado y tuvo que ser sustituido. Tras unos minutos en el banquillo y con los aficionados en duda por saber si su referente interior iba a volver a la pista, el interior retornó al campo. Lo hizo con gestos de dolor y realizando movimientos continuos para comprobar el estado de su mano. Sin embargo, su juego no se resintió en exceso y su dolencia no le impidió pelear por los rebotes y meter manos en defensa.

Sin llamar excesivamente la atención ni realizar jugadas espectaculares con asiduidad, Balvin se limitó a sumar y sumar. Marcó la diferencia en las inmediaciones del aro sin hacer mucho ruido y sumó puntos sin necesidad de reclamar excesivo protagonismo. El checo solo realizó cinco tiros de campo y anotó tres canastas. A pesar de eso, su presencia en la pintura fue un quebradero de cabeza para la defensa gallega. Los jugadores del Monbus Obradoiro tuvieron que recurrir con frecuencia a las faltas para detener al pívot del Bilbao Basket. Balvin recibió un total de diez faltas, la mayoría de ellas tras capturar algún rechace. En total, fue once veces a la línea de tiros libres y sus nueve aciertos le permitieron sumar un total de 15 puntos.

La presencia de Balvin no solo marcó diferencias en el aspecto ofensivo. Su enorme figura resalta en la zona. Además de los tres rebotes ofensivos que capturó, también sumó nueve capturas defensivas que le sirvieron para firmar un triple doble de puntos, rebotes y faltas recibidas. Aunque la labor del pívot no fue exclusivamente reflejada en las estadísticas. Su defensa cambió muchos tiros y en los sistemas ofensivos no paró de realizar bloqueos para facilitar la circulación del juego. Su aportación fue fundamental para los hombres de negro, que sufrieron en exceso para cerrar el rebote, permitiendo varias segundas, incluso terceras y cuartas jugadas del Monbus Obradoiro.

El paso adelante de Balvin y la ya confirmada enorme capacidad defensiva de Lammers, permitió a Álex Mumbrú jugar muchos minutos con dos cincos puros en pista. Esta dupla permitió frenar el flujo de puntos que llegó desde el poste bajo, uno de los recursos más utilizados por los gallegos cuando estuvo Kulboka en pista. Pero cuando las dos torres se juntaron, la defensa ganó enteros y las vías hacia el aro fueron cerrados con enormes brazos capaces de taponar un tiro tras otro. Esa capacidad de desequilibrio buscada a la hora de diseñar la plantilla y que empezó a explotar en Fontes do Sar.