PIDÁMOSLE prestada la historia al catedrático de los saberes populares, pozo de sabiduría en estos menesteres, Marino Montero, a la sazón solomillo en la Academia del cerdo, Txarriduna, institución promotora de lo que hoy vengo a contarles. Primero, la historia. Antes de sumergirnos en la historia les doy noticia de lo ayer ocurrido en el Ein Prosit, tierra gentil de Enrique y Alfredo Thate, donde se celebró un hamaiketako de degustación de cuatro exquisitas cazuelas de manitas de cerdo en salsa vizcaina, elaboradas por la guisandera Inma Landeta, los académicos de Txarriduna Xabier Zaldunbide , ojos ,y Ernesto San Antonio, presa, y el Zarambolas XXXIV, Jon de Miguel, de la Taberna Plaza Nueva, con las de los euskal-txerri que el académico Aitor Aurrekotxea, secreto ibérico cría en su granja y donó para la ocasión.

Fue la antesala de la vigésimo segunda edición del concurso de Txarri-Patas de San Blas, un certamen gastronómico único en el ancho mundo que, a instancias de la Academia del Cerdo Txarriduna, organiza Kukutxe San Blas Feria Elkartea, en el marco de la Feria de San Blas de Laudio. A ese chuparse los dedos con el meloso cerdo de San Blas, como mandan los cánones, acudieron, además de los ya citados, el presidente de BilbaoDendak, Rafa Gardeazabal, el txistulari Mikel Bilbao, el cantautor Andoni Basabe, Paco Larrakoetxea, quien anda en trajines con la organización del IL congreso mundial de peñas del Athletic que se celebrará los días 28, 29 y 30 de abril bajo el manto de la peña Athletic del Casco Viejo y más de mil asistentes; Kepa Elejoste, Tomás Sánchez, quien fuera alma de la Casa Vasca, Juan Zabala, Roberto Zarrabeitia, José Ramón Lecea, Beatriz Terreros, Juan Carlos Rastrollo, María Gómez, Yenni Parodio, Patxi Marín, Joseba Elosegi, Aitor Mendizabal, y un buen puñado de gente de buen yantar.

Oigamos de postre la historia pretada. Al igual que a San Antón, a San Blas, obispo de la ciudad armenia de Sebaste martirizado hacia el 316, también se le suele representar con un cerdo a los pies, dado que, según sus hagiógrafos, aparte de salvar a un niño atragantado con una espina (por lo que se le considera protector contra los males de garganta), también devolvió la vida a un cerdo, apiadándose de una pobre viuda a la que un lobo le había arrebatado este su único sustento, para a la postre, acabar comiéndoselo él mismo, ofrecido por la agradecida viuda para confortarle de los tormentos de su martirio. El cerdo con el que se representa a San Antón, en un principio, simbolizaba las tentaciones del demonio pero en la Edad Media, las órdenes monacales que tenían el privilegio de la cría de cerdos acabaron cambiándole el significado. Tanto la festividad de San Antón (17 de enero) como la de San Blas (3 de febrero), por razones de conservación (solo existía el frío invernal...) eran fechas indicadas para realizar las txarribodas o matanzas.