Habían prometido un fiestón de rock´n´roll… y a fe que cumplieron. El regreso de The Flying Rebollos a Bilbao, 25 años después y tras dos bolos preparatorios en Urduliz y Valladolid, cumplió con la expectativas y el combo, reforzado con amigos y antiguos miembros, saqueó su exigua pero obligada discografía entre toneladas de sudor, entrega, nostalgia, guiños musicales, cánticos corales y una alegría y diversión desbordante.

En lo que pudimos ver del bolo de los Rebollos –no entero porque antes habíamos pasado por Euskalduna para ver cómo The Rumoours of Fleetwood Mac daba cuenta con oficio del repertorio del mítico grupo–, el grupo, uno de los mejores que ha dado Bizkaia ligado a la electricidad del rock y su antecedente negro del blues, puede sentirse orgulloso de este regreso, esperemos que no sea solo puntual, tras 25 años de barbecho.

Los Rebollos cogieron sus instrumentos y se subieron a un escenario porque, antes que músicos, eran devotos fieles de la religión del rock y el blues. Así lo demostraron el sábado a la noche –esperamos que, como Moris, cobraran– en Santana 27 ante un nutrido y entregado aforo. Con la pasión y la espontaneidad del advenedizo y el sabor del veterano, que diría Loquillo, golpearon a saco con el repertorio de sus dos únicos discos –Verano de perros (1993), y Esto huele a pasta! (1998)– entre guiños cómplices a la discografía de artistas y grupos tan dispares como los Stones, vía sus adorados Burning, Los Brincos, The Knack o Santana.

Entre amigos

No escuchamos mención alguna a With a Little Help of My Friends, de The Beatles, pero no habría desentonado en una velada desbordante de riffs en la que el sexteto actual se rodeó de amigos, colegas y antiguos miembros al atacar su repertorio con saña y actitud. Del refuerzo con una sección de metales, como los últimos Burning, al jarrillero y exExtremoduro, exNeurosis, exZer Bizio? y Parabellum Iñaki ‘Milindris’ Setién a la guitarra acústica, pasando por Álvaro Arribas al saxo y, sobre todo, el batería original de los Rebollos, Polako, actual manager de Fito y Fitipaldis.

Con Polako a las baquetas en Cuatro acordes, aquello ya fue la bomba, “un golpe de suerte”. Bastaba ver la cara del guitarrista Txus Alday para entender la conexión de la furgoneta y la amistad compartida. “Así somos los Flying Rebollos de verdad”, llegó a decir, entre ajustados riffs y algún solo, aunque ahí se lució el sudado y entregado Gorka Bringas, con sus guitarras exudando r&b, mientras la voz y la presencia escénica de Edorta Arostegui al micro fueron dejando caer En el bar, Modesta, Vete, Mis amigos, Nadie va a hacer nada por ti, Verano de perros, Verano del 82…

Candela de la buena, sí. Con la peña entregada, sudorosa y una sonrisa que no le cabía en la cara y el recuerdo a los amigos que no pudieron pasar por el escenario en este regreso. Faltó el ex Platero y Tú y exExtremoduro Iñaki ‘Uoho’ Antón, cuya presencia se esperaba, y, sobre todo, el añorado armonicista de la banda, Lalo, aquejado de serios problemas de salud y por quien brindaron por él antes de que sonara En el bar. 

Los Rebollos demostraron que tienen gasolina suficiente y si sus miembros resisten la presión y pasar de un regreso “sin pretensiones”, solo para divertirse y disfrutar unas pocas veladas, y dan el paso anunciado, el de grabar algunas canciones nuevas y abrir las fechas para protagonizar una mini gira que, seguro, abarrotaría garitos de aforo medio de todo el Estado, queda fiestón para rato. Porque tienen mimbres, actitud y canciones suficientes. Y un público dispuesto a divertirse y sudar con ellos. Los Rebollos no son cosas de ayer.