Iñaki Williams transita por la mitad de su carrera profesional: acumula siete campañas desde que debutase en el primer equipo y en su contrato dice que vestirá la camiseta del Athletic. A sus 27 años, cumplidos en junio, se adentra en la etapa de la madurez en un futbolista de élite, pero en los últimos cursos desprende una sensación de paulatino estancamiento. La ilusión creada por su irrupción en el equipo ha ido decayendo. La imponente velocidad que le caracteriza disparó las expectativas y sirvió además para que firmase dos acuerdos con el club que le ubican en lo más alto del escalafón, en dinero y en tiempo, un estatus que debería reafirmar cuanto antes de la única manera posible, esto es, elevando sus prestaciones, equiparándolas al distinguido tratamiento que recibe.

El curso que ahora se abre llega como una especie de reválida para Williams. Son ya muchos meses, campañas completas cabría decir, en que su trayectoria se apoya casi exclusivamente en un aspecto estadístico que tapa cuestiones bastante más relevantes. A fecha de hoy, le faltan siete jornadas ligueras para igualar a Juan Antonio Larrañaga, quien fuera centrocampista de la Real Sociedad de los títulos de Liga, como el jugador con más presencias consecutivas en el campeonato. Tan extraordinario registro a batir, en concreto 202 encuentros sin fallo, más que un empujón en la trayectoria de Williams se ha ido convirtiendo en un reto que le señala. Aunque sin duda sea el reflejo de una disponibilidad que en sí misma constituye una virtud, no es menos cierto que por rendimiento no merecería aspirar a dicho récord.

Pero su empeño sumado a la imprescindible complicidad de los responsables técnicos del Athletic, han propiciado una situación que seguramente no le ha favorecido. Por principios, el hecho de jugar sí o sí al margen del momento de forma o del estado físico, no es de recibo. La omnipresencia de un delantero posee sentido siempre y cuando lo justifique sobre la hierba. Messi, habitualmente capaz de establecer diferencias, sería el paradigma. No es el caso de Iñaki Williams, quien al igual que cualquiera ha atravesado por períodos donde pedía a gritos un respiro. Por su bien y por el del colectivo.

Pero en vez de observar una normalidad en la gestión del concurso de Iñaki Williams, se ha asistido a episodios sin sentido. Como el que englobó los partidos que cerraban el calendario del ejercicio anterior, donde participó, en general saliendo en las segundas partes, por la simple razón de que tenía que continuar la persecución de Larrañaga. Bajo en lo anímico y desgastado en lo físico, según confesó el propio interesado, nada impidió que acudiese puntual a cada cita. El empecinamiento desembocó incluso en una lesión en la última jornada, como se descubrió al inicio de la vigente pretemporada.

Para hacerse una idea más ajustada sobre el itinerario real cubierto por Williams, basta un dato: el pleno de actuaciones en las cinco ediciones de liga más recientes que luce en su hoja de servicios se traduce en 190 partidos, prácticamente la totalidad de los que le sitúan en la antesala del mencionado récord. Bueno, pues en esos partidos ha marcado 37 goles. En la temporada 2018-19 hizo 13, en el resto la media resultante es de seis. Seis son los que firmó hace dos campañas y también en la última.

Por supuesto que en otros frentes ha aportado goles, pero la línea descrita en esta faceta y singularmente en la liga no permite afirmar que Williams sea resolutivo o determinante. Acaparar minutos no le ha servido para labrarse una reputación como rematador. Quizá hasta le haya perjudicado. No es descartable que gracias a la experiencia adquirida en adelante afine la puntería, pero que tal cosa se produzca, más que una posibilidad, empieza a ser una exigencia. El Athletic necesita incrementar su eficacia en el área e Iñaki Williams, reivindicarse ya. Marcelino García Toral dijo en Suiza que mejorará si se quita "la presión añadida" que se autoimpuso el año pasado y que ahora le veía bien. A ver. Mantener intocable a un ariete de media docena de goles cada 38 encuentros, es algo ciertamente excepcional.