El pianista bilbaino Joaquín Achúcarro ha triunfado en su concierto en el museo Guggenheim de Nueva York, un nuevo reencuentro ante el instrumento que conoció de niño, que le sigue fascinando y al que quiere dedicarse "todo lo que pueda".

"No creo que haya muchos pianistas de 90 años que sigan tocando, estudiando y amando a la profesión como la estoy amando yo", reconoce el maestro con afabilidad unas horas antes del recital de la noche, en el que volverá a sumergirse en las partituras de Brahms, Chopin, Debussy, Falla y Albéniz.

Nacido en Bilbao en 1932, Achúcarro cree haber entrado en contacto con un teclado a los 3 años, aunque "empezar en serio fue otra cosa", y asegura que "cada vez más" le gusta tocarlo y "hablar" con los compositores clásicos a los que interpreta, reconociendo que la edad es un arma de doble filo.

"(Son autores) que han escrito cosas fantásticas, no me las puedo aprender todas porque no sé si me va a dar tiempo", comenta, expresando de manera poética la "fascinación" que siente al escuchar sus piezas como "olas rompiendo contra rocas". "Todos tenemos algo que aprender de ahí", aconseja.

PRÁCTICA ANTE TODO

Para Achúcarro, que a la pregunta de si es posible alcanzar la perfección responde sin dudarlo con una honesta negativa, la práctica del instrumento sigue siendo necesaria, pero las horas que acumula cada día -tras el concierto prevé descansar, admite- están lejos de las cifras de una época en la que tuvo dudas, en sus inicios.

"Hubo un momento de mi vida que pensé que el tren se iba y yo no lo alcanzaba", revela sobre su trayectoria, que pasa por las principales capitales del mundo y que ha inspirado a numerosos pianistas, algunos de ellos alumnos suyos que hoy trabajan en importantes instituciones y de los que se siento orgulloso.

"Durante dos meses estuve estudiando 48 semanales cronometradas. Y conseguí ganar el concurso de Liverpool (1959), luego tuve un buen debut en (la Orquesta Sinfónica de) Londres, y empezó a rodar una bola de nieve que todavía está rodando, no ha habido el deshielo", resume.

MAYOR PERFECCIÓN

Parte de la carrera de Achúcarro está ligada a la enseñanza, tanto en la Universidad Metodista del Sur de Dallas (Texas), donde es profesor, como en la fundación a su nombre, que tiene como misión mostrar, educar y promocionar las carreras de pianistas desarrollando a la vez su legado.

Desde esa posición de mentor dice ofrecer su "verdad" para que las nuevas generaciones encuentren "la suya", y desde ella observa también un talento que no se limita solo a los pianistas asiáticos, a los que ha halagado en muchas ocasiones, sino también a los europeos y americanos.

"Cualquier pianista de hace 50 años hubiese vendido su alma al diablo por tocar como cualquiera de estos que vienen a los concursos. Ha habido una subida en la perfección", declara, aventurando si es gracias a una mayor facilidad para escuchar y ver las obras, y analizarlas.

PASADO, PRESENTE Y FUTURO

Inmerso en esta gira de aniversario, que se inauguró en Washington DC, ha pasado por Dallas y Chicago, y seguirá en Houston y Miami, el pianista revive momentos de cada lugar, y en la Gran Manzana recuerda especialmente una actuación del director de orquesta indio Zubin Mehta.

Asimismo, se fija en el presente, haciéndose eco del reciente nombramiento como codirector artístico de la Filarmónica de Nueva York de su exalumno Alessio Bax, y apuntando que "no todos llegan a ese nivel".

Achúcarro también mira al futuro, para el que tiene un claro proyecto: "Tocar el piano", responde en un susurro. ¿Siempre? "Todo lo que pueda", concluye.