El Barcelona actual se define por situaciones como las que se sucedieron ayer, con su flamante fichaje para el curso recientemente iniciado, Dani Olmo, por el que el conjunto azulgrana ha desembolsado unos 60 millones de euros, siguiendo el encuentro en la grada al no poder ser inscrito a tiempo porque la situación económica del club es un auténtico desastre. Nada que no sucediera la pasada campaña, en la que se vivió una circunstancia similar, claro que ayer mismo Ilkay Gundogan, posiblemente uno de sus mejores futbolistas de la pasada campaña, al que han regalado esta misma semana al Manchester City para ahorrarse su elevado sueldo, jugó 20 minutos en el triunfo del equipo que dirige Pep Guardiola. Y como quiera que Nico Williams ha decidido continuar en el Athletic, parte de la afición azulgrana tuvo a bien silbar al extremo cada vez que tocó el balón. Y todo, se podría decir, por no estar sentado en la grada junto a Olmo. Qué mundo este.

Las cosas han cambiado mucho en can Barça en los últimos años, especialmente desde la entrada del dineral recibido por la marcha de Neymar al PSG, pero lo que no ha variado ni un ápice es la incapacidad del Athletic para ganar en sus visitas al conjunto azulgrana. Si a una circunstancia que va camino de ser histórica, si no lo es ya, se le unen las muchas facilidades que le puso ayer al Barcelona, la ecuación tiene una fácil solución: la derrota. Los desajustes defensivos fueron la tónica del encuentro. Solo en el arranque de la segunda mitad, tras la charla técnico del descanso, pareció sentirse más cómodo el Athletic, aunque fue un mero espejismo. Lo sorprendente fue que su rival solo superara en dos ocasiones a Alex Padilla, de nuevo el más destacado de entre los leones, lo que da para una profunda reflexión y una reacción inmediata.

Varios de los futbolistas del Athletic parecieron mimetizarse con alguno de los muchos turistas que se dieron cita en las gradas de Montjuic, esos mismos a los que se refirió Ernesto Valverde en la previa para asegurar que el ambiente en el feudo azulgrana no era el más caliente. Y menos mal.

Disgustado por la imagen que dejó su equipo en el estreno frente al Getafe, el técnico realizó dos ajustes en busca de una reacción y un tercero obligado ante la baja por lesión de Aitor Paredes, lo que permitió la primera titularidad de Dani Vivian. Iñigo Lekue ocupó el lateral derecho en detrimento de Andoni Gorosabel y Nico Williams se ubicó en banda izquierda por Gorka Guruzeta, desplazando a Iñaki Williams a la punta. La idea estaba clara, trabajar mucho y bien en defensa y buscar rápidas transiciones aprovechando la velocidad de los tres puntas. Pero la fórmula de ubicar a Iñaki como nueve hace tiempo que dejó de dar réditos. Si algo quedó claro el curso pasado es que el bilbaino se siente más cómodo en la banda y que su rendimiento crece cuando tiene a Guruzeta cerca de su radio de acción.

El uno no funcionó sin el otro, aunque lo más grave fue la permisividad defensiva del equipo, que ya dejó malos síntomas ante el Getafe. Y claro, diez días atrás el delantero del conjunto azulón fue un desconocido Uche y ayer un tal Lewandowski. No hace falta añadir mucho más. Aunque erró hasta tres ocasiones, una de ellas salvada milagrosamente por Padilla y las otras dos estrelladas en el palo, no perdonó a la cuarta para dejar el partido visto para sentencia.

Lekue nunca se sintió cómodo en su banda, recordando al de sus peores tardes; tampoco Yeray se reconoció a sí mismo. Y qué decir de los cambios, con los que Valverde tampoco acertó a cambiar la dinámica del partido. Hay trabajo por delante. Lo primero, recuperar la solidez defensiva del curso pasado. El mercado sigue abierto hasta el viernes, por si la solución se halla fuera de Lezama.