La posibilidad de engancharse a la carrera por una plaza de Champions sufrió anoche un revés que quizás sea definitivo. El Athletic volvió a empatar por segunda jornada consecutiva actuando de anfitrión. Si en la anterior, malgastó la baza de la superioridad numérica frente a un adversario de cierto nivel, aunque se pusiera el foco en la actuación del árbitro, ayer se quedó sin eximentes. Repartir los puntos con un conjunto que solo había arañado dos empates como visitante en la temporada y el año que viene militará en Segunda, equivale a renunciar a cotas mayores y demuestra que ha extraviado la senda que desde septiembre ha transitado en San Mamés. Ofreció el Athletic una mitad de encuentro a la altura de las expectativas, pero fue decayendo con el correr de los minutos y permitió que el Granada se marchase vivo.

El resultado de nada le sirve al cuadro nazarí, pero al Athletic le dejó muy tocado. Si el Atlético de Madrid hace sus deberes mañana en Mendizorrotza, el duelo directo con los colchoneros de la próxima semana perderá buena parte del interés que se le había otorgado. Antes de acudir al Metropolitano, tenía ante sí un reto asequible, sumar los tres puntos a costa de un equipo hundido era obligatorio para alimentar la aspiración de mejorar la nota, no cabía otra y los rojiblancos, sencillamente, no dieron la talla. Fracasaron.

Aunque no se pueda discutir que el equipo de Valverde opositase con fundamento a la victoria por lo realizado antes del intermedio, lo que vino después dejó bastante que desear. Ni los titulares ni los relevos acertaron a gestionar el segundo acto, espesos, sin recursos, ni siquiera en la faceta física lograron imponer su ley. Tanta inoperancia revivió a un Granada justito, pero ordenado y corajudo, para decepción de una grada muy caliente que se retiró con un jarro de agua helada recorriéndole la espalda. 

Entró más despierto el Granada o esa sensación produjo el par de despistes locales, uno de Paredes que le costó la amarilla, y la falta de entendimiento que provocó un córner evitable. Lo botó muy cerrado Gumbau, Iñaki Williams quiso despejar en el primer palo y solo peinó, despistando a Simón. Una vez certificado que empezar muy puesto importa, el Athletic inició un trabajo de demolición que devolvió la normalidad al encuentro. Por mucho que los andaluces se aplicasen en la contención, el ritmo que imprimen los rojiblancos a su fútbol les pasó por encima.

La agilidad en la distribución de Galarreta, los toques desequilibrantes de Sancet unos metros por delante y la verticalidad extrema de Nico Williams, mucho más veloz que su par Méndez, fueron los argumentos de mayor relieve en la rabiosa reacción colectiva del Athletic. Así fueron sucediéndose las aproximaciones al área, imprecisas al principio y más afinadas luego. Tanto tesón y las altísimas revoluciones fueron haciendo mella en la estructura andaluza. Miquel evitó un remate de Sancet tras penetración vertiginosa de Nico Williams, quien también probó desde la frontal. Le secundó Sancet en el área, chutó mal y se benefició del despeje corto de Rubio para probar de nuevo, pero apuntó al lateral de la red.

En ese instante todo indicaba que la igualada caería por mera inercia y en un avance eléctrico nacido de Yuri, Guruzeta prolongó para Nico, el centro de este volvió a caerle al ariete, tras sendos despejes forzados de un central y el portero, que a bote inglés estampó la pelota en la red. Listo. El primer paso estaba dado. Se trataba de perseverar ante un rival apurado, incapaz de frenar a un bloque que percutía sin tomarse un respiro. 

La remontada bien pudo materializarse cumplida la media hora, a raíz de un magnífico servicio filtrado por Sancet a la espalda de los centrales. Guruzeta, con un toque sutil, evitó la salida de Batalla, pero Miquel, casi sobre la misma línea, lo impidió. En el tramo previo al descanso no hubo más situaciones peligrosas para el Granada, que de repente abandonó la cueva y montó una contra en superioridad, cuatro contra tres, que Galarreta abortó en última instancia cruzándose al remate de Puertas.

Valverde cambió al amonestado Paredes por Yeray; Sandoval reforzó el costado derecho para ayudar a Méndez en su duelo con Nico Williams. Pero el Granada cambió asimismo su disposición, no quería afrontar el segundo acto tan hundido, tan sometido, y poco a poco fue estirándose, presionó más arriba y acertó. Galarreta halló más pegas para gobernar y se percibió que los rojiblancos acusaban el gasto invertido. Sendos remates desviados de Yuri y Yeray fueron cuanto se contabilizó en ataque, lo que convenció al entrenador de que era preciso agitar la formación. Herrera entró por un desdibujado Unai y Berenguer cogió el sitio de Sancet. Esto coincidió con un aviso de Iñaki Williams, replicado por Batalla. Sin embargo, salvo alguna incursión mal finalizada, sin conectar con un posible rematador, el Athletic no inquietó seriamente. Con Nico mejor vigilado y cansado, la profundidad se esfumó. Berenguer casi ni participó. La lesión de un Yuri incisivo fue otro contratiempo. Tampoco las maniobras de Sandoval para potenciar su delantera cuajaron.

Los augurios optimistas derivaron en un ejercicio de impotencia. El Granada se aferraba al punto y al Athletic le faltaba chispa y precisión para romper en el último tercio del terreno. Así todo, Iñaki Williams acarició la sentencia en medio de un lío en el área, pero su volea salió rozando la madera. Fue el coletazo final, pues las prolongaciones aéreas de Raúl García, la última bala de Valverde, no dieron fruto. El resto no estaba en condiciones de empujar y el rival permaneció entero, firme. Una caída de Nico Williams, no merecedora de penalti a juicio del árbitro, sacó a relucir la desesperación acumulada en la grada, entre los jugadores y en Valverde, cuyas protestas le valieron la amarilla. La oportunidad de animar la recta final de la liga se escurrió de mala manera.