Me gustaría seguir cuando sea mayor y parecerme a mi ídolo, Kerman Lejarraga”. Con 11 años, Oier Santamaría lleva cuatro practicando boxeo, ahora en el polideportivo de Sestao con el club MT Boxing. Allí se desplaza desde su Alonsotegi natal dos veces por semana para cumplir el sueño que empezó a perfilar mientras veía combates en televisión con su aita y observaba en acción en directo a un amigo de la familia. Su progenitor también peleó durante una temporada, “pero tuvo que dejarlo por culpa de las migrañas”, dice su mujer, Garbiñe Morales.

Tan tímido que se resistió a que le entrevistaran en la radio de la ikastola del municipio encartado “porque me iban a oír en todo el colegio”, sin embargo, Oier se maneja con desparpajo en cuanto se enfunda los guantes. ¿Demasiado joven para enfrascarse en una disciplina tan física? El contacto más directo con sus compañeros de clase “no empezará hasta el próximo curso y a partir de los 15 comenzará el calendario de las competiciones”, detalla su ama. Sus profesores ya le ven potencial para participar “una vez al mes en exhibiciones como una que se llevó a cabo en un centro comercial”.

Él se lo toma como un juego. “Como en las clases de gimnasia de la ikastola, me lo paso bien y hago amigos” en un deporte “más divertido” que el fútbol, la natación y el patinaje en línea con los que probó suerte en Alonsotegi y Zorrotza antes de decantarse por el boxeo. Con el apoyo de sus padres, que quieren descargarle de la presión competitiva, y más aún en una edad tan temprana. “Se lo pasa en grande en los entrenamientos, le encanta practicar con el saco. Que pruebe suerte y de él dependerá lo que pase más adelante. Si decide que quiere dejarlo, no pasa nada porque lo más importante es que esté contento”, asegura su ama, Garbiñe Morales, a la salida de clase, en la biblioteca de Alonsotegi.

Algo le viene de tradición familiar en este tipo de modalidades, puesto que, además de la afición de su aita, hay parientes que lo intentaron con “full contact, judo y lucha libre”. “Ahora también está muy en boga el taekwondo y otra disciplina parecida que también ofertan en el colegio”, añade Garbiñe. De vuelta a la calle para proseguir con su rutina, Oier mira hacia el próximo edificio del Ayuntamiento. Quizás dentro de unos años se asome al balcón para ejercer de pregonero en las fiestas.