Decir que el proyecto de Marcelino ha tocado techo sería excesivo aunque solo sea porque aún tiene por delante casi dos tercios de calendario, por tanto tiempo suficiente para reaccionar, pero es un hecho que el equipo se le ha quedado gripado. Y no es la primera vez. Durante la campaña anterior ya se vivió algo parecido: de entrada el Athletic amagó un salto cualitativo, cosa de mes y medio, para luego decaer, defraudar en las finales de Copa y no volver a levantar cabeza hasta la llegada de las vacaciones estivales. En la presente temporada no se ha asistido a un pico tan alto como el que englobó enero y parte de febrero, que incluyó la conquista del título de la Supercopa y la calificación para una segunda final copera, si bien después de un arranque digno fue capaz de enlazar tres actuaciones que encendieron la bombilla de la ilusión (Villarreal, Espanyol y Real Sociedad) para posteriormente perderse por la senda de la mediocridad.Pronto se cumplirá un año del aterrizaje de Marcelino en el banquillo de San Mamés y el repaso de los acontecimientos arroja un saldo que de ninguna manera satisface las expectativas generadas. Al menos, no las que albergaban quienes se decantaron por su contratación para prescindir de Gaizka Garitano. El itinerario cubierto se puede analizar recurriendo a indicativos elementales e ilustrativos, como el desorbitado porcentaje de empates o los paupérrimos registros goleadores, auténtico lastre en el funcionamiento de un colectivo que año tras año pretende opositar a plaza continental. Por no hablar de la imagen que transmite el juego en muchos compromisos, vulgar e inoperante en aquellas cuestiones vinculadas al uso del balón.

De enero a mayo dispuso el técnico de un margen estimable para hacerse una composición de lugar, saber qué material tenía entre manos e ir tomando decisiones orientadas a corregir defectos y potenciar virtudes. Un margen que nadie le regateó dado que recibió el timón con la competición en marcha y una agenda muy densa. No es fácil en esas condiciones modificar hábitos instalados en el equipo y conseguir implantar un ideario diferente. En realidad, dicho atenuante sirvió para endulzar la crítica y aplazar el escrutinio de las dudas que originaban tanto la gestión de la plantilla como el estilo futbolístico que propugnó hasta el verano.

El librillo de Marcelino no constituía un secreto, puesto que posee una dilatada trayectoria en la élite repartida en varios clubes. Imaginar que su ideario encajaría con el perfil de los futbolistas del Athletic era mucho imaginar. La verdad es que de entrada él mismo se decantó por aparcar parcialmente sus gustos en el apartado táctico, tuvo cintura para amoldarse a las señas de identidad de un grupo obediente y muy generoso. Así, por ejemplo, alentó que se siguiese empleando una presión muy alta en vez del repliegue para salir a la contra que distinguía a sus anteriores equipos.

Defender y correr

Esto lo complementó con directrices enfocadas a elevar la eficacia del trabajo de contención del colectivo. Once meses después, Marcelino insiste en subrayar el dato de los pocos goles que recibe el Athletic y, por supuesto, la estadística que corrobora que ningún otro conjunto hace más kilómetros que el rojiblanco. O sea, más o menos, lo que ya hacía en la etapa anterior a su fichaje. Ahora bien, en lo demás el Athletic se encuentra aproximadamente en el mismo nivel en que él lo cogió. Es intachable si se trata de sudar y sufrir, pero va corto en aspectos como elaboración, puntería, recursos creativos, profundidad, criterio en las posesiones, etc.

En suma, no se observa una evolución clara respecto a la etapa precedente. Marcelino ha enfocado su labor a reforzar aquello que ya era básico en la propuesta del Athletic, mientras que apenas se han detectado avances en lo que reclamaba revisión y mejora. De ahí que llegados a este punto no primen las perspectivas de corte optimista. Defendiendo estupendamente no se va a Europa, lo certifica la clasificación un año sí y el siguiente también, que asimismo deja constancia de que con las armas, los hombres que han capitalizado las demarcaciones más ofensivas en el último lustro, la cuota de goles a favor se queda muy corta.

Es imposible ganar muchos partidos con el índice de acierto que acumula el Athletic desde que Aduriz dejó de estar a pleno rendimiento. Ese déficit no se compensa construyendo una muralla en torno a la portería propia, es necesario explorar fórmulas que enriquezcan el catálogo con balón. La regularidad que Marcelino se puso como meta para escalar en la tabla este curso no se sostiene con una producción en ataque tan limitada, previsible e ineficaz. Salvo si hay que conformarse con empatar casi siempre. Por eso cuesta entender que no se haya intentado nada distinto, que en este club supone olvidarse del mercado y promocionar con ahínco a los chavales que han ido subiendo del filial. Con la particularidad de que la mayoría son de perfil ofensivo y no cabe negar que varios tienen buena pinta.

No dio el paso Garitano y lo pagó. Marcelino no acaba de decidirse. Manifiesta que su política con los jóvenes no se ciñe al corto plazo, que también piensa en el medio y en el largo, aunque lo inmediato (el próximo partido) sea lo más importante. A la vista está que dicha política no está siendo rentable. La suerte del club depende en gran medida de que las alternativas que brinda la cantera se vayan asentando; de una transición paulatina sí, pero que no debería dilatarse tanto porque está comprobado que persistir en las apuestas conocidas no garantiza ni por asomo los resultados que se precisan para tirar hacia arriba.

18

Son los empates que suma el Athletic en los 35 partidos de liga que ha disputado desde la llegada de Marcelino García Toral al banquillo rojiblanco. El técnico asturiano, abonado a las tablas, completa su registro con nueve victorias y ocho derrotas. Esta temporada acumula ocho igualadas.

Del Juvenil A. Con poco que celebrar tras un nuevo empate en liga, el Athletic se ejercitó en la habitual sesión de recuperación para los titulares. El resto de rojiblancos, con Marcelino García Toral al mando, trabajaron bajo la lluvia durante aproximadamente una hora. Y en la sesión a puerta abierta en la factoría rojiblanca, la principal atracción entre los presentes fue la participación en el entrenamiento del portero colombiano del juvenil A, Kevin Ríos (Cali, 2003), que, a sus 18 años de edad recién cumplidos, seguro que no olvidará el día de ayer. Ríos, que llegó a Euskadi a corta edad, ingresó en Lezama el pasado verano procedente del Arenas. Esta temporada, en el División de Honor rojiblanco, ha jugado tres partidos.