Recién retirado Iribar, con la portería de San Mamés huérfana de su añorado guardián, Andoni Cedrún (Durango, 5-VI-1960), hijo de otro mito bajo los palos como Carmelo, fue promocionado al primer equipo del Athletic desde el filial rojiblanco. Junto con Pello Agirreoa, quien compartió con Iribar las dos últimas temporadas del Txopo en activo, y Carlos Meléndez, Cedrún completó la nómina de porteros en un curso 1980-81 de gran responsabilidad. “Hablamos de la portería de San Mamés, todo un icono, y, además, en la primera temporada sin Iribar y en una situación complicada. Aun así, era joven y tiré para adelante a intentar comerte el mundo”, recuerda el excancerbero durangarra, quien añade que “debuté con Iñaki Sáez y jugué parte de aquella primera vuelta y la segunda parte del campeonato”.

“Al siguiente año (1981-82) Javi Clemente apostó por Zubizarreta, pero estoy muy orgulloso de los pocos partidos que pude jugar con el Athletic”, subraya Cedrún, 4 temporadas y 30 envites a sus espaldas como rojiblanco y que apunta respecto a Iribar que “ha sido la referencia para todos los porteros que hemos jugado en el Athletic, con el añadido de que para mí fue un mito también mi padre Carmelo”. “Yo con 18 años entrenaba con el Txopo y para mí eso era lo máximo. Estaba en el Bilbao Athletic y entrenaba con el primer equipo cuando él todavía estaba en activo, así que poder estar en el vestuario y en la portería con él era algo tremendo”, rememora el de Durango, que destaca que la leyenda zarauztarra “lo hacía todo sencillo. Era un portero con una sencillez y una plasticidad que impresionaba, además de ser muy eficaz. Resultaba increíble verle blocar, tenía una gran colocación y siempre tapaba bien los tiros gracias a su intuición”.

“En la época de Clemente me entrenó y pude seguir aprendiendo de él”, agrega con orgullo Cedrún, quien relata que en el plano personal “José Ángel no era una persona chistosa. Era serio, pero muy profesional. Diferenciaba lo que era el trabajo y lo que no y nuestra relación siempre fue buena. Alguna bromita podía haber, pero no muchas porque yo le tenía muchísimo respeto por todo lo que él significaba”.