Había mucha curiosidad por ver al Bilbao Basket en su nueva versión, tras el parón por las ventanas FIBA y con el cambio de cromos provocado por la lesión de Jaylon Brown y la venta de Axel Bouteille, sustituidos por Tyler Haws y Quentin Serron, y resultó que la nueva versión de los hombres de negro se pareció mucho a la original. Perdió en la cancha del Betis un partido que perfectamente pudo ganar, ya que Rafa Martínez tuvo el triple de la victoria aunque, en posición forzada, su tiro no encontró red, pero la versión competitiva del conjunto vizcaino, la rocosa, la del grupo humano que no se desconecta de los partidos salvo que el rival le saque de ellos a empujones, sigue ahí. Y eso, teniendo en cuenta las circunstancias, ya es mucho.

Además de la rémora que supone comparecer en la cancha de un equipo necesitado de triunfos con la ausencia de sus dos grandes referentes ofensivos y con sus sustitutos sin haber realizado casi ni el rodaje, los de Álex Mumbrú encontraron todo tipo de problemas sobre la cancha de San Pablo. Un fuerte golpe sufrido en la cabeza en el segundo cuarto provocó que a Ben Lammers se le abriera su ceja izquierda, teniendo que encaminarse a vestuarios para recibir puntos para regresar a la acción tras el descanso visiblemente incómodo, lejos de su versión habitual. Además, Arnoldas Kulboka tuvo una tarde nefasta en su especialidad triplista (cero de seis). Y sin embargo, el Bilbao Basket se las arregló para ir solventando todas esas situaciones con un poco de aquí y otro poco de allá, con jugadores como Jonathan Rousselle, Emir Sulejmanovic y, sobre todo, Sergio Rodríguez, que demostraron que se puede contar con ellos. Además, Tomeu Rigo asumió con total naturalidad su mayor protagonismo y Haws y Serron, sobre todo el primero, parecen haber entendido pronto que en el ecosistema de los hombres de negro se premia el descaro y la proactividad siempre que estén dentro de las normas que lo gobiernan. Al Bilbao Basket solo se le vieron las costuras en ataque en dos fases del juego: en el arranque del tercer cuarto, cuando salió claramente perdedor de la fase de locura e imprecisiones en la que entró el duelo, llegando a verse hasta nueve puntos por detrás en el marcador (54-45), y en los minutos finales del duelo, en los que se vio un equipo más impreciso y con problemas en varias tomas de decisiones. Lógico y normal, esos eran los momentos en los que Brown y, sobre todo, Bouteille tiraban de capacidad resolutiva.

Finalmente fueron los de Curro Segura los que salieron vencedores en el duelo porque su clara apuesta por fiar su suerte al juego uno contra uno de Erick Green y AJ Slaughter les salió bien. Green, un talento ofensivo tan espectacular como diferencial, fue un auténtico dolor de muelas para la retaguardia bilbaina y acabó con 28 puntos con notables porcentajes, mientras que Slaughter le respaldó con 14, casi todos logrados en la segunda parte. Además, a los visitantes les acabaron pesando sus flojos porcentajes, sobre todo desde la larga distancia. El 8 de 29 desde la línea de 6,75 dificultó mucho la regularidad de un equipo que buscó mucho que Kulboka y Rousselle percutieran desde lejos para generar espacios, pero el 0 de 11 entre ambos habla por sí solo.

Equilibrio La igualdad fue la nota predominante del choque desde su arranque. Tras un 5-0 inicial al que el Bilbao Basket respondió con un parcial de 0-9, el duelo fue serenándose hasta cerrar el primer cuarto con empate a 22. Eran los visitantes los que llevaban casi siempre la voz cantante en el marcador, pero los béticos, con muchos viajes a la línea de tiros libres, no perdían ni dos pasos, con Jerome Jordan y Green desactivando un 31-36 y haciendo que fueran los anfitriones los que llegaran en ventaja al ecuador de la cita.

En la reanudación, el partido perdió control y el Bilbao Basket, con demasiadas pérdidas y triples fallados, salió claramente perdedor. Un parcial de 11-3 en los cinco minutos iniciales del tercer cuarto estuvo cerca de sacar de foco a los hombres de negro, que llegaron a verse con un peligroso 54-45 en contra de sus intereses, pero no hubo naufragio. Entre Rafa Martínez, Haws y el incisivo Sergio Rodríguez cogieron el toro por los cuernos e hicieron posible que el duelo llegase a sus diez últimos minutos con todo por decidir (64-60). El Betis, totalmente entregado ya a la verticalidad y al juego uno contra uno de Green y Slaughter, amagó un par de veces con el demarraje (70-64 primero y 80-75 después), pero cada vez que volvía la mirada hacia atrás se encontraba a su rival a un palmo de su espalda. El Bilbao Basket se las ingenió para competir hasta el final. Durante los tres últimos minutos limitó a un punto la producción ofensiva de los de Segura, pero en esos compases decisivos le faltó algo más de efectividad y, sobre todo, claridad de ideas y compostura. Y pese a todo el tiro para ganar el encuentro fue suyo. Con 81-79, los de Mumbrú tuvieron un último ataque de 21 segundos. Green hizo falta a Rafa Martínez a 3,9 segundos del final, pero los béticos no estaban aún en bonus, por lo que hubo que sacar de banda. El primer intento, que pretendía poner la bola en manos de Kulboka, fue desviado por Green con el pie. Segundo intento. Con Haws como sacador, la bola fue a parar a manos del propio Martínez, cuyo intento de triple, con el espigado Jordan defendiéndole muy encima, se quedó muy corto. Al Bilbao Basket solo le faltó el último golpe de riñón para salir victorioso del duelo, pero al menos demostró, y se demostró, que su ADN sigue inamovible.