Por prematura, cualquier valoración con solo once partidos de competición celebrados carece de fiabilidad. Más aún si se trata de un jugador recién llegado al equipo y además procede de un campeonato de inferior nivel al de la liga española. Cuando a principios de marzo el Athletic anunció la adquisición de Álvaro Djaló del Sporting de Braga por 15 millones de euros y 5,5 en variables, el club atravesaba un momento dulce. Apuntaba claramente a clasificarse para competición europea, meta negada en los seis años anteriores, y solo un mes después conquistó el título de Copa. La operación se interpretó como un paso más para reforzar la plantilla que, de la mano de Ernesto Valverde, convencía con su fútbol e ilusionaba a la afición.

Del delantero criado en el barrio de Otxarkoaga, que tras militar en el Begoña se lanzó a la aventura de buscar acomodo en la élite del fútbol portugués, no se sabía demasiado entonces. Pero enseguida llamaron la atención sus números y el hecho de que ya hubiese participado tanto en la Europa League como en la Champions, defendiendo los colores del Sporting de Braga. La entidad que apostó por él después de que Benfica y Sporting de Portugal desechasen su fichaje, evidenció su satisfacción con el rendimiento de Djaló ampliando el vínculo contractual en dos ocasiones, la última hasta 2027. En 87 actuaciones con el Braga, Djaló firmó una veintena de goles y diez asistencias.

Desde el Athletic pronto subrayaron la versatilidad como su gran virtud. Valverde dijo que podía ocupar indistintamente “los tres puestos de ataque” y que mantenía una estrecha relación con el gol. Al respecto, De Marcos declaró: “Va muy rápido y enseguida saca el disparo”. Cuestión que Djaló ratificó en su presentación en San Mamés el 19 de marzo vistiendo los colores de la selección de Euskal Herria: anotó un gol espectacular frente a Uruguay con un veloz movimiento en el área.

En fin, que su llegada a Lezama en pretemporada despertó grandes expectativas. El equipo disponía de un elemento potencialmente muy interesante para apuntalar su vocación ofensiva, cifrada en los 61 goles marcados en LaLiga 2023-24. Y de un comodín que multiplicaba las alternativas en la delantera de cara a una campaña muy exigente.

Durante el verano, a Djaló le costó adaptarse al estilo del equipo: un ritmo superior, la obligación de presionar constantemente, menos elaboración y más verticalidad. Nada que ver con lo que él conocía. Pero a medida que avanzó la pretemporada asomaron detalles de su calidad. Marcó en dos amistosos y dio dos pases de gol. Su progresión se vio interrumpida por unas molestias musculares en vísperas del inicio del calendario oficial.

Causó baja en las dos primeras jornadas y debutó ante el Valencia en casa. Estuvo casi una hora sobre el césped, en el costado izquierdo, y fue relevado por Nico Williams. Dejó la sensación de hallarse desubicado. A los pocos días saltó del banquillo contra el Atlético de Madrid, relevando a Guruzeta, un movimiento que se ha repetido en otras dos oportunidades. Tampoco estuvo acertado. No actuó en el estadio de la UD Las Palmas y fue titular en Butarque, como ariete, pero tampoco le fue bien y Valverde le suplió antes de la hora. Seguía tenso, nervioso, impreciso.

Un gol

A la cuarta participación estrenaría su cuenta goleadora, suyo fue el remate, de cabeza, que sentenció al Celta cerca de la conclusión. El logro no ha cambiado una dinámica decepcionante. Fue titular en el Olímpico de Roma, después no tuvo minutos contra Sevilla y AZ Alkmaar, y en Girona añadió media hora más. Las estadísticas le sitúan muy rezagado con respecto al resto de los atacantes rojiblancos. Lleva 244 minutos repartidos en seis encuentros, cuando los demás pasan holgadamente del medio millar: Nico y Berenguer rondan los 550; Guruzeta y Sancet, más de 600 e Iñaki Williams, 900.

Estos datos obedecen a una realidad incontestable, no son fruto de la casualidad. Que Djaló necesita un margen más amplio para sentirse cómodo y soltarse, salta a la vista. Lo piensa el entrenador, que por algo no le pone más a menudo, y seguro que él mismo es consciente de que todavía le falta un trecho para estar plenamente integrado en el fútbol que practica el Athletic. Tampoco será sencillo hacerse un sitio en un grupo que el curso anterior puso el listón muy arriba y cuenta con hombres que portan la vitola de indiscutible justo en las demarcaciones a las que Djaló opositaría.

A estas alturas merece la pena relativizar el problema. No es el primero ni será el último fichaje que tarda en reivindicarse. En este caso, como ya se ha sugerido, recalar en un grupo tan cohesionado y competitivo puede suponer más un obstáculo que una ayuda, aunque parezca contradictorio. La competencia estimula, pero también encarece la inclusión en las alineaciones. Y atendiendo a los síntomas que Djaló está transmitiendo (fallos en facetas que domina, desorientación posicional y mala lectura del juego), solo queda confiar en que, a base de perseverancia en el trabajo, vaya superando lo que parece un bloqueo mental y enseñe sus argumentos. De lo contrario y pese a que estamos a mediados de octubre, no tardarán en surgir voces cuestionando su valía y, cómo no, la idoneidad del fuerte desembolso asumido por el club para hacerse con sus servicios. Eso sí, también dependerá bastante de cuál sea la marcha del equipo.

La actualidad

Varias ausencias en Lezama

Hoy, última sesión de la semana. Nico Williams, quien regresó el martes a Bilbao tras ser valorado por la Federación Española de Fútbol por la lesión que le impidió jugar el domingo en Girona, se sumó a la lista de ausentes en el trabajo de la primera plantilla del Athletic ayer en Lezama. Junto al pequeño de los Williams, faltaron al entrenamiento del grupo de la plantilla rojiblanca el resto de jugadores lesionados, futbolistas que dosifican los esfuerzos en función de su estado físico, y los internacionales que han partido en este parón liguero con sus respectivas selecciones. La plantilla aún trabajará hoy antes de tomarse descanso el fin de semana, para volver el lunes a preparar el partido del día 19 ante el Espanyol en San Mamés.