La agricultura biodinámica va más allá de una producción meramente orgánica. Es un enfoque que suma principios ecológicos, espirituales y cósmicos en el manejo de la tierra y los cultivos. Casi una filosofía de vida que, en el caso de Sonia Isasi, implementa en la huerta de su caserío familiar. 

Aquí, a las afueras de la localidad de Iurreta, esta joven emprendedora rural (al igual que su hermana Ariane) comparte una visión holística del campo, considerando a este como un organismo vivo que se va guiando por un calendario y un ritmo propio y más natural.

“Si lo comparamos con la agricultura de toda la vida, que sobre todo se centra principalmente en el rendimiento y el uso de productos químicos, en mi caso y siguiendo los preceptos biodinámicos lo que hago es buscar la regeneración de la fertilidad del suelo, mientras se mantiene el equilibrio natural de los ecosistemas agrícolas”, nos cuenta Sonia, mientras paseamos entre vainas, lechugas, puerros, calabazas, tomates...

Precisamente, de estos últimos se considera una verdadera amante, hasta el punto de tener una colección de semillas de distintos países que va consiguiendo o le traen sus fieles clientes. 

Los clientes que, como ella, entienden que otra forma de agricultura es posible. “Yo no soy solo una productora, sino que cuido y colaboro con la naturaleza para hacer que mis cultivos salgan delante de una manera completamente natural”, detalla Sonia, que considera que su trabajo se basa en un círculo natural donde todo se aprovecha y donde todo lo que usa viene de la tierra, de la lluvia o hasta de sus propios animales. 

“Todos los preparados que hago, por ejemplo si tengo alguna plaga, es a base de hierbas medicinales, estiércol, minerales y otros materiales naturales”, insiste Sonia, que añade que incluso el estiércol de los animales de su caserío familiar del siglo XIX le sirve para nutrir la tierra. Esto es, todo se interrelaciona en un sistema cerrado y armónico.

Todo comenzó con una bodega

Aunque Sonia y su hermana han nacido y se han criado rodeadas de esta naturaleza, el escenario que ahora observamos alrededor del caserío de la familia no era así hace muchos años. “Nosotros antes teníamos bodega y se hacía txakoli y sidra. Pero, llegó un momento en que era necesario hacer una inversión fuerte para modernizar todas las instalaciones si queríamos continuar con los viñedos y con la bodega. Entonces, en un consenso de toda la familia decidimos quitar la bodega”, nos adelanta Sonia.

Esto ocurría mientras ella estudiaba un ciclo de mecánica y trabajaba de ello. Sin embargo, enseguida se dio cuenta de que ese no iba a ser su camino ni personal ni profesional. El destino estaba marcado y tenía que ver con las tierras que siempre han estado en el caserío familiar. Fue así como Sonia empezó poco a poco a plantar y sembrar todo tipo de productos en su huerta, que hoy en día vende todos los sábados en Bilbao.

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También lo hace de manera directa con esos clientes que no dudan en confiar en ella y solo consumen las verduras naturales y sin químicos que salen de la huerta de esta joven. “Es un trabajo de cada día que no entiende ni de horarios, ni de vacaciones, ni de festivos ni de unas jornadas de lunes a viernes. Pese a todo esto, no lo cambio por nada y soy muy feliz aquí regando mis lechugas” nos cuenta divertida Sonia, recordando ese día que lo cambió todo. 

Antes de despedirnos le preguntamos qué consejo le daría a una mujer que, como ella, quiere cambiar el ritmo de su vida y apostar por un proyecto rural y artesanal. Su respuesta es clara. “Esto requiere de mucho trabajo; eso sí, una vez que se toma la decisión y se hace con toda la ilusión, animo a todas las mujeres a que lo hagan”, concluye.