L legendario compositor brasileño Heitor Villa-Lobos, músico de café antes que de grandes escenarios en los que triunfó, y reacio a la academia ("pon un pie en ella y tocarás peor", dijo...), tenía una extraña relación con el jazz. "En general", dijo, "el jazz siempre ha sido como el tipo de hombre que no te gustaría para tu hija". He ahí la leyenda canalla del jazz, nacida en el humo de los garitos de Nueva York y Nueva Orleans, cuna natal de una música que ha alcanzado la gloria desde el infierno. No en vano, en 1924 un periodista del New York Times se refería a ella como "el retorno de la música de los salvajes...". Hoy el jazz está considerado una de las más grandes expresiones culturales del ser humano.

Una gran expresión, digo, que se ha extendido por todo el mundo. En ella se expresa como los ángeles el compositor y pianista cubano Alfredo Rodríguez, jazzman de pura cepa, cuyos dedos se deslizan por las teclas como un patinador sobre el hielo. El ciclo BJC Arriagan que coordinan Gorka Reino y Tato García presentó ayer en Bilbao a su relevante figura. Nominado al Grammy, Alfredo Rodríguez es un excelente ejemplo de pianista de jazz de gran talento, al estilo de los legendarios Keith Jarrett, Thelonious Monk y Art Tatum. Educado en los rigurosos conservatorios clásicos de La Habana, el fascinante arte de Rodríguez, nacido en Cuba, bebe de sus raíces cubanas y del jazz, pero también se aprecia en su música la influencia de compositores como Bach o Stravinsky.

Descubierto en el Festival de Jazz de Montreux 2006 por Quincy Jones, Rodríguez se ha distinguido como la definición del jazz y la improvisación sin fronteras. Ayer desenfundó su arte en el Teatro Arriaga presentado en los carteles con sencillez, Alfredo Rodríguez Trío (completan la formación el bajo eléctrico de Yarel Hernández y la batería de Michael Olivera, quien pide que se pronuncie su nombre según se lee...) y mucho swing.

Cada grabación del pianista y compositor cuenta una historia. Sus álbumes no son colecciones de piezas musicales sino narraciones contadas con una voz distinta, desde un punto de vista distinto. Su debut de 2011, Sounds of Space, servía como una introducción, como una forma de decir "aquí están la gente, los sitios y los sonidos que me han envuelto y me han hecho quien son", explicaba Rodríguez entonces. En The Invasion Parade, su continuación de 2014, Rodríguez revisitaba varias tradiciones musicales cubanas vistas a través del prisma del tiempo, la distancia y sus nuevas experiencias musicales y personales. Su padre, Alfredo Rodríguez (más conocido como Alfredito...), fue durante décadas un popular cantante, presentador de televisio?n y actor cubano.

Rodríguez realizo? su formacio?n musical cla?sica en los conservatorios de mu?sica de La Habana Manuel Saumell, Amadeo Rolda?ny el Instituto Superior de Artes (ISA). Su incursio?n en la mu?sica popular la realizo? en la orquesta de su padre con quien colaboraba escribiendo arreglos sobre todos los ge?neros populares y bailables.

Ayer Bilbao pudo comprobar todo esos aprendizajes. Lo hicieron de primera mano Gorka Ortega, Karla García, Eli García, Beñat Lasagabaster, Jon Roa, Rafa Blázquez, Alfonso López, Elsa Cantigas, Begoña del Campo, José Félix Miramón, Luis Mari Miramón, Manuel Gallardo, Javier García, Ainhoa Gutiérrez, Olga Satrustegi, Idoia Martínez; los cubanos Jorge Alonso y Gloria Terreros, que llegaban "para jalear a un compatriota de los grandes", y el médico y trompetista de jazz José Larracoechea, expectante por la llegada de Alfredo, Isabel Madariaga, Juan Carlos Orbegozo, José María Urrutia, Izaskun Bengoetxea, Javier Aranguren, Aitor Erkoreka y un buen puñado de gente que vivió en la gloria durante hora y media.

El ciclo BJC Arriagan presento a una de las figuras más relevantes de hoy: el pianista cubano Alfredo Rodríguez

Descubierto en el Festival de Jazz de Montreux 2006 por Quincy Jones, Rodríguez se ha labrado un nombre con la improvisación alegre