Pues eso, que la liga se está convirtiendo casi en un calvario para el Athletic, al que las dos finales de la Copa le han despistado lo suficiente como para dar ya por perdido el tren a Europa por la vía de la competición de la regularidad. Por ello, la gran cita del sábado en La Cartuja absorbe todos los sentidos de un conjunto rojiblanco que da síntomas de auténtico bloqueo futbolístico e, incluso, mental, lo que son dos muy malas noticias de cara a la finalísima frente al Barça y cuyo título aporta el premio añadido del pasaporte a la fase de grupos de la Europa League. La frescura y el gen competitivo que ofrecía el colectivo de Marcelino parecen haber desaparecido por arte de magia y prácticamente no hay huellas de semejantes sensaciones desde el partido de vuelta de las semifinales de Copa en el Ciutat de València y del compromiso siguiente ante el Granada en San Mamés, cuando data la última victoria de los leones. Entonces, el Athletic superó al equipo nazarí con la llamada unidad B y con un gol in extremis de Alex Berenguer, que lucía un idilio con el gol que también se ha difuminado. En el derbi de ayer se detectaron muchas similitudes con aquel encuentro e incluso el mismo Berenguer tuvo en sus botas la gran oportunidad de batir a un buen Pacheco, pero en esta ocasión su golpeo encontró el pie derecho del guardameta alavesista.

Lo cierto es que el conjunto de Marcelino ha entrado en una dinámica decadente y los daños que generó la dolorosa derrota en la final ante la Real Sociedad continúan latentes en las entrañas del vestuario rojiblanco, que necesita una dosis extraordinaria de autoestima para encarar con un rostro reparador la final del sábado, en la que debe recurrir al espíritu de la Supercopa o encomiarse al número 17 (el 17 de agosto de 2015 el Athletic conquistó esta corona en el Camp Nou, el último 17 de enero repitió título ante el Barça y el 17 de este mes se vuelven a verse la cara los dos equipos en La Cartuja). Supersticiones y casualidades al margen, Marcelino ya no da con la tecla idónea como ocurría hasta hace muy poco y ayer tampoco le valió recurrir a cinco de sus fijos a lo largo del segundo acto en el deseo de vencer a un Alavés pobre en su propuesta y que se presentó en La Catedral con la condición de colista. Un punto, eso sí, que sirve de muy poco a las dos escuadras en sus respectivos objetivos.

El Athletic se ha desconectado de la liga. Es una evidencia y las estadísticas así lo retratan. Firmó su cuarto empate consecutivo y deja en estos cuatro puntos su única cosecha sobre los últimos quince posibles, porque a las sucesivas tablas se suma la derrota en el Wanda Metropolitano ante el Atlético de Madrid. Se conoce que al de Villaviciosa no le agrada ni un pelo una inercia tan negativa, que lo que hace es alimentar las dudas ante la cercanía de la segunda final de Copa, como ya sucediera en parte después del empate consumado con el Eibar en el preámbulo de la final frente a la Real. Porque el Athletic ofreció ayer una versión irregular, con buenos momentos, sobre todo en la primera media hora y en el último cuarto de hora del derbi, y con otros desesperantes, como en el tramo final del primer tiempo y en los inicios del segundo, una inestabilidad que el técnico debe corregir estos días previos al gran duelo en Sevilla.

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El Athletic, que desciende un puesto en la tabla tras la victoria del Levante en Ipurua, debe poner el acento en arreglar sus problemas de cara a la puerta rival, ya que en los últimos cinco partidos de liga, seis si se cuenta la final con la Real, solo ha sido capaz de hacer tres goles, un saldo paupérrimo que delatan las penurias en este capítulo y que merece una profunda reflexión, en especial de cara a la final del sábado frente a un Barça que ofrecerá pocas concesiones, por lo que una de las claves será acertar en las pocas ocasiones que se esperan.

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La última victoria del Athletic se remonta al pasado 7 de marzo cuando superó al Granada en San Mamés y desde entonces ha entrado en una dinámica de muchas dudas, hasta el dato de que solo ha sumado cuatro puntos de los quince últimos posibles, que supone la despedida de Europa vía liga.