Durante su periplo en el grupo Platero y Tú, Adolfo Cabrales, Fito, entonaba en la canción Tras la barra del bar que "siempre el cliente no tiene la razón". En la alta montaña, en el himalayismo, en el Everest al menos, es así. El cliente no siempre tiene la razón.
En otoño de 2019 el Everest se impuso al humano. Nadie doblegó a la naturaleza. Ninguno fue capaz de pisar el El Techo del Mundo. Kilian Jornet, que en 2017 logró la gesta de hollar la cumbre en dos ocasiones en el transcurso de seis días y sin oxígeno artificial -la primera en 26 horas desde la cota de 5.100 metros y la segunda en 17 desde los 6.500-, fue uno de los alpinistas que cedieron a las exigencias de la montaña.
Dentro de una de las expediciones que renunciaron a la cima estaba el CEO de una de las compañías afincadas en Silicon Valley. El multimillonario Zac Bookman, líder en la meca de la tecnología, pensó que su inversión en el himalayismo le reportaría la satisfacción de alcanzar la cumbre más alta del planeta, como si el dinero fuera garantía de éxito. Jamás aceptó que en el mundo hay cosas que no se pueden comprar.
La expedición de Bookman no superó la cota del Campo Base. Garrett Madison, propietario de Madison Mountaneering, un servicio boutique de guía de montaña, tal y como se promociona la compañía, fue quien adoptó la decisión de no proseguir con la ascensión, anulando así cualquier intento de ataque a la cima. Como líder de expedición, Madison presume de ser el principal guía estadounidense de viajes al Everest, a cuya cima, asegura en el portal digital de la empresa, "ha llevado personalmente a más de 70 alpinistas (clientes)".
Ninguno de los presentes, con la excepción de Jornet, que trazó una ruta alternativa, superó la cascada de hielo del Khumbu, el primer obstáculo y uno de los más peligrosos de la ruta del Collado Sur. La razón era la presencia de un amenazante serac del tamaño de un edificio de una quince plantas. El enorme bloque de hielo podía desprenderse y provocar una catástrofe como la que en 2014 condujo a la muerte a dieciséis sherpas.
Para Bookman, abandonar el intento por la posibilidad de que el serac se desprendiese, no fue argumento suficiente para renunciar a la escalada. Debido a ello, en 2020 interpuso una demanda contra Madison reclamando el pago de 100.000 dólares por incumplir el contrato y por fraude, a pesar de que Bookman había estampado su rúbrica en un contrato en el que se contemplaba la posibilidad de tener que renunciar a la cumbre por causas relacionas con la seguridad, la climatología u otros motivos. Según Bookman, anular la ascensión por el riesgo de que el serac se desprendiera era como si se evitase cruzar un bosque por el peligro de la caída de un árbol.
El caso tuvo su repercusión y Madison logró el soporte de un prestigioso bufete de abogados que se prestó de manera gratuita para su defensa, basada en el argumento de que la cancelación de la expedición estaba contemplada en el contrato por razones de seguridad.
Finalmente el juicio se ha resulto en favor de Madison y su agencia. El juez ha concluido que "el miedo a las demandas y las repercusiones financieras de las mismas pueden conducir a lesiones, enfermedades y muertes para los clientes, guías, sherpas y otros profesionales de la montaña".
La resolución del caso ha sido celebrada por las diferentes agencias y los sherpas que ejercen de guías, ya que un dictamen desfavorable a Madison y su empresa podría haber sentado un peligroso precedente para las expediciones de alta montaña, que cada vez acogen a más turistas de altura, personas que en muchos casos están insuficientemente preparadas para reconocer las condiciones de la montaña y calibrar los riesgos que se asumen en una ascensión, pero que sin embargo demandan garantías de éxito en los pagos de sus expediciones. En el Everest, al menos, el cliente no siempre tiene la razón. Prevalece el juicio de los expertos y las exigencias de la madre naturaleza.