SERÁ una final inédita en la NBA, disputada entre los 1.609 metros de altitud de Denver y el nivel del mar de Miami, entre las montañas y las playas donde los estadounidenses y no pocos extranjeros hacen turismo. No se sabe cómo puede afectar esto a los jugadores porque nunca ha pasado ya que será la primera final de su historia para los Nuggets, que han llegado tras imponer su dominio en la Conferencia Oeste con el liderato de la liga regular y unos play-offs manejados con autoridad. Será la séptima para los Heat, cuya presencia en la lucha por el anillo habrá dado mucho dinero a los apostadores porque nadie les esperaba ahí hace unas semanas cuando estuvieron cerca de la eliminación en el play-in.

Nikola Jokic y Jimmy Butler, las dos estrellas que pueden decidir la final de la NBA. AFP

Los dos equipos han demostrado en su recorrido hacia la final que la táctica sigue siendo importante, que no todo es convertir los partidos en un festival de triples. Y lo han hecho apoyados en sus dos referencias, en dos jugadores que quizás no encajan en los moldes de esta NBA consagrada a las estrellas y a muchos toques de individualismo. Nikola Jokic, el mejor jugador de la competición ahora mismo, y Jimmy Butler, el mejor y el que más eleva su rendimiento cuando llega la hora de la verdad, brillan porque hacen mejores a sus compañeros sin dejar de producir para sí mismos.

El serbio es el corpachón al que los Nuggets, esa franquicia que en los 80 fue paradigma del baloncesto ofensivo, se han subido para buscar su momento, el primer anillo de su historia. Jokic, con su aire despreocupado y distraído, ha desplegado su ingente talento y su enorme capacidad para interpretar el baloncesto y ha firmado ocho triples-dobles desde que arrancaron los play-offs. A su alrededor, Mike Malone, apoyado en una rotación de siete jugadores, ha armado un equipo sólido y con más talento, el que aporta el canadiense Jamal Murray casi de forma constante y que, de vuelta a su mejor nivel tras una grave lesión de rodilla, puede ser el jugador que determine el signo de la final por su conexión, casi de memoria, con Jokic que supondrá un desafío para la defensa de los Miami Heat.

Sin embargo, a estas alturas los de Florida están pareciendo casi indestructibles tras eliminar a los dos mejores equipos de su conferencia que eran grandes favoritos al anillo, Milwaukee Bucks y Boston Celtics. Ese carácter pétreo, esa capacidad de supervivencia al borde del abismo, tiene mucho que ver con Butler, pero también con la cultura forjada desde los despachos por Pat Riley y en el banquillo donde Erik Spoelstra siempre encuentra los ajustes necesarios para ayudar a su equipo a ganar. Los Heat fueron el peor equipo en ataque en la liga regular, pero jugar la segunda final en cuatro años no puede ser una casualidad, por más que el rendimiento de jugadores como Caleb Martin, soberbio en la final del Este, o Gabe Vincent siga sorprendiendo. Además, durante la final puede volver Tyler Herro para añadir talento a una rotación también corta.

Esta próxima madrugada, en las faldas de las Montañas Rocosas, el equipo más rocoso de la NBA tratará de dejar de lado el cansancio para buscar las debilidades de un equipo que quiere hacer historia con un jugador que salta poco, corre menos, pero tiene todo el baloncesto en la cabeza. La final menos esperada puede ser interesante y premiará, gane quien gane, a dos proyectos basados en la paciencia y en el espíritu de equipo.