La Unión Europea está a punto de aprobar una nueva directiva más exigente con la calidad del agua que se vierte al medio desde las depuradoras. Con la mirada puesta en 2045, el Consorcio de Aguas Bilbao Bizkaia analizará cómo adaptar las infraestructuras de Galindo y Lamiako para dar respuesta a esos nuevos requerimientos. Solo ese estudio supondrá ya una inversión de un millón de euros.

La Unión Europea ha aprobado ya el borrador de la nueva directiva sobre tratamiento de las aguas residuales urbanas, que se transpondrá al Estado español en 2027 y sustituirá a la actual, que data de 1991. Para 2035, el agua que se vierte desde las depuradoras al medio no podrá tener materia orgánica biodegradable, un tratamiento secundario que ya se aplica en Galindo; para 2039 se deberá eliminar el nitrógeno y el fósforo, y para 2045 se deberá incluir un nuevo tratamiento, denominado cuaternario, que retirará sustancias químicas que están presentes principalmente en los medicamentos, los antibióticos y los cosméticos. “Marca unas calidades de los afluentes en función del tamaño para todas las depuradoras que hay en Europa; el músculo financiero que tiene una grande no lo tiene una pequeña”, explica Fernando Ortega, subdirector de Sostenibilidad, Tecnología e Innovación del Consorcio de Aguas Bilbao Bizkaia. “Hace poco estuve en Sevilla y están haciendo ahora el tratamiento secundario, que nosotros tenemos en marcha desde el año 2001”, pone en contexto la situación en Bizkaia. Aprovechando esa normativa, el Consorcio actualizará la zona de tratamiento secundario, la única sobre la que no se ha actuado en Galindo, y estudiará qué obras es necesario acometer en Lamiako. “En realidad estas obras no terminan nunca pero sería como poner la guinda al pastel del Plan Integral de Saneamiento”, explica Ortega.

Son obras que van a exigir una gran inversión y un marco temporal que se prolongará durante décadas. Por eso, el Consorcio quiere tener cerrado para 2030 toda la planificación que permita cumplir con la nueva normativa, e incluso algunas de los trabajos ya en marcha. “Antes se tiene que detallar cómo tienen que ser las infraestructuras de Galindo y Lamiako del futuro para garantizar un tratamiento más compacto y con menores impactos de olor, visual...”, avanza Ortega. No es que solo se vaya a actuar en estos dos espacios, sino que con esa adaptación culminará el plan integral de saneamiento, dentro del cual se han construido ya, por ejemplo, los tanques de tormenta. La entidad consorciada ha sacado ya a concurso un estudio que, durante casi dos años y con un presupuesto de un millón de euros, analizará las alternativas a implementar para alcanzar las metas que establece Europa. “Se estudiarán todas las tecnologías disponibles hoy en día para ver cómo encajarían en la depuradora para cumplir la normativa”, explica el subdirector. De ahí saldrá el plan de obras e inversiones a desarrollar. “No se harán todas a la vez pero se tendrán que ir haciendo a lo largo de la década de los 30”. En definitiva, se trata de verificar si, con las adaptaciones necesarias, Galindo es capaz de tratar todo el agua o haría falta derivar parte de ella a Lamiako. “Ahora todo el caudal de Bizkaia se trata en la depuradora de Galindo y podría ser necesario plantear una EDAR en Lamiako. Todavía no lo sabemos a día de hoy y es una de los aspectos que tenemos que analizar”.

Una de las exigencias que establecerá la nueva directiva es la de tratar esos contaminantes emergentes que actualmente no se retiran en su totalidad en Bizkaia –medicamentos, cosméticos...–, con un tratamiento cuaternario que hoy en día no se aplica en ninguna planta, y el fósforo, presente principalmente en los detergentes en el caso del territorio. “No es un problema para la ría porque ya eliminamos parte y tiene un estado ecológico muy bueno, con más del 70% de oxígeno, pero ahora la directiva te va a exigir más”, señala el subdirector.

Neutralidad energética

Otro de los aspectos que deberán cumplir las plantas depuradoras será la de la neutralidad energética, tanto en energía eléctrica como en CO2, generando o eliminando tanta como consume o produce. “Eso el Consorcio ya lo busca con plantas fotovoltaicas como la de Venta Alta, que es la más grande; sistemas de turbinado como el de Undurraga... En abastecimiento se están ya casi en 100%”, apunta. En el caso del saneamiento, es un poco más complicado por una cuestión puramente física. “El agua desde Venta Alta nos llega por gravedad pero en saneamiento hay que bombearla desde los colectores, por lo que el gasto energético es mayor”. En este caso, la neutralidad llega por aprovechar más la capacidad de generar energía que tienen los fangos, que actualmente ya se valorizan en los hornos de Galindo, “aunque nadie llega al 100% solo con eso: tienes que tirar de fotovoltaicas, eólicas según la zona... Tenemos que dar una vuelta a eso para lograr un mayor rendimiento de ese producto”.

El tercer reto al que se enfrenta la planta de Galindo es el de reducir sus impactos en el entorno, tanto visuales como de olores. Desde principios de este siglo, el CABB ha invertido una importante cantidad de fondos propios para remodelar y actualizar todas las instalaciones de la planta. Por una parte, se han llevado a cabo mejoras paisajísticas para adecuar la EDAR al entorno, muy degradado y altamente industrializado cuando se puso en marcha y más residencial hoy en día. Pero también para minimizar los olores, sobre todo en la zona de los hornos de fangos, y eliminar los mosquitos.