SOBRE las 11.45 horas del 23 de octubre de 2022, una parte del voluntariado de Protección Civil de Balmaseda realizaba “el servicio preventivo” para el concurso de putxeras, día grande de las fiestas patronales en la plaza de San Severino junto a la estatua del indiano Martín Mendia. De pronto, “el día oscureció, el cielo se tiñó de naranja y se llenó de humo, parecía que había anochecido”, rememoraba ayer lunes el jefe de la dotación, Enrique Pastor, en ese mismo lugar un año después. Entrenados para todo tipo de emergencias, desde ese preciso instante intuyeron que se avecinaba la mayor urgencia que les había tocado afrontar nunca. Y no se equivocaban. La alegría de recuperar el certamen tras las dos suspensiones por la pandemia se tornó angustia, también en los cientos de personas que vigilaban sus alubias en distintos puntos de la villa. Era domingo, lo que significaba una afluencia mayor.

Las alarmas se activaron al momento. Los compañeros que regulaban el tráfico en la rotonda de La Penilla “nos informaron de que estaban viendo unas llamas y una humareda impresionantes”, así que automáticamente se desplazaron allí “para ver de dónde procedía el foco”. Para cuando llegaron “teníamos ya un frente de más de un kilómetro y medio de longitud”. Cortaron “todas las carreteras de la localidad” porque la humareda “nos tapaba la vista” y ordenaron evacuar los bloques de La Calzada.

El incendio de Balmaseda afecta a la visibilidad en el corredor del Kadagua

El incendio de Balmaseda afecta a la visibilidad en el corredor del Kadagua Pablo Viñas

Al mismo tiempo, “las ráfagas de viento arrancaron parte de los toldos del escenario y los arrojaron a la plaza”. Aitor Aguirre, trabajador del Área municipal de Cultura, se encontraba en la kultur etxea porque “las putxeras para nosotros implican una actividad frenética”. Escuchó por la radio “que había una situación de alerta por viento y fuego en Balmaseda” y corrió a la plaza de San Severino. Al llegar se topó con “un escenario de película de terror”. En coordinación con la Cofradía de la Putxera, los efectivos de seguridad y el entonces alcalde, Aitor Larrinaga, decidieron sin ningún atisbo de duda “suspender el concurso, ya que no sabíamos cómo iba a evolucionar la jornada”. Con el paso de las horas el miedo tocó casi a las puertas de Zalla, cuando el fuego se extendió a La Herrera.

Se desataron “un cúmulo de incidencias, todas a la vez, que solventamos gracias a que los efectivos de emergencias estamos muy bien formados”, subrayó Enrique Pastor. En menos de hora y media se les unieron Protección Civil de Alonsotegi y Mungia “bomberos de todo Bizkaia, Basalan, Cruz Roja...”.

Jon Radu mira la casa de Pepe desde su restaurante. Elixane Castresana

El puesto de mando quedó establecido en el campo de fútbol de La Baluga mientras los balmasedanos asistían atónitos e impotentes al avance de la catástrofe con una fuerza inusitada. El fantasma del devastador incendio de 1808 provocado por la invasión francesa se agitaba. La casa de Pepe Martín, al borde de las vías del tren cerca del polideportivo, resistió por muy poco; marcaba una fase de no retorno hacia el casco urbano: “Pudo haberse quemado toda la villa”. Afortunadamente, “solo ardió el alero”, aunque él tardó “ocho días en regresar”, narró, ayer lunes sí, de fiesta. A unos pocos metros de la vivienda Jon y Elena Radu arrojaban agua al restaurante de Las Piscinas, que regentan. “Venía de arriba un viento con cenizas que picaban los ojos...” y las 300 raciones de alubias que habían cocinado “las repartimos entre los vecinos”.

Y Pepe Martín, a la izquierda, en la plaza de Severino. Elixane Castresana

Lecciones a aprender

Balmaseda no tuvo que lamentar daños personales y, a pesar de todo, aprendió del susto. “Estamos tomando medidas, por ejemplo, reparar pistas forestales para disponer de mejores accesos. Cosas que vimos que fallaron”, analizó Enrique Pastor, que pudo disfrutar por fin de las putxeras con sus compañeros.