En época estival no solo aumenta el tránsito de los viajeros, sino que también se incrementa el desplazamiento de las obras de arte. Los préstamos entre instituciones museísticas son habituales para completar las exposiciones temporales y, de la misma manera que se solicitan estos depósitos, también se atienden y conceden. El Museo de Bellas Artes, por ejemplo, ha gestionado el préstamo de 1.903 obras en los últimos diez años y entre las obras más demandadas se encuentran Lavanderas en Arlés, de Paul Gauguin, o Figura tumbada en espejo, de Francis Bacon. Desde su creación hace 25 años, al albergar una colección mucho más reducida, el Guggenheim apenas ha tramitado medio centenar de préstamos con obras como Villa Borghese, de Kooning, o Untitled, de Rothko. En cualquiera de los casos, el procedimiento para formalizar los préstamos es igual de riguroso.

‘Villa Borghese’, cuadro de Willem de Kooning. | FOTO: MG

Recién llegado de un viaje de Roma, donde ha recogido una de las obras que la centenaria pinacoteca bilbaina había prestado a la Scuderie del Quirinale, Javier Novo, jefe del Departamento de Colecciones de Museo de Bellas Artes, expone que atienden a peticiones tanto estatales como internacionales. “El mundo del préstamo es muy amplio y la realidad es que es un engranaje absolutamente engrasado. Parte de unas dinámicas que están muy bien definidas y que en verano se multiplican porque todo el mundo quiere tener las programaciones presentadas de cara a los visitantes”, revela Novo, quien concreta que actualmente el museo que representa cuenta con 75 obras en préstamo. “Ahora tenemos obras en Caen, Roma, Copenhague... pero también en Madrid, Zaragoza, Sevilla, Lleida, Valencia, Vigo. Hasta en San Telmo, en la exposición de Chillida. Hay una buena cantidad de obras dispersadas”, revela el jefe del Departamento de Colecciones.

Característica obra de Mark Rothko, ‘Untitled’. | FOTO: MG

Sonia Núñez, coordinadora de Registro del Museo Guggenheim, admite que su caso, en comparación, es diferente. “Las galerías las tenemos con obras de arte de la colección y eso limita el préstamo a otras instituciones”, indica Núñez, quien asevera que la pandemia también ha afectado a un tránsito de obras que ahora se está retomando. Este año han sido dos los préstamos que han realizado y uno de ellos no ha viajado lejos: se trata de Ensayo de desocupación de la esfera, de Jorge Oteiza, que actualmente está en Donostia. “Vamos a celebrar el 25 aniversario del museo y a partir de septiembre se va a llenar el museo con obras de la colección, es una obra que retornará al museo para incluirse en la exposición Secciones / Intersecciones. 25 años de la Colección del Museo Guggenheim Bilbao”, concreta la coordinadora de Registro, quien indica que, a lo largo de estos años, las obras del Guggenheim han viajado a Australia, China, Gran Bretaña, Francia, Alemania o Estados Unidos.

‘Lavanderas de Arlés’, de Paul Gauguin. | FOTO: MUSEO BELLAS ARTES

Mecanismos canónicos

En palabras de Novo, “los mecanismos de préstamo son canónicos: hay una carta de petición que se manda con dos o tres años de antelación”. A partir de que se recibe esa petición, la maquinaria comienza a funcionar. “Se hace un documento que se tiene que rellenar por diferentes departamentos técnicos”, asevera Nuñez, quien revela que primero se empieza por el Departamento Curatorial, que analiza si la exposición en cuestión va a aportar algo a la obra. “El Departamento de Conservación determinará las condiciones que deberá tener en galería, tanto ambientales como de seguridad. Y el de Registro concretará cómo tiene que ser el seguro o el transporte, así como el acompañamiento que requerirá”, indica Núñez, quien especifica que después de recibir el visto bueno de los responsables de cada departamento, el préstamo tiene que ser ratificado por el patronato.

‘Retrato de la condesa Mathieu de Noailles’, de Zuloaga. | FOTO: MBA

Para acompañar a las obras, tanto a la ida como a la vuelta, las instituciones museísticas de primer nivel cuentan con una figura que se hace llamar correo. “Se encargan de supervisar que la obra no ha sufrido daños. Desde el punto de salida hasta el retorno hay muchos agentes, desde el transportista, el equipo de montaje, los visitantes… hay una serie de circunstancias que se tienen que ir chequeando para determinar el estado en el que se encuentra la obra”, expone Novo, quien a menudo cumple esas funciones de correo verificando en destino que la obra que recoge está en el mismo estado que cuando fue depositada. “La figura del correo es del equipo de Registro o bien del equipo de Conservación, es el que se encarga de la instalación porque siempre hay un riesgo mayor a la hora de instalar la pieza. El equipo Curatorial hace el desmontaje”, asegura.

Francis Bacon es el autor de ‘Figura tumbada en el espejo’. | FOTO: MBA

Elección del transporte

Antes de que el correo deje la obra en la institución solicitante se debe decidir cómo va a viajar. Fundamentalmente, las obras viajan por vía terrestre, en cajas específicas y en camiones con cabinas climatizadas. “Cuando es aéreo va en cabina interior, en un espacio específico, en el que se supervisa cómo se ubica. La particularidad se da cuando rebasa los 1,6 metros. Entonces tiene que ir en carguero y eso es más costoso”, revela Javier Novo. En el caso del Guggenheim, donde trabajan con arte contemporáneo, Nuñez indica que “algunos formatos son muy difíciles de manipular o de embalar”.

Por ese motivo, considera Novo, es difícil que se realicen préstamos de escultura. “Si son de mármol y se quiebran no tiene solución y los embalajes son costosísimos, igual que el transporte. Hay un mundo que no es viable, más allá de la voluntad”, exterioriza.

A juicio del jefe del Departamento de Colecciones del Bellas Artes, las fórmulas de éxito de las exposiciones temporales pasan por los grandes artistas, pero a la hora de traducirlo a la gestión real, el coste es muy significativo. Si cada una de las obras que se solicita cuesta 20 millones de euros, su correspondiente seguro puede rondar los 12.000 euros. “Si traes diez cuadros supone que en seguros inviertes 120.000 euros”, expone.

Otro de los aspectos a tener en cuenta es qué ocurre cuando una obra se presta con el hueco que deja en galería. “Hay obras que son indispensables, pero si tienes una buena colección se puede rearmar un discurso museográfico solvente y, si no se puede, a veces se utiliza el recurso de poner Esta obra está en préstamo”, indica Novo, quien asevera que también es habitual que se declinen peticiones, o bien porque se trata de piezas que son una parte muy relevante del discurso de la pinacoteca o porque están comprometidas con otras sedes.

También se declinan solicitudes porque los préstamos no son viables: “La obra de Puppy, de Jeff Koons, nos la han pedido en dos ocasiones: una desde Chicago y otra desde Florencia”, menciona Sonia Nuñez entre las peticiones que no han podido atender por motivos obvios. Otro motivo para rechazar una solicitud es que la obra esté continuamente viajando, por lo que sea el público bilbaino el que no pueda disfrutar de la misma.