“Amante de la música antes que músico”. Así se califica Gorka Urbizu, quien fuera líder de los rockeros Berri Txarrak y ahora navega con éxito en solitario en un tono más sereno e íntimo, entre el pop y el folk. La definición ha cobrado fuerza en julio, ya que mientras participa en varios festivales de verano como el de Teatro de Olite y el Hatortxu Rock, aprovechó para grabar dos canciones en los legendarios estudios de Abbey Road, donde “se cambió la forma de grabar discos”, asegura el navarro, que ha utilizado un estudio y una instrumentación usada hace más de medio siglo por The Beatles o Pink Floyd, entre otros mitos. “Va a ser una ruina económica, pero nunca lo olvidaré porque es una cumbre en mi carrera”, apostilla a Grupo Noticias.
No es el primer músico vasco que recala en Abbey Road – recuerdo ahora a los también navarros Baobabs–, pero ¿cómo acaba allí, es cumplir un sueño y trabajar en un estudio que ha marcado la música popular de los últimos 60 años?
-Es el estudio por antonomasia, y concretamente el Studio 2 fue el epicentro desde el que se cambió la forma de grabar discos. Me considero amante de la música antes que músico, así que sí: es un sueño cumplido y lo considero una cumbre en mi carrera.
¿Cómo vivió la experiencia, qué sintió al entrar y, desde entonces, pasar a ser parte de la historia de un escenario mítico?
-Confieso que la previa con el management de Abbey fue bastante farragosa. Es hoy en día un museo y un lugar de peregrinaje casi más que un estudio, lo me hacía dudar si no estaríamos yendo a un parque temático carísimo. Había mucha obsesión con respetar el patrimonio, la toma de imágenes, los permisos... Entiendo que es un lugar sagrado que hay que cuidar, pero yo no voy de turismo, voy a grabar.
¿Se llegó a emocionar?
-Una vez entras en esa sala se hizo la luz. Pocas veces me ocurre y me da un poco de vergüenza admitirlo, pero me derrumbé y me puse a llorar de emoción; no podía parar. Está exactamente como la conocemos de mil documentales que has visto: el suelo, los paneles, el piano de Paul McCartney, toda esa microfonería vintage a tu alcance... Fue como un viaje en el tiempo. Yo sé que los músicos podemos ser un poco brasas con estas cosas, pero la vibración es real: no existe otro lugar como este.
Amy Winehouse, The Beatles, Pink Floyd… muchos de los grandes han pasado por allí. ¿Es gente que le ha marcado?
-Indudablemente. La lista de artistas que han pasado por allí da un poco de vértigo. No soy ningún experto en nada, ni soy obsesivo con este tipo de mitomanía, pero me hacía una ilusión tremenda, Al mismo tiempo me invadió una sensación de respeto. Ya desde tiempos de Berri Txarrak había tanteado la posibilidad de grabar algo allí, y ahora se han dado las condiciones y me he tirado al barro. Mientras componía Hasiera Bat (su debut) hice un experimento, que consistía en salir a pasear y escuchar un disco entero de los Beatles antes de ponerme a escribir: un día el Rubber Soul, otro Revolver, otro St. Peppers... Así que, de alguna manera cierro ese círculo (risas).
Creo que hay instrumentos y múltiples detalles, incluido el suelo y un sinfín de fotografías, que recuerdan los discos que se grabaron allí. ¿Qué es lo que más le impresionó? En el caso de los instrumentos, ¿pudo utilizar alguno?
-El mismo piano que se escucha en Obladi Obladá está ahí, y lo hemos utilizado en una canción. Ha habido algo de juego, lo que ha sido muy bonito. Éramos conscientes de dónde veníamos y hay algún guiño beatleiano en estas pistas; fue muy divertido a ese nivel. Los pasillos ya impresionan, eso es así. Todas esas leyendas de la música mirándote desde las paredes...
Se liga a Abbey Road a la historia, pero ¿técnicamente es un estudio a la última, incorpora mesas o micrófonos de última generación? ¿Es una mezcla de tradición, de museo, y modernidad?
-La sensación que da es que hoy en día, aparte de toda la maquinaria de merchandising en la tienda, el estudio 1 y 3 son los que más activos están, y el 2 lo usan más para grabar sesiones en vídeo. Estando allí, por ejemplo, nos interrumpió el equipo actoral de Sam Mendes, que venían con el hijo de George Martin a ver el estudio para las cuatro películas sobre los Fab Four que están grabando. Lo más decepcionante quizás ha sido el backline que te ofrecen para alquilar (amplificadores, guitarras, batería...). En cualquier estudio top de aquí tienen mejor material. Sin embargo, con la microfonía o los compresores, te puedes volver loco. Es material único, antiguo pero en perfecto estado y los asistentes estaban a lo que pidieras para moverlos de sitio, probar cosas...
¿Económicamente le resulta rentable, es muy caro?
-Este EP va a ser una ruina, soy consciente de ello. Todo lo que hago es autoproducido, así que me dejo parte de los ahorros de la gira en esta grabación, pero lo tomo como una inversión en algo inmaterial, que por lo general es lo más importante. Las cuentas no salen, pero yo jamás olvidaré que grabé en el Estudio 2 de Abbey Road.
¿Cuántos días estuvo allí y en qué formato? Creo que llevó a Carlos Aranzegi, el ‘máquina’ vasco de las baquetas.
