El Atlético de Madrid se asocia a los buenos recuerdos en la memoria de Marcelino García. La suspensión de la visita al Wanda Metropolitano a causa del temporal de nieve que asoló la capital del reino allá por enero, cuando el técnico acababa de estrenarse en el Athletic, le concedió un inesperado margen de dos semanas para trabajar con tranquilidad y seguido vino la celebración de la Supercopa. El partido aplazado se disputó dos meses más tarde y pese a que se saldó con derrota (2-1), fue quizá, como apuntó ayer, uno de los mejor competidos por parte de sus jugadores. Un par de acciones aisladas, despistes, significaron la remontada del líder, que estuvo casi todo el primer tiempo a merced de la inspiración de un Athletic que se adelantó con gol de Muniain. Desde entonces, las cosas han discurrido por la senda de la impotencia y la amargura: cinco empates en otras tantas jornadas ligueras y el hundimiento en las finales de Copa.También el Atlético ha experimentado un retroceso con el correr de 2021. La jugosa ventaja en la tabla que en navidades le señalaba como indiscutible candidato al título se ha esfumado y hoy siente la presión ejercida por el tardío despertar del Madrid y el Barcelona; los tiene encima, subidos a la chepa. Conserva la primera plaza, pero ha agotado el cupo de tropiezos. En esta circunstancia visita San Mamés, un destino peliagudo en teoría, en condiciones normales diríamos, pero esta vez le va a recibir un anfitrión alicaído, aturdido, en plena terapia, que suspira por recuperar sus señas de identidad.

El contexto invita a considerar muy inciertas las probabilidades del Athletic esta noche. Hasta que el balón ruede no habrá manera de saber si ha procesado adecuadamente las vivencias recientes, si se halla capacitado para elevar su nivel lo suficiente y plantar cara. Lo necesita con urgencia, pues entre semana, en el Villamarín, dejó sentado que continúan activos los mismos síntomas que le han condenado a una existencia anodina para el resto de la temporada.

muchos cambios

La noticia positiva se llama regreso de Iñigo Martínez, el hombre que lidera la zaga, y de Capa, una sombra del lateral poderoso de meses atrás, quien vuelve tras cumplir ciclo de amonestaciones. Dos piezas más con las que efectuar combinaciones cuando se siguen arrastrando las bajas por lesión muscular de Yeray, Yuri y Muniain, trío con el que Marcelino cuenta siempre. Se esperan bastantes variaciones en la alineación respecto a la que salió contra el Betis, pues tampoco actuaron de inicio los Dani García, Unai López, Williams y Raúl García, todos ellos titulares en la final con el Barcelona.

La entrada de Iñigo desplazará al lateral izquierdo a Balenziaga, el chico para todo, el que jamás patina ni levanta la voz. El de Ondarroa hará pareja con Nuñez, mientras que el ocupante de la banda derecha puede ser Capa. De confirmarse, De Marcos adelantaría su posición y Berenguer se movería a la izquierda, al sitio que más le gusta, según ha declarado. La aportación que hizo en la última media hora saliendo del banquillo es un argumento que favorece la presencia de Unai López, posible acompañante de Dani García en el círculo central. Sería una apuesta por la frescura y el equilibrio, al tratarse de medios complementarios dadas sus características, pero en esta línea las certezas chocan con una dinámica de constantes alternancias.

En los puestos ofensivos, aparte de que Berenguer cambie de ala para dejar sitio a De Marcos, pues no tiene pinta de que Morcillo vaya a repetir, a nadie pillaría por sorpresa que Sancet y Villalibre sean reemplazados por Williams y Raúl García. Sobre esta cuestión concreta se extendió ayer Marcelino, interpelado por la prolongada sequía de sus puntas favoritos, y la verdad es que no se sacó nada en limpio. Aseguró que intenta ser ecuánime en sus decisiones, pero parece que desde fuera no se ve así. De lo contrario, la pregunta sobraría. Y no, no sobra.