I el coronavirus ha provocado situaciones inéditas en el deporte, las que se están viviendo antes del Abierto de Australia de tenis están rozando el surrealismo. La cuarentena obligatoria y estricta que deben pasar los tenistas y las tenistas que van a competir en el primer grande del año está dejando escenas impensables para tratarse de las semanas previas a una cita de la más alta exigencia y acompañadas por la polémica desde el mismo momento en que se produjo el traslado masivo a un país que no se anda con miramientos para atajar la propagación de virus. En Australia el virus está casi extinguido y no quieren por nada del mundo que se vuelva a esparcir.

En esos aviones que llegaron desde los países del Golfo Pérsico, donde se disputó la fase previa del Grand Slam, se detectaron casos positivos de covid y las autoridades australianas decretaron que los 74 tenistas que iban en ellos fueran inmediatamente confinados en sus hoteles en Melbourne, sin posibilidad de utilizar las cinco horas que se les ha concedido para entrenar con sus reducidos equipos. El caso más llamativo fue el de la catalana Paula Badosa, quien sufrió esa reclusión por un positivo ajeno, pero que acabó siendo positivo ella misma, igual que su entrenador, y eso le obligará a prolongar su cuarentena y quizás a ver comprometida su participación en el Grand Slam. Tampoco estará en Australia Andy Murray, quien pasó el covid a finales de año y no ha encontrado la manera de viajar y seguir la cuarentena fuera de las pautas y fechas oficiales.

Ha habido quien ha comparado esta nueva burbuja con estar en una cárcel, quien ha criticado las medidas por considerarlas excesivas y lesivas para su carrera y se arrepienten de haber viajado a la otra punta del mundo y también, claro, quien ha alabado el esfuerzo de las autoridades por tener controlados a los deportistas y sus entrenadores y permitir que el torneo australiano pueda desarrollarse con cierta normalidad en estos tiempos de pandemia, de la que el año pasado se libró. Pero lo que más ha molestado ha sido el diferente trato a las estrellas de cada circuito, que están en Adelaida en condiciones mucho más favorables, y que Craig Tilley, máximo responsable de Tennis Australia, ha justificado porque “se lo han ganado”. En cambio, a los más modestos les ha tocado estar catorce días encerrados lejos de toda comodidad y en espacios más reducidos. También ha habido quejas por la continua presencia de aficionados y periodistas en las inmediaciones de los hoteles en busca de imágenes más propias del confinamiento de hace nueve meses que ilustraran una preparación alejada de cualquier lógica deportiva. Así, se ha visto a tenistas, como el propio Novak Djokovic, participar del show, quienes dispongan de ellos. A otros, utilizar colchones para frenar el impacto de la bola mientras ejercitan sus golpes para no perder los automatismos y el tono muscular. La mayoría ha querido poner al mal tiempo buena cara, tomárselo con calma y resignación, y han usado sus redes sociales para entretener a sus seguidores y mantener la motivación en el aislamiento. Bicicletas estáticas, mancuernas, gomas extensoras, esterillas, llenan las habitaciones tanto como las raquetas mientras todos y todas esperan regresar esta próxima semana en los torneos ATP y WTA que se han organizado en formato burbuja en Melbourne y en la ATP Cup de la siguiente, que será una prueba con fuego real. Se ha retrasado un día el inicio de los mismos para que los tenistas lleguen en las mejores condiciones físicas, aunque lo que permanece inamovible es el 8 de febrero como fecha de inicio del Abierto de Australia de la pandemia.

Los jugadores y las jugadoras se mueven bajo estrecha vigilancia y control por pasillos de seguridad y deben entrenarse en grupos reducidos y siempre contra el mismo rival. La organización evita que los distintos grupos coincidan en las pistas, que son convenientemente desinfectadas después de cada entrenamiento. Y de abandonar las habitaciones fuera de los horarios habilitados, ni hablar. No es la mejor manera de afrontar un Grand Slam que demanda máxima exigencia física y mental, el riesgo de lesión está ahí, pero no está el tenis ni el deporte para desperdiciar oportunidades de competir. En Australia lo han tenido claro: o lo tomas o lo dejas.