Bilbao. Marco Simoncelli (20-I-1987, Cattolica/23-X-2011, Sepang), bravo gladiador italiano de 24 años, que reine ahora la paz en él.
Asistí a la segunda vuelta del Gran Premio de Malasia de MotoGP. El circuito de Sepang daba sostén a las monturas. Maldito piso ayer. Pedrosa y Stoner comenzaban a poner tierra entre el resto de perseguidores. Honda volvía a reinar. La ausencia de las Yamaha de Lorenzo y Spies, ambos aún convalecientes por lesión, hacían presagiar un monopolio en la anteúltima cita del calendario. Marco Simoncelli y Álvaro Bautista se debatían por la cuarta posición. Cuando el italiano negociaba la curva 11, su moto perdió agarre en el tren trasero. Lo hizo lenta y progresivamente, lo que motivó a SuperPippo a intentar mantener el equilibrio para enderezar la Honda. Aferrado a su máquina como quien se agarra a la vida. Pero su ángulo de inclinación y la adherencia de sus neumáticos tocaron límites. Los traspasaron. Marco se fue al suelo y lo hizo hacia el interior de la curva. La inercia le dejó allí en lugar de concederle la coartada de escaparse hacia la grava. Un destino fatal condicionado por causas ajenas.
Bautista libró al italiano. También lo hizo Nicky Hayden y por los pelos. Sin embargo, Colin Edwards y Valentino Rossi, amiguísimo este de Sic, no pudieron esquivar al piloto caído. Fue arrollado por estos. Las imágenes, espeluznantes, con el casco despedido y saltando por el asfalto y la hierba, ya desde el primer momento hacían presagiar lo peor. En la memoria, el más fresco por fatal recuerdo. El del japonés Shoya Tomizawa, fallecido en 2010 después de ser atropellado por Alex de Angelis y Scott Redding.
Simoncelli fue atendido inmediatamente por las asistencias del circuito malayo, quienes le trasladaron hasta las dependencias médicas del propio trazado. En la clínica, los médicos intentaron reanimarle durante 45 agónicos minutos. Pero el cuerpo de Marco no atendió a la llamada de la vida. Las consecuencias de su accidente habían sido fatales. "Simoncelli entró en parada cardiorrespiratoria como consecuencia del fuerte impacto que recibió en la cabeza, cuello y pecho, por lo que se procedió a su intubación y a la realización de maniobras de recuperación durante más de 45 minutos, pero resultaron vanas y a las 16.56 horas (8.56 GTM) se declaró muerto al piloto", informó el director médico del grupo que atiende a todos los pilotos a lo largo del Mundial, Michele Macchiagodena. Al hilo de la desgracia acompañó la noticia de la dislocación del hombro izquierdo de Edwards. Pecata minuta. Nada ayer.
Entonces, se hizo el silencio en la conferencia de prensa. Las miradas buscaban la nada. O un por qué ante el que nadie puede responder. Minutos antes, cuando ya se sabía del estado crítico del piloto, la prueba había quedado suspendida, cuando Kate, la novia de Marco, sollozaba en el box de Gresini temiéndose lo peor, contraria a la entereza del padre, Paolo. Dichoso destino que quiso liquidar la vida de Simoncelli en el mismo escenario en el que alcanzó su mayor éxito deportivo, la corona de campeón del mundo de 250cc, lo más cerca que había estado del cielo.
"No sé qué decir en un día así. Solo sé que te echaremos de menos. Descansa en paz", envió Jorge Lorenzo. Una voz unísona, la del paddock. "Cuando cosas como estas pasan te recuerdan lo preciosa que es la vida", filosofó fríamente Casey Stoner.
Sobre seguridad, arremetió un compatriota, el más laureado de todos los tiempos, Giacomo Agostini. "Hay que detenerse ante tantos progresos (en los neumáticos), hacer las cosas como antes, sin ir al extremo. Queremos que el neumático dure desde el principio al fin, sin que se reduzcan sus prestaciones, y presionamos a los técnicos a que construyan neumáticos que duren. Sería más justo hacer como en mis tiempos, cuando el neumático se desgastaba y se iba más lento, hasta llegar todos a la meta en las mismas condiciones". Quizá, la única voz crítica ayer con los mordaces escrúpulos del deporte. Y autorizada, que velaba por Marco. Ciao SuperPippo.