Dom, el perro de la sonrisa y la silla de ruedas
‘Dom’ se rompió la médula en una caída; “Sacrificar”, fue lo primero que tuvo que escuchar Diego Valtierra. El animal tiene parálisis y eso implica atenciones y un gran compromiso para este getxoztarra, pero ‘Dom’ hoy ¡hasta sube montañas!
No es una historia de pobrecito Dom. No es un alegato de ¡qué buena gente es Diego! Sí es una narración de segundas oportunidades. Bueno, tampoco lo es. Es una reivindicación de derechos. De no arrebatarlos. De ser justos. También es un canto de esperanza y un baño de realismo. Y, bueno, igual tampoco es un relato para quienes no tienen ese sentimiento vibrante, melifluo, robusto y sumamente recíproco hacia los animales. Para ellos, quizá sea un cuento hiperbólico –y ñoño–.
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Dom es un American Stanford que nació hace 7 años y lo volvió a hacer hace dos, cuando Ana Cascales y los compañeros de la clínica veterinaria AniCura de Larrabasterra, le trasladaron a Diego Valtierra que sí, que su perro podía seguir viviendo tras haberse roto la médula. Minutos antes, en un sitio a olvidar, la respuesta fue: no hay opción. “Volví donde ese veterinario y le enseñé unas fotos de Dom en el Pagasarri y en el hayedo de Otzarreta: Míralo”, admite este vecino de Algorta, que tiene nombre con gancho, pues fue boxeador, peleó por el campeonato de España y se subió a cuadriláteros en Dubái, Abu Dhabi, Inglaterra o Dinamarca.
Diego salió del ring, pero sigue siendo un deportista brutal y el monte es el lugar al que siempre regresa. Dom le acompaña. Sí, sí. El perrito en silla de ruedas va con él. En Alpes, en Dolomitas o en Pirineos, incluso. Y allí sonríe. “No he visto nunca a un perro con una expresión tan feliz”, le repiten a Diego mucho.
Y también han probado en los txakurcross. “Todo lo consulto con Ana, la chica que salvó a mi perro, y con el centro de educación canina Amarok; hablo mucho con Jorge Hernández Segurola, que es una pasada de tío”, incide Diego para acallar ese tipo de comentarios que ya ha tenido que escuchar. “Pero, ¿qué haces aquí con el perro?”.
Está acostumbrado. Van a hablar. De esto o de lo otro. “Cuando vas con un perro en silla de ruedas por la calle o por el monte, el 95% de la gente va a decir algo. Cuando te sueltan pobrecito o ¡qué campeón! es de buena fe, pero casi siempre tienes que oír algo y alguna vez, no positivo”, asume. Es una de las primeras confesiones que realiza cuando alguien que atraviesa una experiencia similar y es asaltado, o más bien invadido y devorado, por las dudas se pone en contacto con él a través del perfil de Instagram @tenientedom. Diego se propuso ayudar y visibilizar lo que es que tu compañero perruno tenga parálisis y, por eso, creó este canal, mediante el cual le han contactado una decena de personas. “A todas les está yendo bien”, sonríe.
1 de mayo de 2023. Diego, Dom y unos amigos van al monte en Arrasate. De repente, el animal tropieza con un socavón, se da un golpe en la columna con una roca y las patas traseras se quedan inertes. Dom se desplaza arrastrándolas. “Fui a un veterinario de urgencias, le hizo una placa y me comentó: No hay nada que hacer: sacrificar y cuanto antes, mejor”, rememora la pesadilla Diego. “Yo, en shock”, describe. Estaba aturdido y acojonado, pero sí pudo preguntarle varias veces “explícitamente” al profesional: “¿No hay posibilidad de operarle y que pueda vivir con un carrito?”. “No”. Fue la réplica. “Uno de mis amigos había estado hace poco en AniCura y fuimos allí de inmediato. Me atendió Ana, una chica 10, y me dijo: Vamos a mirar”. Diego suspiró. Era algo más. Un aliento. Ana le hizo un TAC a Dom. La médula, seccionada completamente. Irreversible. “Pero podemos ver si hay posibilidades de tirar hacia delante”, aseveró la veterinaria. Un hilo. Una puerta abierta. Dom permaneció 24 horas ingresado. “Le pregunté al cirujano: ¿Va a tener calidad de vida? Me dijo: Exactamente la misma que antes. Y es la verdad. En una semana, el perro era el mismo, el carácter no le ha cambiado en nada. Pero te vas a tener que enfrentar a la opinión de mucha gente, me avisó el cirujano”. Y Diego, el getxoztarra boxeador... “A ver, eso me da igual”, zanjó.
Luego, llegaron las demás aclaraciones. Esto no es tan sencillo. Ni mucho menos. Hay más. “Mi perro no tiene control del esfínter. O sea, le masajeas y le vacías tú. Tienes que aprender a hacerlo y llevarlo a cabo cada ocho horas. Es una responsabilidad que igual todo el mundo no puede introducir en su día a día. Me parece realmente lícito y no eres ni mejor ni peor persona por sacrificar a tu perro en una situación así, si no es compatible con tu vida. Hay que ser realista lo primero”, considera Diego. La tendencia a infecciones de orina que pueden acarrear las más terribles consecuencias es el otro quid de la cuestión. “La mayoría de los perros con parálisis mueren por infecciones urinarias”, indica. Así que Diego se puso a leer e investigar y a consultar y a preguntar con especialistas o con quien pudiera entender algo del tema... “Empecé a mezclar la comida con agua y después también con arándanos, frutos rojos...”, cuenta. “Y Dom lleva 23 meses sin una infección de orina. A mí me funciona. Es mi caso. Yo no soy veterinario. Yo no puedo pautar nada”, puntualiza Diego. Lo que ocurre, como señala este getxoztarra, es que no hay tantos casos de perros con parálisis, no hay tanto conocimiento... “No es que la gente no te quiera ayudar, es que no sabe cómo”, asegura.
Adiós al boxeo
Diego colgó los guantes cuando le ocurrió esto a Dom. “Lo dejé por él, pero vamos a ponerlo en perspectiva: yo tenía 37 años, había peleado todo lo que tenía que pelear y yo no iba a ser campeón del mundo ya. Es muy difícil retirarse, pero al pasar esto, fue más fácil. Y me fastidió porque me ofrecieron dos peleas en Estados Unidos...”, evoca.
Esta es la historia de Diego y Dom. La suya. “Yo solo quiero transmitir que cuando sucede algo así, se puede. No es que tenga que ser. No. Es que puede ser. Luego tú tienes que valorar y ser sincero. Esto es un compromiso”, enfatiza. “Una persona siempre tiene un vínculo con su perro, pero es que en mi caso... él depende de mí y eso lo hace más fuerte. Encima es un perro tan bueno, es tan fácil con él...”, subraya. La relación de ambos es superlativa desde el principio, desde que Diego iba a la protectora, donde Dom llegó tras ser abandonado con 6 meses, y le sacaba a correr. Luego, se encariñó, le adoptó y formaron su familia genial.