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El hombre que nos paseó por las alturas

Aún caliente su memoria, la muerte de Montxo Urraburu nos deja huérfanos de una forma de hacer

El hombre que nos paseó por las alturasKazetariak

Bien haría este Bilbao del siglo XXI en recordarle como un Barón de las Ondas de nuestros cielos, un remedo del célebre Barón Rojo. Bien lo haría porque ha sido el único periodista que se recuerde que mantuvo un programa, aquel extraordinario Tximbo loco, entre las panzas de burro de aquel cielo tan nuboso de aquellos años ochenta, cuando se rasgó como un velo y lloró sobre Bilbao como nunca antes dejando para triste recuerdo unas inundaciones inolvidables. 

Montxo era por aquel entonces un buscavidas, un hombre amante de la radio a la que había llegado a la radio a través de la recomendación de un amigo junto al que hacía música en el grupo Akelarre. Al viejo Montxo le caía aquel bigote de aire francés como un elegante guante de brigadier y aquella voz templada como un don de los dioses. Pero lo suyo era algo más que una pose: era un hombre resolutivo que buscaba respuestas a las preguntas difíciles. ¿Cómo retransmitir una Bizkaia anegada por las aguas si no se podía ir de un lado para otro, si no había una estampa visible de la catástrofe...? Montxo decidió pedir rescate al Real Aeroclub de Bizkaia y a su SOS respondieron con mano de santo. 

Cierre los ojos el lector y déjese llevar por ese mecer de las nubes. En las alturas contaban además, con la colaboración de la Federación Bizkaina de Salvamento y Socorrismo para indicar la temperatura del agua, el color de la bandera y dar algunos consejos.

El Tximbo Loco despegaba de Sondika hacia Bilbao. Por la margen izquierda vuela hasta Castro siguiendo la nacional 634. Después, en la playa de La Arena, conecta con la mencionada Federación. Cruza por Zierbana a la margen derecha camino de Gorliz para continuar hacia Bakio, Bermeo, Laida... Es una travesía maravillosa, adjetivo que quien esto escribe puede atribuirle, habida cuenta que fue ave de presa del propio Montxo. Y todo por una venganza. Ahora les cuento.

Recuerdo que cierto mediodía me crucé con Montxo y su pareja en el Bermeo, por aquel entonces célebre restaurante del Hotel Ercilla. En la conversación salta la noticia. “Estamos celebrando nuestra boda, Jon”, me dicen. Les había visto juntos desde los tiempos de mi chupete futbolístico y pensé en una broma, nada ajena a su espíritu. Insistí y me dijeron que sí, que era cierto y la charla acabó con amenaza. “Voy a publicarlo...” ¡Y se publicó!

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No hubo regañina alguna. Un par de semanas después, eso sí, me llama Montxo e insiste con impertinencia. “¿Cuánto pesas?”, me preguntó. “¿Y tu pareja?” Quería invitarme a uno de sus célebres buenos y, superados los vértigos, acepté. Llega la hora del despegue y aquello, hay que reconocerlo, imponía. Ya en los cielos, el programa iba como la seda con una única inconveniencia: no pude hablar ni una sola palabra. Montxo entraba en antena y decía “aquí estoy, con el periodista Jon Mujika, que tiene unas gran noticia que contarles: mañana es su cumpleaños y quiere invitarles a todos ustedes a un ágape (...)” creo que era algo así “(...) en el hotel Ercilla, con todo pagado. Pasen, pasen por allí”. Lo repitió un par de veces o tres. Justa venganza a mi travesura. 

Representaba una generación de profesionales autodidactas, apasionados y creativos y siempre llevó en su corazón a la diáspora vasca en América. Antes y después del Tximbo Loco, Montxo Urraburu fue voz, realizador y testigo de algunos de los episodios más relevantes de la historia reciente de Bizkaia. Cubrió tragedias como la explosión de gas en Ortuella (1980), el accidente aéreo del monte Oiz (1985) o las citadas inundaciones de 1983, cuando la radio se convirtió en el principal canal de comunicación y esperanza para miles de personas.