El campeón de Copa estuvo en un tris de montarla y bien gorda en su primer contacto con el torneo. Su deficiente gestión del emparejamiento con una UD Logroñés que habita en una categoría tres escalones por debajo de la propia, puso al Athletic en riesgo de ser eliminado. Solventó el pésimo trago después de 120 minutos de pobreza futbolística, en los penaltis, suerte en la que su adversario venía de apear al Girona. La aventura riojana murió ahí, con todos los honores, y ahí arrancó la del Athletic, que no acertó a tocar las teclas para imponer su ley y acabó dándose una pechada para jugarse el tipo de la peor de las maneras. Menos mal que recuperó la inspiración extraviada en momento tan crucial.
El desenlace demuestra que sí había para tanto. La visita a Las Gaunas no se desarrolló por los cauces deseables, el desfase de potencial existente entre los equipos no obtuvo el reflejo esperado. El Athletic se mostró impotente para resolver la eliminatoria como correspondía y se metió en un berenjenal. Careció de temple, criterio y precisión para plasmar su autoridad, lo que le abocó al engorro de disputar media hora extra y a exponer la continuidad en su torneo favorito en la tanda de penaltis. Más de uno se acordaría de la confesión realizada por Valverde de víspera cuando, en vez de aludir al respeto que toda cita oficial merece, utilizó el término “pánico” para describir la sensación que le embargaba.
La UD Logroñés prácticamente ni asomó en ataque, pero el acceso a los octavos resultó muy sufrido. Quizás Valverde podría haberse ahorrado la referencia al fiasco que le tocó vivir en El Malecón de Torrelavega allá por 2003 porque desde entonces el Athletic acumula un pleno de éxitos en este tipo de rondas. Pero anoche el Athletic estuvo muy lejos de funcionar como ha acostumbrado a su afición. Si lo que pretendía el técnico era activar a sus hombres después del paréntesis vacacional, no puede darse por satisfecho. Ahora bien, no es menos cierto que el Athletic saltó con un once plagado de gente poco habitual. Solo repitieron Paredes y Guruzeta del último encuentro liguero ante Osasuna y esta circunstancia se fue dejando sentir según discurrían los minutos.
Era previsible que tal cosa ocurriera, máxime si el marcador no se movía, posibilidad que fue poco a poco tomando cuerpo por la escasez de ideas. Para decirlo todo, se ha de resaltar la fiabilidad exhibida por la UD Logroñés en la contención. Aspecto conocido, como consta en sus estadísticas de la temporada, incluidos sus duelos coperos con Eibar y Girona. Solo durante el primer cuarto de hora, el Athletic alcanzó zona de remate con frecuencia, con especial protagonismo de Djaló. Sin necesidad de elaborar demasiado sobre una superficie que no era una alfombra precisamente y a cada rato fue más irregular, los delanteros recibían suministro, pero no sacaron nada en limpio
Esa serie de llegadas se fue espaciando más y más, mientras la UD Logroñés daba muestras de confianza en su disposición táctica, diseñada para no padecer agobios en su retaguardia. Trabajaban a destajo los locales y la creatividad del Athletic se fue difuminando. El mayor peligro se produjo en un par de disparos desde la frontal a cargo de Djáló y Herrera, a lo que cabría añadir varias situaciones en el área sin recepción por parte del destinatario del pase. La dinámica no era negativa, dentro de un tono gris, pero a partir de la media hora se apreció cómo la UD Logroñés se quitaba de encima la prevención e intentaba progresar.
Así generó hasta tres momentos de incertidumbre para la zaga de un Agirrezabala que no tuvo que intervenir hasta la acción que precedería al descanso. Tuvo que blocar un remate lejano de Nájera, tras burlar este a dos rivales en un palmo de terreno. Un indicativo del cariz de la contienda había cambiado respecto a la fase inicial. Guruzeta y Djaló dejaron de participar, igual que Serrano. La amarilla mostrada a Valverde por protestar también cuadraba con un contexto incómodo.
Al respecto de la línea descendente descrita por el equipo, el triple cambio justo a la hora de partido: los hermanos Williams y Jauregizar para enderezar la empresa. En vano. La UD Logroñés se parapetó en torno a su área decidida a que los minutos fuesen pasando sin novedades y consiguió su propósito. Aunque hubo tres remates, dos de Guruzeta y otro de Berenguer con veneno, a ello se redujo el balance ofensivo. Mucha posesión y muy poco de provecho en las evoluciones de unos futbolistas obtusos con la pelota. El Athletic no dio la talla en la segunda mitad y la tónica de la prórroga fue idéntica, período donde solo se registró una oportunidad, de Nico Williams, que entre Monreal y Royo lograron apuradamente desbaratar.
En el comprometido trámite de los penaltis no faltó de nada, por supuesto la emoción, pero asimismo unas condiciones muy deficientes por el estado del punto donde se coloca el balón para los lanzamientos. El Athletic tuvo que tirar los cinco para eliminar la durísima resistencia de la UD Logroñés que vio cómo Agirrezabala detenía uno y Sarriegi ni siquiera dirigía la pelota entre los tres palos. Las estrecheces vinieron a raíz del intento de Nico Williams, que fue quien pagó el pato por el boquete sobre el que se posaba el balón y vio cómo chut salía hacia las nubes. Vivian, Yuri, Berenguer y Unai, en ese orden, subsanaron el error del compañero para certificar la presencia en octavos de final.