El Athletic no supo rentabilizar la inusual coincidencia de que los tres equipos más próximos en la clasificación, por arriba y por abajo, solo hubiesen sumado un punto la víspera. Le faltó fútbol, claridad de ideas para aprovecharlo ante un Espanyol muy generoso en el esfuerzo y poco más, de modo que tuvo que conformarse con sacar un empate. Esa batalla sin cuartel que planteó el cuadro local pudo incluso tener peores consecuencias a raíz de un gravísimo error de Unai Simón. El lance, registrado a la hora de partido, puso en peligro la espectacular racha de imbatibilidad de los hombres de Ernesto Valverde en el torneo, pero Sancet sigue de dulce y su gol despertó al equipo, que se lanzó en pos del triunfo y merodeó el área de Joan García hasta el pitido final.
El marcador se ajusta bastante a lo presenciado. Fue una sobremesa exenta de brillantez por culpa de la disposición al trabajo de todos los jugadores. Se asistió a una especie de anulación mutua, un encuentro nervioso, acelerado, trompicado, donde la actitud prevaleció sobre la inspiración. El excesivo número de malas decisiones en el manejo del balón fue una constante a la que nadie puso remedio, siendo los balances defensivos lo más destacable, en un campo y en el otro.
La noticia estuvo en la titularidad de Maroan, quien apenas logró dejar algunos detalles en una prueba de superior exigencia a la de su debut en la jornada anterior. Los compañeros, tan condicionados como él mismo por la pegajosidad del rival, no supieron abastecerle de pases que le concediesen ventaja. No obstante, Valverde le mantuvo sobre el césped hasta muy avanzado el cronómetro y volvió a disponer de Nico Williams, que ingresó a raíz del 1-0 y, aunque estuvo participativo, tampoco anduvo fino.
Desde el comienzo tuvo el Athletic la oportunidad de descubrir el secreto que mantiene en pie al Espanyol. Ya en la primera acción probó de la medicina que emplean los pericos en su estadio para sumar prácticamente la totalidad de los puntos que figuran en su casillero y la tónica no experimentó novedades reseñables hasta la conclusión. Agresivo y muy concentrado, el cuadro local fue capaz de equipararse a los rojiblancos en intensidad en los duelos dificultando sus maniobras, generando una tónica atropellada de la que casi nunca pudo librarse para plasmar su mayor calidad.
En el primer acto se produjo una alternancia en el capítulo de llegadas. Ninguna nítida, salvo un remate de Maroan en el área tras un intento previo y un regate al central para empalmar duro con la izquierda. El envío hubiese quizás rozado el larguero, pero por si acaso el portero palmeó a córner. Un cabezazo desviado de Puado, en una de las contadas transiciones con la firma de Jofre, el más activo de los suyos, dio lugar el instante más amenazador para Simón.
Bien establecida la pauta del juego por parte del Espanyol, sin que el Athletic replicase con eficacia, al descanso no se adivinaba qué derroteros tomaría la reanudación, si alguno de los equipos sería capaz de alterar la dinámica. Cabía pensar que el anfitrión acusase el tute o que la inercia ganadora del Athletic asomase impulsada por los recambios que aguardaban en el banquillo. Bueno, pues ni una cosa ni la otra. El guion continuó inamovible. De hecho, en el primer cuarto de hora las áreas de convirtieron en coto vedado.
Brega y disputas sin reservas para que el pulso se desarrollase por todo el resto del césped. Hasta que en un saque de banda a la altura de la frontal propia, Vivian cedió con margen suficiente a Simón, la típica acción que se repite como el ajo en cualquier partido y desemboca en un envío largo del meta. Pero este se confió tanto que permitió que el esprint de Roberto le pillará preparando el chut. El delantero se lanzó para rebañar el esférico y dejó a Simón con el molde, golpeando al aire mientras la pelota se alojaba mansamente en la red.
Solo una jugada impensable podía romper el equilibrio y, por desgracia, tuvo lugar en una zona muy sensible para los intereses del Athletic, forzado en adelante a elevar sus revoluciones y asumir algún riesgo. Valverde utilizó cuatro cambios enseguida, necesitaba agitar aquello y Manolo González apuntaló la contención con Calero, un central reconvertido en medio centro.
El empuje del Athletic no se tradujo en nada limpio hasta que en el 76, Romero se interpuso al límite para repeler un chut franco de Sancet. El consiguiente saque de esquina, muy largo, le cayó a Sancet, quien empalmó una volea que fue a rozar precisamente en la espalda de Calero, haciendo inútil la estirada de Joan García. Un golpe de fortuna que a punto estuvo de repetirse poco después: Iñaki Williams ejecutó un remate muy similar a la salida de otro córner, pero esta vez la pelota se marchó alta.
El empate pasó a ser la única aspiración del Espanyol. Un punto de oro para seguir remando en su complicada empresa por alejarse del fondo de la tabla. El Athletic adoptó un perfil más voraz. Olió sangre y se volcó para generar un puñado de aproximaciones. Salvo una de Iñaki Williams, un regate a su par seguido de un violento zurdazo, relativamente cómodo para el portero porque salió centrado, el resto murieron por déficit de puntería o precipitación.
Fue el único rato en que el rendimiento del Athletic rompió el equilibrio y transmitió sensaciones esperanzadoras. Para entonces el aspecto físico también se estaba dejando sentir, especialmente en las filas de un Espanyol que se aferró al premio al que, como mínimo, había opositado. Una valoración extensiva al Athletic, que se tuvo que retirar con las ganas de haber apuntalado un poco más su privilegiada posición en el campeonato.