SEVERINA Andrés pensaba que "había vivido todo" con las inundaciones de Bilbao. "Entramos en La Ribera con botas de goma. Qué triste. Y ahora esto", comenta en plena segunda ola de la pandemia, tras el mostrador de su puesto de corderos en el Mercado de Labayru. Pero ni aquel desastre ni esta tragedia parecen haber hecho mella en su optimismo porque, pese al desolador panorama, piensa que va a despachar más piezas estos meses que incluso otros años. "Cuando estuvimos confinados se vendió más cordero porque la gente se quedaba en casa. También tengo muchos clientes que en navidades se van de hotel. Si este año no pueden, pienso que voy a tener más trabajo", dice.

Severina puede presumir de haber vendido cordero a tres generaciones. No en vano lleva con el delantal puesto la friolera de 54 años. "Me han comprado las madres, las hijas y ahora los nietos. Nos conocen, saben que extremamos la higiene y las ventas han seguido igual", asegura. Al menos desde que reabrió el puesto, cerrado en marzo y abril, en el primer pico de la crisis, porque es diabética y sus hijos le pidieron: "Mamá, no vayas".

De vuelta, con mascarilla eso sí, echó "mucho en falta no poder dar un achuchón a la gente mayor o un globo o un caramelo a los niños". Algunas caras conocidas, sin embargo, acudieron con más frecuencia a su cita. "Durante el confinamiento venían a comprar más cordero que en otros momentos porque no se iban a comerlo a Aranda. Tengo muchos clientes que los domingos van a comer cordero a Burgos o a Valladolid. Su economía se lo permite y van a pasar el día", explica. Por contra, también ha habido quien se ha quedado con el encargo en los labios, debido a la limitación de movilidad entre municipios. "Gente que había quedado en venir a comprar desde Las Arenas no puede venir. Tenemos clientes de todas partes", apunta.

Severina, que en navidades vendía "lo que se podía y más", confía en que esta próxima campaña también será buena. No obstante, no se precipitará a la hora de encargar la mercancía. "Nosotros haremos el día a día, sobre la marcha, porque los corderos no son latas de espárragos y ¿cómo aventuras ahora lo que vas a vender?", se pregunta esta carnicera que se abastece en Burgos y Palencia y cree que no habrá problemas de aprovisionamiento pese a los confinamientos perimetrales y a que uno de los mataderos con los que trabajaba "estuvo confinado hace meses al dar positivo dos matarifes".

"La angula se come entre seis"

Si arrima los faroles que adornan su tienda a sus expectativas de ventas, Agustín Sánchez, responsable de Angulas Ibaigune en Bizkaia, las vislumbra "buenas porque la gente que antes se desplazaba a las grandes superficies y hacía toda la compra allí, ahora, con el tema del confinamiento, compra más en la tienda de barrio. Eso nos ayuda a que las ventas estén un poco mejor", admite.

Aunque no abrirá su establecimiento, en la calle Blas de Otero, hasta principios de diciembre, atiende algunos encargos y ya intuye quiénes serán sus clientes. "La hostelería, tras un mes de cierre, imagino que responderá mal. Yo creo que la venta de esta campaña va a ser cara al público en el mostrador, que el que la pida la consuma en casa", señala. Las limitaciones de las reuniones a seis personas y las recomendaciones para reducir al máximo la vida social no jugarán en su contra, según sus previsiones. "La angula no se come entre cuarenta. Suelen ser comidas de seis personas, de tres, la pareja por algún tipo de celebración... La gente, de hecho, suele llevar medio kilito, 250 gramos... Son cantidades que indican que se van a sentar en la mesa tres o cuatro personas", estima. La crisis económica que discurre paralela a la sanitaria tampoco se dejará notar especialmente en su negocio. "Los que compran angula todos los años creo que no andan mal de poder adquisitivo. El precio medio suele oscilar entre 500 y 600 euros el kilo", detalla. Si la pandemia influirá en él es una incógnita por resolver. "Hay muchos factores que entran en juego. El principal, la climatología. Está lloviendo bastante y se supone que entrará bastante angula, lo que hace que el precio baje", explica Agustín, que piensa que "si hay bien de capturas, la venta será buena, mejor que en la campaña anterior".

"Esto va a ser el día a día"

En la Pescadería Aquilino, ubicada en la calle Doctor Areilza, su responsable no sabe a qué atenerse. "Previsiones, ninguna, porque, visto lo visto, no sé qué va a suceder. Yo quiero pensar que en el mes de diciembre igual dejan un poquito de manga ancha y se soluciona un poquito más, pero si estamos como ahora... Esto va a ser el día a día, como va a ser nuestra compra en Mercabilbao", explica.

Durante el primer confinamiento su negocio recuperó "el servicio tradicional de barrio porque el público, en general, no iba a las grandes superficies" y ahora se mantiene a la expectativa. "Igual la gente se vuelve a acordar de nosotros, como ocurrió en primavera, pero no lo sé. Además, el acceso está restringido, no puede entrar todo el público...". Con la convicción de que "en navidades las familias de quince o veinte, como tengo yo en mi casa, no se van a juntar", se "conformaría" con que las ventas fueran como el año pasado. Mucho más pesimistas se muestran en otra pescadería. "Esto no carbura, se va al traste. ¿Qué perspectivas hay para Navidad con lo que está ocurriendo? Hay ya más establecimientos cerrados que abiertos. Esa es la impresión que tengo de cómo está el tema".

"Muchos clientes en Navidad se van de hotel; si este año no pueden, voy a tener más trabajo"

Corderos Severina

"La gente que antes se desplazaba a grandes superficies ahora va a las tiendas de barrio"

Angulas Ibaigune

"En Navidad las familias de quince o veinte, como tengo yo en mi casa, no se van a juntar"

Pescadería Aquilino