En las últimas cinco jornadas de liga, el Athletic ha sumado seis puntos. Un registro inferior a la media de todo el curso que no le impide continuar instalado en la cuarta plaza que defiende desde enero y mantener además una jugosa ventaja sobre sus rivales directos. Descrito así el momento que vive el equipo, sin profundizar en más cuestiones, y aunque los números indican que su pujanza y efectividad se han resentido, la conclusión a extraer solo puede ser positiva.

En el análisis de la situación no debe omitirse que resolvió con éxito el emparejamiento de octavos de la Europa League. Supo pues responder al reto que implica compaginar dos frentes, lo cual ha sido una constante a lo largo de la campaña. El detalle otorga más valor aún a lo realizado porque, como recordó Ernesto Valverde en La Cerámica, a estas alturas son ya muchos partidos los que la plantilla ha tenido que gestionar y es imposible que no se perciba.

Los problemas que afectan al rendimiento del grupo están conectados al sobreesfuerzo, físico y mental, que viene soportando y que, por pura lógica, se va a agudizar en lo que resta de un calendario que se encuentra en su fase decisiva. El fútbol desbordante, agresivo, valiente, que le ha caracterizado desde el verano ha dejado paso a una versión más apagada, donde el balance defensivo ha ganado importancia.

Después del atracón a costa del Valladolid (7-1), el Athletic solo ha marcado dos goles en 450 minutos que valieron cuatro puntos: uno al Mallorca y otro al Sevilla. No se estrenó ante Atlético, Osasuna y Villarreal. Ese notorio déficit de pegada se ha equilibrado con el blindaje de la portería propia: dos goles recibidos en esos cinco cruces, uno en el Metropolitano y el segundo ante el Mallorca.

Únicamente el conjunto dirigido por Simeone (24 goles) aventaja al Athletic (23) en el apartado de la contención. El dato permite entender la firmeza de que ha hecho gala hasta la fecha. Sin acierto rematador no hay manera de aspirar con fundamento a metas altas, como las que los rojiblancos tienen entre manos. Tener a fecha de hoy 46 goles no está mal, pero cuando la puntería se resiente, como ocurre últimamente, la consistencia del bloque, el trabajo sin balón, se convierte automáticamente en baza capital. Es evidente que nunca, tampoco en años anteriores, se ha echado de menos la aplicación defensiva de los jugadores, pero ahora que les cuesta más transitar con fluidez por los caminos que conducen al gol, ese factor acredita hasta qué punto este Athletic sabe competir.

¿Por qué ha decrecido el volumen de acciones de peligro o la pegada? La principal razón está expuesta: la carga de esfuerzos. Basta con repasar la actuación de Iñaki Williams del domingo, no se recuerda una peor en muchísimo tiempo de quien suma más minutos que nadie. Similar reflexión sería aplicable a su hermano o a Berenguer, el comodín que ha solucionado muchos partidos. La aportación de Guruzeta no es comparable a la del año previo, mientras que Maroan bastante tiene con ir asimilando la categoría.

A lo dicho, agregar que Sancet se ha tirado un mes largo sin intervenir y que Galarreta, el centrocampista más creativo, anda entrando y saliendo de la enfermería desde diciembre. Se trata de dos bajas de difícil sustitución, dado que no existen perfiles parecidos en la plantilla. Por ejemplo, si se produce la ausencia de Vivian, considerado como fijo por el entrenador, quienes ocupan la demarcación de central suelen demostrar capacidad para cumplir su cometido sin que se note. Se acaba de ver cuando Valverde se ha visto en la tesitura de alinear a Nuñez, suplente habitual.

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Para continuar con el tema del desgaste, mencionar el caso de Jauregizar, sometido a un intensivo de titularidades. Su desparpajo ha decaído, era inevitable en un chaval que acaba de estrenarse en la elite. Lleva una serie de partidos donde le cuesta abarcar campo y eludir errores inherentes a su condición de novato. Nada que deba sorprender. Tampoco Prados, valiosísimo el curso precedente, está pudiendo dar la talla con la frecuencia que le hacía indispensable.

Este cúmulo de circunstancias individuales, sumado a los kilómetros en las piernas de gran parte de la plantilla, están siendo compensadas a base de generosidad y gracias a la solidez que ofrece la estructura del Athletic. Incluso cuando toca fondo como en La Cerámica, algo que no es nada frecuente, el equipo se las apaña para salir a flote y equipararse a enemigos considerados de primer nivel. Es su gran mérito. Eludir la derrota en un compromiso complejo fuera de casa sin jugar un pimiento es una facultad que distingue a los buenos.