¿Qué hace Víctor Barrios, un preparador físico gaditano, con un águila en Razgrad? ¿Y qué hace Fortuna, el águila calva nacida en Países Bajos en un país como Bulgaria? La cosa suena a bilbainada, pero no. La historia viene de lejos. Empezó en Lisboa, con la inauguración del Estadio Da Luz del Benfica, continuó en el Olímpico de Roma, con la Lazio como protagonista, y sigue en Razgrad, la pequeña localidad búlgara donde el Ludogorets juega sus partidos como local y donde el Athletic disputará este jueves su cuarto partido de la liguilla de la Europa League.
Símbolo del club, en cuyo escudo luce el ave, Barrios es el cuidador de Fortuna, que sobrevuela el Ludogorets Arena en las previas de cada partido. Un ritual que se repetirá este jueves diez minutos antes del inicio del choque continental y que “hará las delicias de todos los aficionados”, entre ellos, los 500 que han llegado desde Bilbao.
La conversación con Barrios, a quien acompaña su hija durante unos días en Razgrad, se da en uno de los bares más transitados de la pequeña localidad búlgara. Todo gira en torno a Fortuna, un águila noble, que come peces y pollo y que “nunca ha dado ningún susto”. “Ella vuela desde lo alto de la grada y se posa sobre el escudo, al otro lado del campo”, relata el gaditano, que se muestra encantado de recibir al Athletic, a cuya expedición visitará en la mañana del jueves con Fortuna. Un ritual que ya siguió cuando el Betis jugó ante el Ludogorets dos años atrás.
Su hermano fue quien inició lo que ya es una tradición en el Benfica y la Lazio y quien le animó a unirse a la aventura en el Ludogorets. “Soy un culo inquieto, no me gusta estar parado y no pude decirle que no, aunque me lo tuve que pensar un poco”, relata. En Razgrad trabaja como preparador físico, entre sus clientes figura el alcalde de la ciudad, y también algún familiar de los jugadores. “La vida aquí es tranquila. Cuido a Fortuna, de la que estoy pendiente buena parte del día, y la entreno”.
CINCO KILOS Y QUINCE AÑOS
El águila se deja tocar, siempre en presencia de Víctor Barrios, y algunos pocos afortunados han podido hasta sostenerla con el brazo. “No pesa mucho, unos cinco kilos. Pero tengo que controlarla mucho el peso, como si fuera una deportista de élite. A un águila como estas, que mide unos dos metros de envergadura, realizar un vuelo tan bajo como el que hace los días de partido le supone un esfuerzo tremendo. Y si se pasa del peso, le cuesta mucho”, explica su cuidador. “A sus quince años, puede vivir hasta los 70, es como una adolescente”
El gaditano aclara que no es cetrero. “Lo que yo hago con el águila no se puede considerar cetrería. Los cetreros están muy dedicados a la caza con halcones o con otro tipo de aves rapaces. Lo mío es diferente. Eso sí, dentro de la cetrería, el trabajo con las águilas se considera como el Ferrari de la cetrería”, explica.
Aunque sobre el papel el vuelo es siempre el mismo, este no siempre sale perfecto. “Hay veces que no se quiere posar sobre el escudo, qué se le va a hacer”, apunta Barrios entre risas. “Lo que nunca ha hecho ha sido ir donde nadie del público. En eso no hay ningún problema. Dentro de las águilas, el águila calva americana se considera la más sociable con las personas. Incluso hay estudios que demuestran que pueden llegar a tener la inteligencia de un niño de siete años”.