Siempre esperan al otro lado de la puerta la llegada de sus dueños con gestos de cariño y felicidad que iluminan hasta los días más negros. Son un miembro más de la familia y como tal merecen descansar para siempre “con todo el respeto del mundo en un lugar donde se pueda ir a visitarlos y ponerles unas flores”, como proponen Josu Galdames y Miguel Aguilar en el cementerio para mascotas que abrirá sus puertas en Galdames previsiblemente a principios de junio en un terreno de 10.000 metros cuadrados en el barrio Humaran con capacidad para alrededor de 9.000 animales.Una campa “totalmente verde, que antes se utilizaba para pasto, rodeada de pinos y robles centenarios” proporcionará el marco idóneo “para que el visitante se sienta a gusto, que pueda sentarse un rato y disfrutar tanto del rato recordando a su mascota como del entorno”. En el municipio encartado se ofrecerá reposo eterno “a la manera de los cementerios norteamericanos”, apunta Josu. Es decir, con “pequeñas lápidas en el suelo, todas del mismo tamaño que llevarán los nombres de las mascotas grabados, en un diseño pensado para fundirse con el paisaje”, añade Miguel.

Allí “enterraremos tanto cuerpos de animales que pesen hasta sesenta kilos como cenizas en urnas biodegradables”, según Josu. No se limitarán a perros y gatos, que podrán mezclarse en la misma zona, sino que “también inhumaremos reptiles o aves”. En este último caso, en el de las aves, “hemos pensado coger troncos secos de árboles, ponerlos de pie y formar un pequeño nicho en el tronco”. Además, se ponen a disposición de los clientes para celebrar ceremonias de despedida de sus queridos amigos, a quienes “se quiere como a personas”. A finales de mayo activarán una página web “en la que se podrán consultar precios y tarifas, con la opción de adquirir el trozo de tierra para cuando la mascota muera el día de mañana”, no necesariamente en el momento del deceso.

Ligados anteriormente al sector de la construcción, los dos promotores del camposanto empezaron a pensar en el proyecto “hace tres años”, al percatarse de que “cada vez se ven más mascotas por la calle; de hecho, en Bilbao hay 60.000 perros censados”, comenta Josu. Hasta que indagaron al respecto, “yo desconocía que existieran este tipo de instalaciones”, pero sí había pensado en la problemática que puede surgir cuando los animales domésticos fallecen, puesto que “Medio Ambiente prohibió tirar cenizas o enterrarlos de cuerpo presente”. “Con los animales existen dos tipos de incineraciones: colectivas, en las que no recuperas las cenizas, e individuales, que salen muchísimo más caras”, describe Josu Galdames.

Dos más en proyecto

No hizo falta salir de la localidad natal de Josu, con la que comparte apellido, para hallar el emplazamiento ideal, en una parcela de su propiedad cerca de la carretera que conecta Galdames con el municipio vecino de Güeñes. En primer lugar, “obtuvimos el informe favorable del Departamento de Agricultura de Diputación, con eso nos dirigimos al Ayuntamiento y solicitamos la licencia”. Solventados los trámites administrativos, y con seis meses de demora por la pandemia, Nuestro jardín de los sueños está a punto de convertirse en el primer cementerio de este tipo en Euskadi con la aspiración de consolidarse como franquicia, con otros dos en Eskuinaldea y Araba en perspectiva. En Galdames creen que “en principio crearemos un puesto de trabajo porque habrá que cavar las fosas y llevar a cabo una labor de mantenimiento”.

Con el objetivo de facilitar todo lo posible el amargo trago de despedir a las mascotas, “realizaremos la recogida allá donde fallezcan: en el veterinario o donde sea, contamos con un listado de clínicas de Bizkaia y las visitaremos para que sepan que estamos aquí”. También pretenden “establecer sinergias con recursos turísticos o de hostelería que ayuden a dinamizar la comarca y alrededores”, de forma que “ya que se desplazan a despedirse de sus animales o visitarlos, aprovechen el día descubriendo Enkarterri”.

Al margen de su amistad y del carácter emprendedor que cristaliza en esta aventura empresarial, ambos socios tienen en común su amor por los animales. La hija de Miguel incluso expresó su deseo de obtener el título de veterinaria. La primera mascota de la joven fue un “Golden Retriever, que murió a los 11 años y enterramos en casa”. Después le regalaron un caballo, “que llevamos a incinerar”. Todavía conservan sus cenizas, que no descartan enterrar en el futuro cementerio de Galdames con una foto conmemorativa del equino “para que lo vea mi hija”.

“Enterraremos cuerpos de hasta sesenta kilos y cenizas en urnas biodegradables”

Socio de ‘Nuestro jardín de los sueños’

“Habrá pequeñas lápidas en el suelo, todas iguales, para que se fundan con el paisaje”

Socio de ‘Nuestro jardín de los sueños’