El fútbol, que cada día se analiza hasta niveles insospechados, en el que los datos y la correcta utilización de los mismos resultan cada vez más importantes en un deporte que se disecciona hasta el más mínimo detalle por irrelevante que pudiera parecer a ojos de quien lo disfruta desde el prisma del aficionado, tiene una máxima que resulta inamovible con el paso del tiempo. Es tan sencillo como que quien más goles marca se lleva el partido.
Se trata de un juego de aciertos y de errores y quien tiene más de lo primero acostumbra a salir victorioso. Da igual cómo se desarrolle un partido, los méritos que contraigan los unos y los otros, que la victoria irá a parar a quien más goles anote. Y con esta última afirmación serviría para resumir el partido que disputaron anoche el Athletic y el Villarreal en La Cerámica, en el que la victoria se quedó en tierras castellonenses por la incapacidad de los rojiblancos para hacer gol.
Poco importó que las sensaciones con las que el equipo llegó al descanso fueran muy buenas, las mejores de la temporada ante el rival más exigente, al menos en liga, pues el Arsenal juega en una liga inalcanzable. Pareció que lo vivido hasta la fecha en los siete partidos previos a la visita a La Cerámica formara parte de un mundo paralelo. Las dudas de las últimas semanas, en un mes de septiembre para olvidar, con tres derrotas y un único empate, con un bagaje de un único tanto anotado y seis encajados, se esfumaron de golpe y plumazo.
El Athletic volvió a ser fiel a sus principios, ofreció una imagen súper reconocible, la de ese equipo que fue campeón de Copa hace dos campañas y cuarto clasificado en liga la pasada campaña. Claro que le faltó el gol, la tónica de estos últimos choques, aunque dispuso de un buen puñado de ocasiones, alguna de ellas muy caras, como para haberse adelantado en el marcador. Pero cuando está de que no…
Otra de las máximas del fútbol es que los partidos duran 90 minutos, a excepción de algunos pocos que se pueden alargar hasta los 120 en función de si hay o no prórrogas. Y el Athletic se diluyó en el segundo tiempo cual azucarillo ante un Villarreal que metió una marcha más para cambiar la dinámica del partido y borrar del mapa a la tropa de un Ernesto Valverde que siguió el choque desde la tribuna de prensa y que el próximo sábado, por fin, podrá volver a la banda una vez cumplida su sanción de cuatro partidos después de su expulsión en La Cartuja.
Que el equipo de Marcelino García Toral, intratable en su estadio, donde suma un pleno de victorias, cuatro de cuatro, no iba a desperdiciar alguna de las ocasiones que dispusiera se daba casi por seguro. Y así terminó siendo. Bastó una jugada que parecía aislada y un rebote en el área para que Alberto Moleiro enviara al fondo de la red, imposible para Unai Simón, un balón que acabó siendo definitorio.
No hubo atisbo de reacción en el Athletic. Pareció que el campo estaba inclinado hacia una única portería y ni con balones en largo inquietó el Athletic en el tramo final al Villarreal, que tiene un portero que genera muchísimas dudas, pero al que no pudieron poner en apuros en los últimos minutos.
Los cambios, con la salvedad de un Alejandro Rego que será importante en el corto plazo, pues ayer cayó en combate un nuevo jugador, en este caso Mikel Vesga, tampoco aportaron las soluciones que demandaba el técnico y en algunos casos, como el de Jesús Areso, que no termina de explotar, los síntomas son preocupantes.
Eso sí, no todo fue negativo, hubo también noticias positivas, como el gran partido de Dani Vivian y Aymeric Laporte, pero la falta de gol volvió a costarle caro al Athletic.vivian