La pretemporada, en lo que a ensayos se refiere, concluyó este domingo con un desenlace amargo. Tenía el Athletic amarrado un triunfo ganado a pulso, con el mérito añadido de que disputó media hora con un hombre menos, y se le fue a escurrir en la acción que cerró el encuentro. En el enésimo balón colgado por un Manchester United incapaz de superar el entramado defensivo de los rojiblancos, Pellistri cazó un remate cruzado que estableció el empate. El árbitro no permitió ni el saque de centro, mandó a los equipos a la ducha en medio del jolgorio de una grada volcada con el club inglés.

El rostro de Ernesto Valverde no podía ser más expresivo, tampoco los jugadores disimularon su decepción. No resulta agradable ver cómo el esfuerzo invertido se va por la borda cuando apenas restan segundos para certificar un resultado que, si no puede catalogarse de relevante, al menos hubiese servido para compensar el balance estival, donde únicamente figura una victoria después de seis actuaciones. 

De alguna manera, cabría apuntar que llueve sobre mojado, pues es notorio que en su trayectoria reciente al Athletic le cuesta un mundo sacar adelante sus compromisos. A menudo en duelos dominados en los que genera un número de oportunidades más que suficiente para obtener premio. La historia de este domingo fue distinta, pues la profundidad del juego brilló por su ausencia, en ambas áreas además, pero los de Valverde supieron funcionar como un bloque equilibrado para reducir a muy poca cosa el fútbol de su oponente.

Nico Williams abrió el marcador a la media hora en una acción que retrató las dificultades por las que atravesó el Manchester United. Nació de un robo muy arriba de Lekue, al que dio prolongación Sancet con un servicio al espacio donde el extremo llegó antes que nadie para meter la puntera y superar la salida a la desesperada de Heaton. Ese gol respondió a lo que sucedía sobre el verde: el Athletic controlaba la situación, estaba cómodo y su presión se revelaba rentable. La tónica no experimentó cambios sustanciales hasta que Paredes incurrió en un exceso de confianza siendo el encargado de cerrar la zaga. Reaccionó a la pérdida con un agarrón a su par que conllevó la roja directa y en adelante el desarrollo del amistoso derivó en un monólogo inglés. Sin Paredes se optó por un repliegue intenso que acabó por deslucir por completo una tarde donde la vistosidad quedó relegada por la seriedad táctica y los pobres recursos ofensivos de unos y otros. 

Para decirlo todo, reseñar la devaluación del atractivo cartel del amistoso y no por culpa del Athletic. Valverde puso en liza las que cabría considerar sus mejores bazas, descontados los lesionados Yeray, Yuri, Dani García o Berenguer. Escogió un once casi idéntico al que se midió al Celtic días atrás. Hubo dos variaciones: Sancet y Nico Williams fueron titulares en vez de Unai Gómez y Villalibre. En cambio, Erik Ten Hag recurrió a los no habituales. La víspera utilizó a la totalidad de sus titulares para derrotar al Lens y, lógicamente, no le quedó más remedio que echar mano del resto: una mezcla de veteranos que enfilan la recta final de sus carreras (Maguire, Lindelof, Eriksen), un puñado de segundas opciones (Van de Beek, Sancho o Wan Bissaka) y chavales aún sin recorrido en la Premier.

Salió encendido el cuadro inglés, pero su poder de intimidación duró menos de diez minutos, el tiempo que precisó el Athletic para asentarse sobre el césped, ajustar posiciones y transmitir que no estaba de excursión. Cierto que en ese arranque tuvo que intervenir Simón para evitar el gol de Sancho, que se presentó solo en el área y cuyo remate acertó a repeler con el pie derecho. Un susto sin continuidad, una gota de agua en el desierto, puesto que el Manchester prácticamente no volvió a inquietar en ataque, si se descuenta una salida del marco de Simón a pies de Forson que no entrañaba complejidad.

Pese a que en líneas generales la iniciativa correspondió a los ingleses, el Athletic le esperó bien plantado y replicó con más gracia. Iñaki Williams, que ejerció de ariete hasta el descanso, anotó un par de remates sin chicha y Lekue, que protagonizó un gran despliegue por su costado, aportó otro de similar factura en un golpe franco sacado en corto. Seguido vino el tanto de Nico Williams, quien no compareció tras el intermedio.

Sancet, el menos rodado de la plantilla, aguantó en el campo casi una hora y Valverde solo agitó el banquillo de cara al tramo final con un triple cambio pensando en meter oxígeno a un equipo para entonces aculado en torno a un Simón sobrio y seguro. Hasta la precipitada marcha de Paredes, el Athletic se adueñó de la posesión, forzando al Manchester a correr y correr. A falta de recursos para proyectarse en ataque, no existe mejor método para eludir apuros y, en efecto, no hubo ni uno. El primero fue a consecuencia de la falta que provocó la expulsión: el disparo de Erikson voló cerca del larguero. Luego, otro remate inocente de Hannibal, al que dio réplica Muniain, asimismo sin pólvora, en el solitario intento del Athletic en el segundo acto.

El Manchester, a paso de burra, tocaba y tocaba, pero la defensa repelía los escasos centros colgados hasta que uno larguísimo lo tocó Maguire, qué raro, para descolocar a todos y permitir que Pellistri sorprendiera entrando sin oposición. La igualada sentó a cuerno quemado. No pasa nada, si sirve para tomar nota de cara al futuro, con puntos por medio.