si alguna vez organizas un partidillo, cuenta conmigo”. Kevin Larsen (17-VII-1993, Copenhague) se aleja hacia el vestuario del Bilbao Arena botando un balón de baloncesto, pero la pachanga que sugiere no tiene nada que ver con el deporte del que es profesional. El pívot del Bilbao Basket adora el fútbol. “Fue mi primer amor deportivo y sigue siéndolo a día de hoy”, reconoce abiertamente alguien que hasta los 16 años no cambió los remates a puerta por las canastas para, a continuación, cruzar el charco, formarse en el instituto de Kevin Durant, pasar cuatro años en la NCAA con George Washington y arrancar una irregular carrera profesional en Europa que este curso tiene parada y fonda en el Bilbao Basket. “Es una gozada estar aquí”, asegura.

La tradición baloncestística de Dinamarca es escasísima, por lo que no es de extrañar que su primer contacto con el deporte fuese chutando un balón. “A los cinco años me enamoré del FC Copenhague y desde entonces es mi equipo favorito”, apunta. “De niño jugaba a diario, todo el tiempo. Me encantaba, pero crecí y me convertí en demasiado grande. Llegó el momento de buscar otro deporte”, recuerda. Ahí entró en juego su madre: “En Dinamarca los inviernos son duros, por lo que en el equipo de fútbol solo entrenábamos un día a la semana durante tres meses. Mi madre me decía que no quería verme en casa todo el día engordando y jugando a los videojuegos, que había que buscar otra actividad. En el barrio había un equipo de baloncesto cuyo gimnasio estaba en nuestra misma manzana y le pareció una buena alternativa”. Aquella nueva experiencia le gustó porque, además, se le daba muy bien. Comenzó a mostrar superioridad respecto a los chavales de su edad mientras mejoraba idolatrando a Dwight Howard, entonces pívot de referencia en la NBA.

Pero Dinamarca no era un ecosistema idóneo para alguien que quería convertirse en profesional del baloncesto. ¿La alternativa? Cruzar el charco. “Me fui con 17 años. Tomé la decisión porque en mi país vi pocas posibilidades para crecer. Mi madre me aconsejó que apostara por formarme en Estados Unidos”, apunta. Su destino fue un instituto de campanillas, el Montrose Christian High School de Maryland, un centro con fama de impulsar jugadores hacia la NBA, Kevin Durant por encima de todos. “El cambio de aires no fue fácil, nunca había entrenado tanto (risas). Teníamos dos sesiones diarias y por primera vez en mi vida tenía que enfrentarme a jugadores que eran tan grandes como yo, lo que me obligó a tener que mejorar cada día para destacar”, recuerda. Eso sí, deportivamente las cosas no pudieron ir mejor. En su primer año allí ganaron el título nacional al batir en la final, tras doble prórroga, a Oak Hill, posiblemente el instituto con mayor reputación del país, mientras que el curso siguiente alcanzaron las semifinales. “El baloncesto de high school tiene un seguimiento impresionante en Estados Unidos. Mucha gente en las canchas, gran atención mediática, partidos ofrecidos por ESPN? Otro mundo”, dice.

En 2012 llegó el momento de dar el salto a la NCAA y eligió hacerlo con George Washington, donde completó ciclo universitario jugando como titular en 133 de sus 136 partidos. “Fueron cuatro grandes años porque tuve muchos minutos. Además, el campus quedaba cerca de mi instituto por lo que mis amigos podían venir a verme. Fue una experiencia tremenda: mucho baloncesto, mucho estudio y también había momento para la fiesta... La vida para un deportista universitario puede ser estresante porque siempre tienes algo que hacer a cualquier hora del día, pero hay mucha gente que te echa una mano”, reconoce. En esos cuatro cursos compartió equipo con tres jugadores que han llegado a alcanzar la NBA aunque sin demasiado éxito: Tyler Cavanaugh, Yuta Watanabe y el ahora baskonista Patricio Garino. Larsen, 12,3 puntos y 8,2 rebotes de media en su año senior, también soñó con las doradas siglas de la liga estadounidense, pero no las alcanzó. Completó algunos entrenamientos con los Washington Wizards, pero ni siquiera jugó las Ligas de Verano. Destino: Europa.

