El año en que nació Andrés Eliseo Mañaricua en Askao, allá por 1911, el pintor Aurelio Arteta, vecino de la calle, fundaba, junto a otros creadores coetáneos, la Asociación de Artistas Vascos. Años después, el propio Andrés, nombrado ya sacerdote, gozaría de similar prestigio que Aurelio al dirigir a biblioteca vasca del Instituto de Estudios Vizcainos y fundar, entre otros asuntos, el instituto Labayru. ¿Prestigio, decía? Andrés fue nombrado hijo preclaro de Bizkaia en 1985, no les cuento más. La calle Askao se sitúa a continuación de la Sendeja, que empieza en la Iglesia de San Nicolás y termina en la Plaza de Miguel de Unamuno. Antiguamente, cuentan, había allí un puentecito que con el paso del tiempo se deshizo, como vado del regato llamado de Askao.

Hermana a ambos espíritus la calle Askao, como les decía, donde, sin embargo, no alcanzaron la celebridad de Salustiano Orive, aquel riojano que llegó a Bilbao en 1870 para establecer una casa de baños, el Balneario Salustiano Orive, y una farmacia en la propia calle Askao, hito que fue su punto de partida para una inquieta carrera profesional, social y comercial, a la vez que centro de una tertulia liberal y republicana. Fue descubridor del dentífrico Licor del Polo, notable filántropo ateo y librepensador, adelantado de la publicidad y protagonista de numerosas anécdotas insólitas, muchas de las cuales han pasado al acervo del anecdotario bilbaino. El origen del invento hay que buscarlo en la época universitaria de Orive, quien mientras estudiaba la carrera, y tras un dolor de muelas que le provocó grandes dolores, decidió que tenía que inventar un producto que supusiera una mejora en la salud e higiene dental, escasa en esa época. Tras varios intentos, consiguió fabricar un colutorio para la limpieza de la boca, compuesto por la destilación de raíces de jengibre, lirio, nuez moscada y pimienta negra, y otras sustancias de origen vegetal, todas ellas conocidas por sus propiedades desinfectantes, anti escorbúticas, blanqueadoras, y aromáticas. Como rezaba uno de sus anuncios “De coral y finas perlas tu boca parecería si con el Licor del Polo te enjuagaras cada día”.

Invirtió su dinero en la creación de nuevos ferrocarriles y dedicó tiempo y fortuna a cuantas iniciativas en pro de la higiene y la cultura de desarrollaron en Bilbao fuera del ámbito religioso, pues puso siempre especial énfasis en hacer constar que sus acciones no eran motivadas por la religión sino por la filantropía. Y así lo hizo constar por escrito cuando se negó a cobrar el dinero que el Ayuntamiento de la Villa reembolsó a los farmacéuticos bilbainos que habían suministrado gratuitamente medicamentos a los enfermos de cólera durante la epidemia del año 1893. Ya ven, siempre fue una calle ajetreada.

Piensen que hasta ahora les hablo de un tiempo a caballo ente los siglos XIX y XX pero que la calle tiene sus orígenes bastantes siglos atrás. El Ayuntamiento de Bilbao reconoce que Alfonso de Irigoien afirmaba que el topónimo de Askao está formado por “aska”, “pesebre, abrevadero, zanja foso” y “ao”, “boca”, refiriéndose a la herradura que formaba la ría. Por este nombre eran ya conocidas en el año 1300 las casas labriegas que existían en este paraje, anteriores a la fundación de la villa. Las fraguas y fundiciones mayores del Bilbao antiguo eran las de Askao. La industria del hierro y el acero se concentraba en esta zona hasta mediados del siglo XVI. Era una tierra de progresos. Este vocablo se generalizó en el siglo XV, designando así a los parajes colindantes y solares de la zona, y a los llamados Jardines de Askao, que eran las tierras cultivadas extramuros, desde la Cruz hasta Bidebarrieta. Los terrenos linderos de este barrio llevaban siempre el apellido “de Askao”: Fuente de Askao, la descendiente por Iturribide; Calleja de Askao, paso a los terrenos de lo que hoy es la Plaza Nueva; Travesera de Askao, hoy calle de la Esperanza; Jardines de Askao, a los huertos que ocupaban las actuales calles de Sombrerería, Correo y Víctor; Pontecilla de Askao, a las gradas que subían a Begoña. Como se ve, el barrio tomaba forma. Entrando ya en el siglo XX Julián Vega propuso el 13 de octubre de 1905 una moción para cambiar el nombre de la calle por el de 11 de Octubre, asunto que no prosperó. Hoy en día la calle mantiene el nombre y su configuración.

En pleno siglo XXI se balancea la calle de boca de metro (San Nicolás) a boca de metro (Unamuno), está abierta al tráfico (de ahí los bolardos...) y el comercio se mantiene. Sepa el paseante que en un portal de la calle Askao, allá por 1946, se abrió una pequeña mercería que, con el paso de los años, se convirtió en la tienda de moda Olañeta. O que en 1939 aparecía en escena Bacalao Eguino, de la mano de un jovencísimo Juanito Eguino que comenzaba su andadura empresarial con una pequeña bodeguilla donde se despachaba vino y bacalao. ¿Servirían allí aquello que llamaban el caramelo del borracho, aquellas tiras de bacalao salado que tanta sed despertaban...? ¡Quién sabe! Puede encontrarse, quien por allí callejea, comercios como pescadería Itsasoa, la tienda Zapagatos, un bar de tradición como El Ciervo, donde hoy se mezclan la cocina tradicional y la peruana; una tienda de nombre esotérico, el Oráculo de Delfos, los grabados de Viuda de Santos, el particular Geuria Merkatua, atento al producto de cercanía, el espacio La Sinsorga, de aire feministas o la charcuteria Urdaitegi entre oros muchos universos. Siempre cosmopolita.