Buscaba Iker Muniain este domingo en el estadio Rey Fahd de Riyadh completar su tridente de títulos de Supercopa, añadir un nuevo trofeo a su vitrina particular, pero su noche, al igual que la de sus compañeros, ha acabado en frustración. El primer éxito en este torneo, el que lleva tatuado sobre su piel, no lo pudo vivir en 2015 sobre el césped como consecuencia de una lesión -rotura del ligamento cruzado de su rodilla izquierda- que se produjo en abril y que le tuvo en el dique seco hasta diciembre. El del año pasado lo celebró como protagonista, siendo el encargado de levantar al cielo sevillano el trofeo de campeón. Buscaba el navarro repetir esa imagen en Arabia Saudí, pero no ha sido posible. El Real Madrid ha sido superior y él ha tenido una actuación poco lucida.

Muniain ha sido muy poco trascendente para el rendimiento ofensivo del Athletic. Ha intentado generar juego para sus compañeros, pero ha entrado en acción con cuentagotas, sin continuidad. Tampoco ha ayudado en absoluto el desempeño general del equipo, muy poco punzante hasta que ha sido demasiado tarde y los de Ancelotti tenían ya el partido en su bolsillo, pero es lo que ocurre con los jugadores como Muniain, que se les exige que sean ellos los que marquen diferencias. Lo ha intentado, pero no lo ha conseguido. Sus mejores servicios no han sido aprovechados por sus compañeros, en ocasiones ha abusado de la conducción de bola y finalmente ha acabado sustituido por Marcelino García Toral en el minuto 81.

SIN FORTUNA

Salió el Real Madrid al césped haciéndose dueño y señor del balón, y al capitán rojiblanco le costó ser protagonista. Echó una mano en defensa ante las subidas por banda de Lucas Vázquez doblando a Rodrygo y colaboró en la salida de balón cuando los de Marcelino se aventuraron a galopar a la contra, pero poco pudo ofrecer en las cercanías del área de Courtois, donde de verdad está llamado a marcar diferencias, porque el caudal ofensivo del Athletic fue escasísimo en la primera mitad. El dísparo alto de Oier Zarraga en el minuto 37, justo la acción anterior a la que los blancos aprovecharon para subir al marcador el 0-1, nació de un servicio suyo, pero poco más pudo ofrecer el navarro ante la falta de espacios y carencia de buenas asociaciones en los metros finales tanto por su parte como de la del colectivo. Eso sí, la acción con la que acabó el primer tiempo y que se convirtió en la mejor ocasión rojiblanca de los primeros 45 minutos nació de sus botas. Un pase interior suyo desde el borde del área para Oihan Sancet supuso el mayor peligro para los de Ancelotti, pero el disparo del navarro se marchó alto por muy poco.

Obligado por el resultado, el Athletic necesitaba un mejor rendimiento ofensivo para tratar de equilibrar la balanza pero, por contra, fue Benzema el que colocó el 0-2 desde el punto de penalti. Muniain, visiblemente frustrado, buscó la solución individual poco después, pero su disparo desde fuera del área se marchó a las nubes. Con el Real Madrid cediendo terreno, replegándose para salir a la contra en un ecosistema en el que se mueve como pez en el agua, el capitán rojiblanco lanzó dos andanadas que acabaron en agua de borrajas. En el minuto 59 lanzó un balón en profundidad para la carrera de Iñaki Williams en una jugada que acabó en córner y en el 64 sirvió un medido centro al corazón del área, pero el cabezazo del recién activado Raúl García, sin oposición, se marchó a un costado de la portería. Poco más ofreció el navarro en favor del colectivo y en el minuto 81 fue sustituido por Nico Serrano. Tuvo que asistir desde la banda a los primeros disparos a portería de su equipo y al penalti fallado por Raúl García con el que acabó cualquier atisbo de esperanza. Su noche terminó posando con el trofeo de subcampeón, muy lejos del deseo con el que él y todos los aficionados acometieron la final.