En Balaídos las gaviotas forman parte del decorado. Como si de un ritual se tratara, a medida que se va acercando la hora del partido, coincidiendo con la entrada de los aficionados al estadio, empiezan a revolotear en el ambiente en busca de algo que llevarse a la boca. Ni la lluvia que acompañó a la previa del encuentro entre el Celta y el Athletic las achantó. Tampoco los pitos al trío arbitral durante el calentamiento, ni el aumento en la intensidad de estos cuando arrancó el encuentro. Hay hartazgo en el conjunto vigués por algunas de las últimas decisiones arbitrales que entiendo que les han perjudicado, como la del jueves en el Bernabéu. En definitiva, hay ganas de dar un golpe en la mesa en Vigo. También lo había, aunque por distintas cuestiones, en el Athletic, que ha superado el luto de su eliminación copera ante Osasuna como lo hacen los equipos grandes, volviendo a la senda del triunfo, esta vez en liga.
Una victoria revitalizante para la tropa de Ernesto Valverde, que había sido incapaz de ganar en sus tres primeros encuentros del 2025 y que se quitó de un plumazo esas dudas que comenzaban a surgir en el entorno. La memoria es frágil, más aún en el fútbol, donde por muy bien que lo hayas hecho hace dos días, lo que manda es el presente. Y ese, claro, más aún por cómo se produjo la derrota frente a Osasuna, era doloroso. Pero el Athletic se reencontró en Vigo con su mejor versión. No jugó con esa intensidad y ritmo vertiginoso que ha demostrado durante buena parte del curso, pero sí lo hizo con una enorme suficiencia. Llevó en todo momento el peso del partido, mantuvo controlado a un Celta que en su casa era casi intratable y cuando las cosas se le complicaron en los minutos finales tiró de oficio para echar la persiana a la portería de Unai Simón.
Aunque Valverde admitió en sala de prensa que en el seno del vestuario no se quitaron un peso de encima con su triunfo ante el Celta, la sensación desde fuera es de que sí. Es cierto que en Copa las sensaciones no fueron malas, que los numerosos errores fueron los que decantaron el choque en favor de los rojillos, pero cuando uno viene de ganarlo casi todo y no es capaz de vencer en tres choques seguidos, las dudas asaltan a cualquiera. Eso sí, está bien que el técnico asegure que dentro, en la caseta, no ha habido ninguna duda. Por si acaso, Iñaki Williams refrendó a su técnico.
De haber habido dudas es probable que el signo del partido de ayer hubiera sido otro, más aún cuando un nuevo error, en esta ocasión personalizado en la figura de Adama Boiro, a punto estuvo de echar al traste todo el buen trabajo realizado hasta entonces. Lejos de caer en nuevos fallos, de reincidir en los errores, el Athletic se mantuvo entero, incluido el propio Adama, que olvidó rápidamente la acción de marras. Valverde tiró de los veteranos. Movió el banquillo para cerrar el choque, doblando los laterales y cerrando cualquier vía de escape para su rival. Y los tres puntos volaron para Bilbao.
En la zona noble
El estreno liguero del conjunto rojiblanco en este 2025 mantuvo la línea del final de año. El equipo despidió el 2024 con una victoria de mérito ante Osasuna y lo arrancó de igual manera. Aunque con una sutil diferencia, y es que se acerca a los equipos que le preceden en la tabla, hasta el punto de que está igualado a puntos con el Barcelona, que marcha tercero. Son ya once los partidos sin perder en liga y, aunque aún queda mucho por camino por recorrer, llegados a estas alturas del curso pelear por la Champions debe de ser ya el objetivo. ¿Y la liga? Palabras mayores y mucho gallo en el corral.
La cifra
200
Unai Simón disputó ayer en Balaídos su partido número 200 con la camiseta del Athletic. El guardameta de Murgia, recuperado ya de su operación en la muñeca, es el portero titular en liga, competición en la que suma 182 encuentros. En Copa ha jugado 12, en Supercopa 5 y 1 en la Europa League.