EL anuncio de Iker Muniain produjo un inmediato y potente impacto en el seno del Athletic y, especialmente, en el entorno del club. La marcha de un futbolista que ha cubierto década y media en la plantilla y es el portador del brazalete de capitán, lógicamente acaparó la actualidad, pero no puede considerarse una sorpresa. Existían factores, incluso indicios, que apuntaban en este sentido. La posibilidad de una despedida prematura habida cuenta su edad, 31 años, descansaba en una constatación evidente, que se ha ido moldeando a lo largo de la actual temporada. Muniain había dejado de ser una pieza con peso específico en el equipo, ya no era un fijo en las alineaciones, ejercía de suplente, con apariciones cada vez más esporádicas.

Consciente de hallarse inmerso en una dinámica sin vuelta atrás, el jugador adoptó hace un tiempo la resolución de hacer coincidir la finalización de su contrato con el adiós a la entidad. Al comunicar la iniciativa a los compañeros, Muniain lo dejó claro. Y dio en el clavo: “Era la mejor decisión para mí y para el club”. Para él porque su sueño de alargar la carrera y colgar las botas como rojiblanco se había desvanecido. Pretender seguir a costa del deterioro de su imagen deportiva no era plato de gusto, menos en la que ha sido su casa desde que siendo un mocoso salió de la Txantrea para ingresar en la escuela de Lezama.

En su fuero interno, Muniain está convencido de que aún le queda cuerda para prolongar su itinerario profesional, pero será en otro destino. En el Athletic ya no tenía sitio, al menos en las condiciones, las mismas o similares, de que ha gozado siempre, desde aquel 30 de julio de 2009, día de su presentación en sociedad, rompiendo todos los registros de precocidad.

En cierto modo, ese afán por sentirse útil sobre la hierba podría considerarse el último servicio prestado al club de sus amores. Con su salida voluntaria, transmitida de manera tan oportuna, en la línea de lo realizado poco antes por Raúl García, evita un problema a los dirigentes: directiva, director deportivo y entrenador.

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Muniain anuncia su marcha del Athletic a sus compañeros de vestuario Athletic Club

Al parecer, el Athletic le había adelantado a Muniain su intención de plantearle la continuidad una campaña más y una segunda en función del número de partidos, aunque estaban por precisar los términos económicos, sin duda bastante inferiores a lo que percibía hasta la fecha. El tira y afloja de una negociación, suponía adentrarse en un escenario delicado. Con su postura, el jugador le ahorra a Ibaigane un trámite engorroso, además de difícil de justificar. Se ha impuesto la visión realista de Muniain: si no cuento para qué dilatar la relación.

Muniain se ha tirado meses sin decir una palabra más alta que la otra, pero según avanzaba el calendario la conveniencia de salir derivó en una necesidad en el plano personal. Podía asumir la pérdida de protagonismo, no así verse amarrado al banquillo en un montón de partidos. Permanecer ajeno a la competición, excluido por el técnico de la rueda de los cinco cambios, era excesivo para él. Esa amarga experiencia explicaría parcialmente su desatada celebración del título de Copa. Con la decisión tomada, para él debió significar una liberación el éxito deportivo y cuanto acarreó a nivel de calle o en petit comité, con los colegas de vestuario.

Atrás deja unas estadísticas apabullantes que le reservan un lugar de honor en la historia del club. Cifras inalcanzables para la inmensa mayoría gracias a que ha gozado de la confianza de todos los entrenadores que le han dirigido. Su temprana irrupción en la élite contribuyó a generar ese halo que distingue a las estrellas del fútbol, un trato exclusivo, jaleado por la afición, del que no se ha desprendido pese a los altibajos registrados en su rendimiento.

Si se analiza en profundidad el rol de Muniain, resulta que ha sido un elemento desplazado tácticamente de su zona de seguridad durante la mayor parte de su carrera. Ubicado en la banda izquierda, su tendencia natural se manifestaba cada semana, alejándose a la mínima de la cal para poder expresarse entre líneas. Tampoco ha destacado por su eficacia de cara a puerta, 75 goles después de 557 encuentros oficiales, así lo atestiguan.

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El paso de Iker Muniain por el Athletic: 15 temporadas en el primer equipo y más de 550 partidos Deia

Pero Muniain se las ha ingeniado para ser importante y convencer al jefe de turno de que su concurso era imprescindible. Ni siquiera las interrupciones que padeció, sendas roturas de rodilla y los consiguientes procesos de rehabilitación que le robaron año y medio, le privaron de figurar entre los elegidos. El foco nunca dejó de perseguirle y cuando empezó a emitir síntomas de declive, algo comprensible porque no ha sido un portento físico precisamente y lo que pesa no es la edad sino las temporadas acumuladas en el organismo, la llegada de Marcelino le revalorizó al máximo, hasta erigirse en el jugador más empleado del grupo en la campaña 2021-22.

Luego, las tornas cambiaron con Valverde al mando y el paulatino crecimiento de Sancet, Nico Williams y, por último, el retorno de Iñaki a la posición de extremo. El año pasado, de manera más discreta, Muniain se vio un tanto desplazado del foco. En el vigente, esa inercia se ha acentuado sin remisión para desembocar en la noticia que motiva estas líneas.

A menudo San Mamés ha coreado su nombre con cariño, en señal de reconocimiento a un futbolista que identifica como alguien de la familia, no en vano ha asistido prácticamente a toda su evolución vital, desde niño. Lo cual supera ampliamente en importancia al reconocimiento que pudiera merecer por su desempeño profesional.