Entre 350 y 400 euros. Esa es la horquilla de precios en la que se mueven los alquileres de una habitación en Bilbao. Unos precios que, para muchos de los estudiantes que se trasladan a la capital vizcaina para cursar sus estudios universitarios, no son asumibles. No son pocos los casos en los que estos jóvenes también tienen que afrontar las facturas correspondientes al agua, el gas y la electricidad. Además, tienen que ocuparse de llenar la nevera o de cargar sus tarjetas barik para llegar hasta sus centros de estudio. Son tantos los gastos a asumir que, en no pocas ocasiones, perciben el alquiler como una pesada losa. O como un vampiro que se alimenta, ansioso, de sus paupérrimas cuentas corrientes.

En términos generales, este es un resumen bastante preciso de la realidad que viven muchos de los y las estudiantes que se trasladan a Bizkaia desde otros puntos de Euskadi, o del Estado, para cursar sus grados universitarios. Todos los jóvenes consultados por DEIA, coinciden en que el precio de los alquileres es un gran escollo a la hora de encontrar alojamiento. “Vivo con mis tíos porque los pisos son muy caros. En este momento, no puedo permitírmelo”, asegura Naiara Beitia, una joven canaria que estudia periodismo en la UPV/EHU. La futura comunicadora espera poder acceder a uno a corto o medio plazo. “Todo dependerá de los ingresos que tenga”, reconoce.

Marcela Salazar, una de sus compañeras, está pudiendo gestionar el día a día lejos de su hogar. La joven astigarriagatarra, no obstante, ha tenido que lidiar con situaciones difíciles en estos últimos cuatro años. “En el primer curso conseguí un piso en Erandio y me engañaron. La pareja que ofertaba la habitación me prometió que solo compartiría techo con ellos, pero no fue así”, relata. Según Marcela, el hermano de uno de los individuos dormía habitualmente en el sofá. Este hombre, además, llegó a acosar a la estudiante. “Tocaba la puerta de mi habitación para proponerme planes y era muy insistente. Me iba todos los fines de semana, era demasiado incómodo convivir con él”, afirma. Por esta habitación pagaba 350 euros. Después, estuvo viviendo en Deusto y, en este momento, en San Inazio.

La joven logró acceder a las viviendas en las que ha residido durante sus estudios universitarios a través de una inmobiliaria. “He tenido que pagar muchísimo dinero por el mero hecho de que me mostraran los pisos –asegura la joven–. Normalmente, enseñan pisos que están en muy malas condiciones, pero tienes que quedarte con alguno. No tienes muchas opciones”, reconoce.

Las inmobiliarias, no obstante, no son el único puente que cruzan los jóvenes para llegar hasta sus potenciales hogares. Muchos, analizan exhaustivamente los resultados que les ofrecen portales web como Fotocasa o Idealista. Así fue como Rubén Guardado, natural de Cáceres, encontró su primer alojamiento en Bilbao por 280 euros mensuales. Al igual que Marcela, tuvo que afrontar numerosos problemas de convivencia. La diferencia es que, en su caso, estos conflictos le enfrentaban con su casera. “Acordó con nosotros entrar en el piso para hacer una limpieza general semanal, pero nos dijo que no accedería a las habitaciones –relata el cacereño–. No obstante, la encontré husmeando entre mis cosas en repetidas ocasiones”. La tensión entre casera e inquilino fue escalando hasta que Rubén, desesperado, decidió llamar a la Ertzaintza. “En ese momento me intentó echar del piso, incluso intentó entrar en mi cuarto a empujones”, afirma. Poco después el joven decidió abandonar el inmueble. “Me fui por mi salud mental, la situación era insoportable’’.

David Riera (Valencia) ha tenido más suerte que Rubén. Está cursando un máster en la Facultad de Ciencias y Tecnología de la universidad pública vasca, y ha logrado encontrar una habitación gracias a “unos contactos familiares”. Paga 320 euros por vivir en ella. “Internet, el agua, la electricidad y el gas no están incluidos en el precio”, puntualiza David, que también subraya lo caro que es vivir lejos de casa. El joven valenciano cree que Bizkaia es cuantitativamente más cara que su tierra natal, bañada por las aguas del mediterráneo. Pero esta misma percepción es también compartida por los y las jóvenes del territorio histórico. Precisamente por ello, no son pocos los estudiantes que se gradúan cum laude y con mención especial en hacer malabares para llegar a fin de mes.