-Estuvimos dos días. Grabamos en cinta gran parte del proyecto, tuvimos que pelear por ello. Sí, Aranzegi está ahora en mi banda de directo y él ha sido el encargado de las baterías. Jordi Matas ha estado al bajo y Joan Pons de ingeniero.
Hábleme de la grabación, de esas dos canciones, que no sé si tienen ya títulos. Creo que serán parte de un Ep similar al último que publicó tras ‘Hasiera bat’. De hecho, ya se llamaba ‘Bakan (1)’, lo que parecía anunciar su continuidad.
-Así es. Este año decidí grabar una serie de EP 7 pulgadas de nombre Bakan. que significa infrecuente, singular... En Chile algo bacán es algo increíble, muy bueno, y los fans chilenos me lo recuerdan en cada post (risas). Cada disco tendrá dos canciones, una por cada cara. Las de Abbey Road compondrán Bakan II, que saldrán en octubre, de cara al fin de gira.
Por cierto, el primer EP incluía ‘Herri txiki’, en mi opinión uno de sus mejores temas en solitario.
-Gracias, creo que es un tema que emana buenas vibraciones. De alguna manera, las canciones de Bakan I podrían tomarse como un apéndice de Hasiera Bat, con ese sonido austero y crudo pero mullido. Bakan II tendrá otro aire. No es algo premeditado, simplemente han surgido así. He partido de riffs que he compuesto en pruebas de sonido de esta gira.
¿Sigue dispuesto a grabar canciones sueltas? Es curioso, le imagino más siguiendo el concepto ‘old school’ del disco conjunto, con una atmósfera y un digamos concepto más unitario aunque, al mismo tiempo, en los inicios de la música pop y rock, dominaban los singles y Eps.
-En verdad me siento en terra incógnita y echo de menos el concepto de disco, que es mi hábitat natural. En un disco, cada canción contamina la de al lado y cobra otro sentido según la secuencia. Me encanta que eso ocurra, es como con los colores, que te parecen más o menos claros según al lado de qué otro color los coloques.
¿Entonces?
-Sucede que hacer un disco requiere muchísimo esfuerzo y no me veía aún con energía para ello. Hasiera Bat sigue muy vivo y creo que hay que reivindicar el tiempo de vida de nuestras obras, ahora que prima el consumo rápido más que la escucha atenta. Pero al mismo tiempo me generaba desazón tener solo 10 canciones en solitario, lo que me obliga a tirar de repertorio antiguo, versiones... La serie Bakan me permite grabar nuevo material, plantear cada mini grabación desde un prisma distinto... En fin, sigo con mi búsqueda, que es de lo que se trata. Pero es verdad que al grabar canciones sueltas parece que tuvieras que resumir todo lo que quieres expresar en este momento de tu carrera en 3 minutos y eso le añade una presión extra que intento olvidar. Son solo dos canciones: nada más que eso, y todo eso al mismo tiempo.
De hecho, creo que ‘Hasiera bat’ tiene ese contexto de obra conjunta, con arreglos y un sentimiento de una época y una autoría concreta.
-Sí, para mí es importante dotarle de un sentido a los discos. En Hasiera Bat hay un concepto estético muy concreto y no fue fácil llegar a ese nivel de (aparente) sencillez. Estoy muy contento porque creo que es un trabajo que pone pie en pared a muchas de las tendencias actuales como la saturación de imágenes, el hype, las prisas, la ansiedad por reventarlo... Mi música no va de eso. Eres bienvenido/a a nuestro universo, pero si no quieres entrar, no pasa nada.
¿Se ha sorprendido por la recepción al debut? Usted y esas canciones están recibiendo mucho cariño, sobre todo en directo.
-Muy feliz, la verdad. Crear es creer, y por lo tanto, dudar. Yo no sabía qué ocurriría con esta propuesta, así que me siento muy afortunado de seguir aprendiendo y del camino que están haciendo estas canciones.
Estuvo varios años sin dar señales de vida tras disolverse Berri Txarrak. ¿Tuvo dudas respecto a seguir y a cómo retomar la actividad?
-Fueron cuatro años fuera de los focos. Lo necesitaba. Sabía que volvería en algún momento, pero quería dar con un nuevo lenguaje y esa búsqueda no fue nada fácil.
¿Las nuevas canciones tienen ese hálito tranquilo y orgánico, entre el pop y el folk, del repertorio de ‘Hasiera bat’ o podemos sorprendernos con su sonido?
-Hay menos contención. En cuanto al sonido, hemos aprovechado el room que nos ofrecía el Studio 2 y habrá más elementos: piano, violín, mucho coro... Pero bueno, los elementos base seguirán ahí: habrá emoción y melodía, habrá luz y también una fina película de oscuridad.
¿Planes para verano y hasta fin de año? ¿Habrá que esperar a 2026 para ver un disco largo o seguirá con los Eps?
-En verano tenemos varios festivales y ya encaro el final de gira en noviembre con ocho conciertos en Euskal Herria: cuatro Victoria Eugenias en Donosti, dos Baluartes en Iruñea y dos Santanas 27 en Bilbo. Solo quedan entradas para el 31 de octubre en Bilbao.
¿Algo previsto en su faceta como productor tras la M.O.D.A.?
-Tengo alguna propuesta encima de la mesa, pero tengo que ver si cuadra la agenda.
Por cierto, para concluir: ¿hay foto en el famoso paso de cebra de Abbey Road?
-Me temo que sucumbimos al topicazo, sí. (risas).