Real Sociedad: Remiro; Elustondo (Min. 76, Gorosabel), Le Normand, Zubeldia, Rico; Zubimendi, Silva (Min. 76, Robert Navarro), Merino, Brais (Min. 88, Illarramendi), Sorloth (Min. 48, Oyarzabal) y Kubo (Min. 76, Barrenetxea).

Athletic: Simón; De Marcos, Vivian, Yeray, Berchiche; Vesga, Dani García (Min. 65, Zarraga), Iñaki Williams (Min. 76, Raúl García), Sancet (Min. 65, Paredes); Nico Williams (Min. 76, Muniain) y Guruzeta (Min. 57, Berenguer).

Goles: 1-0:Min. 24; Sorloth. 2-0: Min. 36; Kubo. 2-1: Min. 40;Sancet. 3-1: Min. 61; Oyarzabal.

Árbitro: Cuadra Fernández (Comité Balear). Roja directa a Yeray (Min. 60). Amonestó además a Le Normand, Take Kubo, Sorloth, Zubeldia, Zubimenbi, por la Real, y a Dani García por parte del Athletic.

Incidencias: Partido correspondiente a la décimo séptima jornada de LaLiga disputado en el Reale Arena ante 38.342 espectadores, entre ellos más de medio millar del Athletic.

El Athletic se complicó la existencia en Anoeta. No fue preciso que la Real impusiera su ley en términos futbolísticos para que sufriese una derrota que, añadida a resultados de jornadas previas, le aleja un poco más del objetivo que persigue en la liga. Afirmar que se cavó su propia fosa no resulta improcedente, pues aunque plantó cara, quiso ir de frente y le generó muchos problemas al conjunto de Imanol Alguacil, como obviar que el marcador responde básicamente a tres lances aislados, fatales para sus intereses porque se tradujeron en los tres balones que Simón recogió de su red. Particularmente cruel fue el último, avanzado el segundo acto. A esas alturas, el desenlace estaba en el aire, pero de repente los rojiblancos se quedaron en inferioridad, Yeray vio la roja directa por una falta sobre Kubo que además fue castigada con penalti. Transformó Oyarzabal desde los once metros y ahí el asunto quedó liquidado. Cuanto vino después careció de trascendencia, el Athletic ya no pudo reaccionar, mientras la Real se recreaba en su suerte. La grada enloquecida celebraba la victoria y respiraba aliviada, los puntos se quedaban en casa en una noche donde el Athletic compitió lo suficiente como para cuestionar la superioridad que el pronóstico adjudicaba al cuadro guipuzcoano.

En anteriores encuentros, el déficit de puntería impidió que el Athletic reflejase sus méritos en el marcador. Esta vez, el problema se detectó en la parte opuesta del campo. Un fuera de juego mal tirado, situación que puede ser comprensible en una batalla tan ardua, con el balón yendo de un lado a otro sin excesivo control, estuvo en el origen del 1-0. Hallar atenuantes para las pérdidas que significaron dos goles más no es fácil. Silva rebañó la pelota a Vesga, que iniciaba la salida del equipo, y la sentencia vino a consecuencia de una incalificable decisión de Nico Williams, quien apurado tras un resbalón no tuvo mejor idea que retrasar hacia su área sin mirar. El desbarajuste que causó anuló toda probabilidad de rascar algo en el derbi. Hundió sin remisión a un Athletic cuyo futuro inmediato se torna incierto. Los siguientes partidos cobran una transcendencia extraordinaria, aunque aún estemos en enero.

Repitió Valverde el equipo de la salida anterior, al Villamarín, lo cual implicaba una variación respecto al que jugó en casa con Osasuna: Dani García en el lugar de Zarraga. Por tanto, gustase o no, se mantuvo fiel a lo que cree necesitar en función del escenario y la entidad del rival de turno, que en este caso no era otra cosa que dotar de mayor solidez a la estructura defensiva a costa de perder poderío para las transiciones ofensivas. El gusto por la posesión de la Real, que utiliza un centro del campo muy poblado, sería la justificación para cubrirse más, pero también el reconocimiento del poderío guipuzcoano en la elaboración. Quizá pensó el técnico que ya habría margen para desarrollar un plan más agresivo si la coyuntura así lo reclamaba.

6

Gran ambiente en la previa del Real Sociedad - Athletic Borja Guerrero

Lo cierto es que la puesta en escena del Athletic cundió, por cuanto despersonalizó a la Real, dio la impresión de que le sorprendió. Con la consigna de atosigar al poseedor de la pelota grababa en la frente, los jugadores se emplearon a fondo por toda la franja central del terreno, empezando por los Williams. Las bandas quedaron vacías, pero los medios locales se veían impotentes para entrar en contacto con la pelota en buenas condiciones, sometidos los cuatro a una vigilancia personalizada: Guruzeta encima de Zubimendi; Sancet, Vesga y Dani García se repartían a los demás. Ver a Remiro lanzar balones largos era sintomático, la Real no carburaba, la agresividad del Athletic no le dejaba ni respirar. Salvo un tiro lejano de Brais, ni un apuro. Compensó la balanza una volea de Iñaki Williams a servicio de su hermano, a quien Elustondo no podía frenar.

La cuestión radicaba en cuánto tiempo aguantaría un ritmo tal alto el Athletic, sobre todo porque apenas rentabilizaba los robos. Recuperación y pérdida era la tónica hasta que en una acción aislada Sorloth resolvió con maestría. Parecía en posición ilegal, pero De Marcos habilitaba al ariete. Lo peor del 1-0 era que obligaba a reformular la propuesta, matizarla cuando menos: ya no valía solo con morder. Qué decir a partir de que la Real amplió la ventaja. Vesga se dejó quitar la cartera por Silva, que sirvió rápido a Kubo con la zaga a contrapié. El japonés desbordó con un caño a un forzado Vivian y remató ajustado a uno de los palos, con Simón vendido.

Todo parecía irse al traste, pese a que lo ocurrido previamente no lo anunciase. Pintaban bastos ya muy cerca del descanso e inesperadamente una combinación de Nico Williams y Yuri dio la opción a un activo Sancet de fusilar a Remiro. El derbi adquiría otro tono, el de la esperanza para un Athletic consciente de que no solo era viable incomodar a la Real, también hacerle daño.

Cualquier expectativa optimista se esfumó tras un cuarto de hora insulso, de puro equilibrio. La horrible ocurrencia de Nico Williams concedió otra excelente ocasión a Kubo, cortada por Yeray al límite. El árbitro castigó el derribo con penalti, Oyarzabal engañó a Simón y fin de la película. Con un hombre menos y dos goles de diferencia, el Athletic no pudo rearmarse ante un rival que, ahora sí, podía manejar la pelota a su antojo, sin arriesgar un ápice, enfriando el choque, sin que los de Valverde se viesen con ánimo ni energía para tirar hacia arriba. Los constantes balonazos de Simón no hicieron sino facilitar la tarea a una Real para entonces encantada de conocerse.