“En 2016 recalé en Francia (Lille, Pro B) y fue duro porque no estaba acostumbrado ni al baloncesto europeo ni al estilo de vida de allí. Mi paso por Francia fue complicado, no me gustó la experiencia, vi que aquella no era una buena situación para mí y decidí dejar el equipo. En enero me fue a Alemania (Mitteldeutscher) y ayudé al equipo a ascender a la Bundesliga”, resume. Ninguna de las experiencias acabó de convencerle, por lo que decidió que había llegado el momento de dar un giro a su carrera: “La pasada temporada decidí volver a Dinamarca. Quería volver a casa, estar rodeado de mi familia y mis amigos, encontrarme cómodo y volver a enamorarme de este juego. Lo hice, todo fue bien, por lo que fue una gran decisión”. En las filas del Horsens IC fue elegido MVP de la competición y sus 19,2 puntos, 7,2 rebotes y 3,2 asistencias de media llamaron la atención del Bilbao Basket. “La LEB Oro no tiene nada que ver con aquello. Cualquier jugador o equipo al que te enfrentas es bueno, puedes perder contra cualquiera y el desafío es constante. Me gusta esta competición, supone un buen reto tanto para mí como para el equipo. Creo que en general lo estoy haciendo bien. He tenido partidos buenos y malos, pero creo que en la parte final de la temporada se va a ver al mejor Kevin Larsen”, afirma.

SU GRAN AMIGO JAVI El pívot danés asegura que está disfrutando de Bilbao -“es una ciudad preciosa, casi tanto como Copenhague”, dice entre risas- y destaca el gran ambiente que se vive en el vestuario de los hombres de negro, aunque en las celebraciones, las presentaciones y los entrenamientos se ve que tiene una complicidad especial con un compañero: Javi Salgado. “Javi es mi hombre, le adoro. Me ayudó mucho cuando llegué. Muchas veces aterrizas en un sitio nuevo e inmediatamente conectas con alguien sin que exista un motivo especial. Para mí, esa persona es Javi. Me divierto mucho con él. Cada vez que anota le dedico alguna celebración loca. Es un muy buen tío, hemos hecho una buena amistad”, destaca.

Base y pívot tienen una anécdota en común. En las presentaciones sus nombres son citados de manera encadenada (Kevin juega con el número 13; Javi, con el 14) y en su primer partido de pretemporada Larsen se llevó su ración de aplausos, pero se quedó ojiplático ante la abrumadora ovación que se le rindió al de Santutxu. “Yo aún no era consciente de lo que suponía Javi para el baloncesto vizcaino y me llamó muchísimo la atención lo mucho que le aplaudieron. Le vacilé y le dije: Ey, voy justo antes que tú o sea que cámbiate de número porque te aplauden mucho más a ti que a mí, me quitas protagonismo y eso me pone triste. Es una buena broma que tenemos”, recuerda entre carcajadas.

LA PIERNA DE ORO El danés asegura que fuera de la cancha es un tipo tranquilo que disfruta pasando horas jugando a los videojuegos? y con el fútbol. “¡Ojalá jugásemos algún día un partidito de fútbol en el entrenamiento, destrozaría a todos! Si me consiguieran una prueba para jugar de delantero con el Athletic, entraría en el equipo, te lo juro. En Dinamarca a mi pierna derecha le llamaban The Golden Leg. Podía poner el balón donde quería y no te estoy tomando el pelo”, afirma sin dudar para añadir acto seguido que “me da mucha rabia no haber sido futbolista profesional. Si yo tuviera el cuerpo de Javi Salgado estaría en la Premier League, te lo aseguro”.

Larsen ya ha presenciado un partido en San Mamés y ha disfrutado de la experiencia. “Me llamó la atención el ambiente: mucha gente y muy buen rollo. Me lo pasé muy bien. Vivir un partido de fútbol en el estadio siempre es algo increíble”, apunta, aunque sus preferencias no van precisamente por LaLiga: “La Premier es mi liga favorita porque hay muchos buenos equipos y por el ambiente que se vive en los estadios en cada partido. También me gusta la liga italiana. ¿La española? Bufff, no me gusta demasiado. Es siempre el Barcelona, el Barcelona... Y a mí ese equipo no me gusta demasiado”.

Larsen tiene muchas expectativas puestas en el Bilbao Basket para lo que resta de curso. “No está siendo una temporada perfecta pero todavía podemos conseguir nuestros objetivos y creo que lo vamos a hacer. Solo tenemos que seguir jugando de la misma manera que lo hicimos contra el Betis, entrenando con la misma intensidad, y no creo que nadie pueda ganarnos a ese nivel. Cuando tienes un equipo como este, el objetivo tiene que ser subir a la ACB. La afición y la ciudad lo merecen. El Bilbao Basket pertenece a la élite”, dice absolutamente convencido un jugador que asegura que “mi meta personal es ser feliz allá donde juegue. Evidentemente, todos soñamos con jugar algún día en la NBA, pero para mí un buen reto sería llegar a una liga como la ACB”. Y dicho esto, coge el balón de baloncesto entre sus manos y se dirige al vestuario mientras recuerda que está dispuesto a mostrar sus dotes futbolísticas a todo aquel que las quiera ver. Un pívot con alma de delantero.